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Nicaragua de los 80 en libro sobre la Stasi

Stasi_PortadaOficialLa reedición de un libro del escritor y periodista inglés de Associated Press en Bonn, John O. Koehler, ha vuelto a poner en primer plano los planes del servicio de inteligencia de la hoy desaparecida Alemania Oriental, la temida Stasi, para convertir a Nicaragua en un país comunista con una inversión de decenas de millones de dólares, según publica Ewtn Noticias.

En el libro titulado “Stasi, la historia no contada de la policía secreta de Alemania oriental”, Koehler relata detalladamente el plan del temido organismo de espionaje que fue creado en 1950 y disuelto en 1989, el año en el que cayó el Muro de Berlín.

Aunque la primera edición del libro apareció hace 14 años, la reciente publicación de los archivos secretos de la KGB y otros textos de servicios secretos de naciones de la antigua órbita soviética, han dado a la obra de Koehler una notoriedad que no tuvo el año de su lanzamiento.

En Alemania Oriental, la Stasi “suprimió la oposición política y encarceló a cientos de miles de ciudadanos, probando ser uno de los servicios secretos más poderosos del mundo. Koehler metódicamente analiza las actividades de la Stasi dentro de Alemania Oriental y en el extranjero, incluyendo sus programas para la represión interna, el espionaje internacional, el entrenamiento en terrorismo, robo de arte y las operaciones especiales en América Latina y África”, señala la presentación del libro.

En el capítulo titulado “Las operaciones de Stasi en el Tercer Mundo”, el autor –que realizó su investigación con fuentes de primera mano como las extensas entrevistas con diversas víctimas y archivos de inteligencia– explica cómo, en colaboración con la KGB rusa, se maquinó una estrategia junto con los sandinistas en Nicaragua (que también recibieron entrenamiento en Cuba para derrocar al dictador Somoza) para proporcionarles implementos, dinero, equipos militares, así como entrenamiento de personal en los departamentos de la policía secreta e inteligencia de la Stasi, con el fin de convertir al país centroamericano en una nación comunista.

Luego que el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) llegara al poder en 1979, se generó un frente de la Stasi en Nicaragua en donde trabajaban entre 60 y 80 funcionarios, “cuya labor principal fue construir sistemáticamente una Dirección General de Seguridad del Estado (DGSE) nicaragüense que era idéntica en estructura y en la doctrina operativa a la Stasi”, explica Koehler.

En marzo de 1980, antes de reunirse en Berlín Oriental con Erich Mielke, Ministro de Seguridad del Estado de Alemania Oriental, el entonces Ministro del Interior de Nicaragua, Tomás Borge, viajó a Moscú para entrevistarse con autoridades de la KGB y luego a Sofía para solicitar ayuda a los búlgaros, que aceptaron entrenar a 40 nicaragüenses en trabajo policial general y a otros 20 en contraespionaje e inteligencia.

El 1 de abril, Borge llegó a Berlín Oriental acompañado de otras autoridades de Nicaragua y solicitó a la Stasi pistolas, uniformes, equipos de comunicación y de sobrevivencia, además de motocicletas para fines militares y paramilitares. Explicó que la revolución nicaragüense era un proceso irreversible, que el FSLN se convertiría en un partido marxista-leninista, que la Unión Soviética y el ámbito comunista eran vistos con gran estima y que los sandinistas estaban listos y armados para cualquier intervención, pensando específicamente en una de Estados Unidos similar a la de Vietnam.

Al pedido de Borge, Mielke respondió exhortando a generar una policía secreta en Nicaragua, como la Stasi, y afirmando que estudiaría lo que se le había solicitado. “Este encuentro inició uno de los mayores esfuerzos de la Stasi para establecer una policía comunista en el Tercer Mundo”, afirma Koehler.

La reunión de mayo de 1980

En mayo de 1980, Mielke convocó a una reunión de dos días en Berlín para revisar el plan en Nicaragua. Por la KGB participaron el general Medyanik y el coronel S. Kolomaykov; el coronel Vlcek del Ministerio del Interior de Checoslovaquia; los coroneles Platschkov y Mitev del servicio de espionaje y del departamento de asuntos internacionales de Bulgaria; y el coronel Hamel Ruiz del contraespionaje cubano.

El primer día se analizó el ambiente político de Nicaragua. Ruiz hizo un análisis general que mostraba “cierto optimismo por un lado y un velado pesimismo, por otro. Esto influenció en la percepción de Mielke de que para que los sandinistas sobrevivieran, Nicaragua necesitaba ser protegida de las influencias externas muy rígidamente”, señala el autor.

Los checoslovacos y los búlgaros explicaron que ya habían enviado a Managua 1500 metralletas, 50 ametralladoras ligeras, 12 mil pistolas, 8 mil varas de goma, y 18 mil uniformes y zapatos, así como dos millones de cartuchos de municiones. Además, los búlgaros ofrecieron el envío de dos hospitales de campaña, 500 teléfonos de campo y 96 kilómetros de cables.

El segundo día de la reunión sirvió para analizar el trabajo de espionaje, especialmente en lo referente a las “agencias enemigas”. Al final de la misma, Mielke “resumió las acciones que debían realizarse para ayudar a que Nicaragua se transforme en un estado ‘socialista’. Dijo que había convocado a la reunión porque veía el progreso pero que no se avanzaba rápidamente como creía que era necesario”.

Koehler explica que unas semanas después de la reunión, cuatro funcionarios de la Stasi fueron enviados para entrenar a 25 guardaespaldas y para supervisar la seguridad para las celebraciones de la llegada al poder de los sandinistas el 19 de julio. Era necesario coordinar eso rápidamente debido a la “participación de Fidel Castro en las ceremonias”.

Entrenamiento de los sandinistas

Como resultado de ese análisis, se vio que el control fronterizo era débil y se decidió que un primer grupo de nicaragüenses fuera a Berlín para ser entrenado en enero de 1981. Ese año fueron dos grupos de 25 y todos los que recibían la capacitación eran investigadores de la policía secreta o controladores en las fronteras. Además, Mielke había aprobado el envío de equipos por un valor de más de 750 mil dólares en los que había radios, cámaras, binoculares, motocicletas, y equipo de análisis de huellas digitales.

En los dos años siguientes, relata Koehler, cientos de sandinistas fueron enviados a Alemania Oriental para ese entrenamiento.

Siguiendo lo establecido por Mielke, la policía secreta sandinista buscó reclutar informantes en todos los estratos sociales para garantizarle el control total a la DGSE. “Ese esfuerzo fue un fracaso. Los hombres de Mielke no tuvieron en cuenta el bagaje cultural, social y conductual de los latinos”, usualmente opuestos al soplonaje.

Los sandinistas que eran seleccionados para las posiciones de liderazgo eran enviados a Alemania para cursos de seis a doce meses en el llamado “Colegio de la Justicia”, el centro de entrenamiento secreto de la Stasi. Lo que recibían era adoctrinamiento ideológico marxista-leninista; mientras que los mandos medios eran entrenados en “terrorismo, contraterrorismo, guerra antiguerrillas” en diversos campos clandestinos cercanos a Berlín a cargo de miembros de la Stasi de las ramas de seguridad y contraterrorismo.

Una de las preocupaciones de la Stasi mientras estuvo en Nicaragua fue el apoyo de Estados Unidos a los “contras”, la guerrilla que luchaba contra los sandinistas. Aunque los informes indicaban repetidamente que no había razones que mostraran una posible intervención de la potencia norteamericana, “Cuba se estaba preparando para una guerra que en opinión del viceministro cubano de defensa, Ibarra Colome, podría desencadenar la Tercera Guerra Mundial”.

En septiembre de 1984, agentes de la Stasi alertaron sobre una posible intervención de Estados Unidos en Nicaragua: “se intensifican los datos que se refieren a una posible intervención militar de Estados Unidos. (…) La administración Reagan se está preparando para una intervención armada en Nicaragua (aunque) no se ha determinado el momento para esa acción militar”. Hacia 1986, esa posible intervención desapareció de los informes.

El cargamento “curioso”

Entre los muchos envíos de equipos y armas, hubo uno que llamó particularmente la atención, tal vez destinado para los líderes sandinistas: “dos mil frascos de grosellas, 8 mil frascos de vegetales mixtos, 3 mil frascos de col morada, mil frascos de vegetales mixtos encurtidos, 500 frascos de apio y 544 kilos de leche en polvo. Un séptimo ítem, 1900 frascos de chucrut (col agria), aparece borrado en la lista de embarque. Tal vez un inteligente hombre de la Stasi se dio cuenta de que el chucrut no era tan popular en los países latinos como en Alemania”, relata Koehler.

Los informes desde Nicaragua no eran solo de la Stasi

Mielke no solo confiaba en sus hombres de la Stasi para obtener información: además se aseguró de que cualquier delegación del gobierno que no fuera de ese organismo también fuera un colaborador no oficial. En 1985 recibió, por ejemplo, un reporte de un integrante de una delegación que fue a evaluar la situación económica e industrial del país. En el informe explicaba los diversos componentes ideológicos de los líderes sandinistas.

“El liderazgo del FLSN está marcado por varias ideologías políticas que van desde las tendencias maoístas hasta las perspectivas conservadoras (…) Su filosofía es tal que los clásicos como Marx y Lenin son poco mencionados y que José Martí es considerado el pionero de la revolución, lo que significa que es posible que adopten las reformas de nuestro desarrollo socialista europeo”, afirma el citado informe.

Además de señalar que en los meses siguientes se vería lo que realmente querían los líderes de la revolución y si tomarían el camino de Cuba, el informe contenía un dato “que había sido guardado como secreto de estado, al menos ante la población de Alemania Oriental. En una época en la que el país afrontaba la bancarrota y tenía una economía decadente, el régimen de la RDA había otorgado a Nicaragua un crédito de 50 millones de dólares además de las decenas de millones que la Stasi había gastado en lo que Mielke llamaba ‘cargamentos de solidaridad’”.

Esos 50 millones, explica John O. Koehler, “nunca fueron devueltos”.

El fin del régimen y el papel de la Iglesia

“En los casi once años del régimen sandinista, todos los informes de la Stasi sobre el progreso político hacia el dominio absoluto comunista fueron descritos en un lenguaje preciso: por un lado los principales líderes luchaban por un régimen marxista-leninista, pero por otro lado algunos comandantes sandinistas y buena parte de la gente estaban en contra”.

Entre 1980 y 1989, Mielke “llenó de regalos” a los sandinistas, por un valor de casi 15,7 millones de dólares. Por ejemplo, en 1983, la Stasi aprobó un sistema de seguridad de 25 mil dólares para la casa del ministro del interior, Tomás Borge. “Otros millones más” se podrían añadir en los viáticos de las delegaciones sandinistas que viajaban a Alemania.

En otra ocasión, el viceministro de la Stasi, el general Gerhard Neiber le regaló un reloj a Javier Amador, director del aeropuerto de Managua. “El reloj dejó de funcionar luego de algunos meses y lo envió con la Stasi a Alemania Oriental. (…) Dos meses después Amador recibió el reloj reparado, cortesía de un oficial cubano que había estado en Berlín y que aceptó entregarlo”.

En noviembre de 1989, el año de la caída del muro Berlín y del fin de la Stasi, este organismo había decidido el envío de “cargamentos de solidaridad” a Nicaragua, hasta 1995, por un valor de 240 millones de dólares. El primero de ellos incluía, entre otras cosas, 36 mil barras de jabón y 400 sartenes.

“El primer indicador de que el régimen sandinista iba camino a la derrota llegó en un informe del 15 de mayo de 1989”, escrito por el coronel Artur Herman, quien tenía a su cargo el control de las iglesias en Nicaragua, donde estuvo dos meses.

En el reporte señalaba que “una decisiva influencia en la actitud de la población es la religión católica, que está sólidamente configurada en la gente, que es muy devota. De los 3,5 millones de nicaragüenses, el 80 por ciento son católicos. Los dignatarios de la Iglesia han sido apoyados por años por Estados Unidos y otros poderes reaccionarios, que elevaron a la Iglesia a una figura simbólica en una posición abierta. El Cardenal Miguel Obando tiene una gran influencia, que usa para confrontar al movimiento sandinista”.

Koehler explica que ante esta situación, Herman proponía intervenir en las iglesias, las rectorías y los confesionarios como la Stasi había hecho en Alemania Oriental por años.

En uno de muchos “cargamentos de solidaridad”, concluye el periodista y escritor, se enviaron diez trituradores de documentos “que seguramente funcionaron a toda su capacidad cuando los sandinistas perdieron las elecciones el 29 de febrero de 1990”.

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