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¿Cómo nos irá en los próximos 100 años?

Robert Merton Solow.

Robert Merton Solow.

* Cien años es un periodo largo de tiempo, quizá no en la escala evolutiva, pero sí para el ciclo económico. En 1910, la estimación del ingreso per cápita en los Estados Unidos equivale a un 19.2% de su valor en 2010. Eso representa un crecimiento anual promedio de 1.66%. Cualquiera que se hubiera quedado dormido en 1910 y despertado en 2010, habría quedado anonadado por la variación en los estándares de vida entre una época y otra.

Rubén Aguilar Valenzuela

Robert M. Solow (Nueva York, 1924) es un economista estadounidense que obtuvo el Premio Nobel de Ciencias Económicas en 1987, por su contribución a la teoría del crecimiento económico que lleva su nombre. Durante 40 años Solow y Paul Samuelson, Premio Nobel de Economía 1970, trabajaron juntos en teorías que se consideran históricas.

Sus estudios se centran en el ámbito de las políticas de empleo, el crecimiento y la teoría del capital. A los 90 años es profesor emérito del MIT. Uno de sus artículos más recientes es “Pensamientos vagos sobre cómo nos irá”, en In one hundred years: leading economists predict the future, editado por Ignacio Palacios-Huerta, Massachusetts Institute of Technology (MIT), 2013, donde reflexiona sobre lo que se puede esperar en los próximos 100 años.[1]

Los últimos cien años

Cien años es un periodo largo de tiempo, quizá no en la escala evolutiva, pero sí para el ciclo económico. En 1910, la estimación del ingreso per cápita en los Estados Unidos equivale a un 19.2% de su valor en 2010. Eso representa un crecimiento anual promedio de 1.66%. Cualquiera que se hubiera quedado dormido en 1910 y despertado en 2010, habría quedado anonadado por la variación en los estándares de vida entre una época y otra.

Horas de trabajo

Una incertidumbre, con consecuencias del patrón de consumo, se relaciona con la evolución de las decisiones sobre el trabajo y el descanso. Durante la primera mitad del siglo XX el promedio anual de horas de trabajo cayó considerablemente. En los cuarenta o cincuenta años siguientes esa tendencia desapareció. En la actualidad los estadounidenses, japoneses y coreanos trabajan más horas al año que sus contrapartes en Europa.

Una de las posturas comúnmente expresadas para explicar esta diferencia es la “cultural”. A los estadounidenses les gusta cada vez ganar más y gastar más. Los europeos están menos interesados en eso y dan mayor valor al ocio. El aumento de la productividad implica una decisión; los americanos se inclinan por adquirir bienes y los europeos por menos días de trabajo, para extender sus vacaciones.

Clima, medio ambiente y recursos

Cien años es tiempo suficiente para que los efectos del calentamiento global limiten el crecimiento económico, quizá marginalmente, quizá drásticamente. Ahora, es imposible saber cómo las políticas de protección ambiental van a responder y cuál será su resultado.

Además del cambio climático, otros efectos ambientales en el aire, tierra, agua y el entorno urbano se van a manifestar generando cambios en la vida económica. El continuo uso de energías no renovables puede llevarnos al agotamiento o la inflación incontenible de precios.

Desigualdad

Se suele pensar como una de las grandes constantes económicas la proporción del ingreso dividido entre capital y trabajo. Desde 1960 la compensación real del trabajo se ha estancado. La fuerza de estos cambios se ha percibido en: 1) Cambios en la facilidad con la que el capital puede ser sustituido por trabajo; 2) Cambios en la naturaleza de la nueva tecnología; 3) Cambios en la composición industrial del valor agregado; 4) Cambios en la cantidad y distribución del monopolio del poder; 5) Caída del sindicalismo; 6) El balance del poder político.

El resto del mundo

En el futuro es muy probable que los países emergentes tengan ventaja en la manufactura primaria sobre los desarrollados. Si más economías “emergen”, la demanda mundial por manufacturas y otros bienes materiales crecerá rápidamente. Satisfacer esa demanda requerirá inversión en capacidad productiva, mucha de ella de origen local. Eso va a suceder ya con la tecnología del siglo XXI. Las industrias serán más sofisticadas y proveerán un campo de acción para personal educado y especializado, que posteriormente sentará la evolución hacia el mercado de servicios.

La transformación y especialización de las economías emergentes dependen de que los países pobres organicen sus sistemas educativos, así como que ajusten la movilidad social en base al mérito. La trayectoria de la economía mundial dependerá en la velocidad en que esos países se desarrollen y en la naturaleza cualitativa de su crecimiento que implica, entre otras cosas, la manera en que contribuyen a la conservación o no del medio ambiente.

¿Cómo terminará el próximo siglo?

Los países en desarrollo crecerán más rápido que las viejas economías industriales a las cuáles les tomó más tiempo alcanzar ese nivel. La mayor incertidumbre parece provenir de la política. El paso de la pobreza nacional a la economía sustentable requiere compromisos políticos a lo largo del tiempo. Es evidente que la anarquía, violencia, nepotismo y corrupción no son las características de una trayectoria exitosa.

Nadie sabe con precisión cuántas personas pueden ser mantenidas en el mundo bajo el actual estándar de vida de los países desarrollados. Esto depende de la implícita carrera entre escases y nuevas tecnologías. Demografía y tecnología son fuerzas que son al menos parcialmente vulnerables a la influencia de las políticas públicas.

Keynes fue un reconocido optimista al que no le preocupó, no eran los tiempos, el exceso de población y el estrés ambiental. Su predicción de que el incremento del ingreso y la reducción de la jornada laboral motivaría a la gente a buscar en qué ocuparse durante su tiempo libre no se cumplió. Hoy esa posibilidad está muy debajo de las prioridades de las personas por lo menos en la sociedad de Estados Unidos.

@RubenAguilar

[1] La traducción del artículo original es de Rodrigo Islas Mariaüd.

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