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Hace 23 años nos golpeó un tsunami

tsunami El TránsitoHace 23 años, el 1 de septiembre de 1992, una enorme ola de entre 4 y 10 metros de altura, golpeó los 305 km del litoral pacífico de Nicaragua devastando varias comunidades costeras, mató a unas 170 personas, en su mayoría niños, y dejó unos 30 millones de dólares en pérdidas.

Ese día conocimos en Nicaragua el significado de la palabra “tsunami”, tan remoto en una geografía aparentemente protegida por la forma de nuestra plataforma continental. Ocurrió a eso de las 8:00 de la noche después de un terremoto en el fondo del mar 45 minutos antes.

No hubo aviso previo. Nadie en la capital se enteró de la tragedia hasta un par de horas después de que la gran ola barriera con las edificaciones a lo largo de la costa del océano Pacífico. ¡Maremoto en Nicaragua!, tronaba la Radio Ya.

Todavía no existía la red sísmica de Ineter, las únicas dos estaciones sísmicas existentes detectaron el terremoto. Pero nadie estuvo presente en la mencionada oficina para procesar la información, según reconocieron después de manera autocrítica.

Tampoco existía un sistema de alerta. La vieja estación mareográfica en Corinto sobrevivió el impacto de lo ola y la registró, señala el Ineter.

Actualmente, Nicaragua está instalando un centro de alerta de tsunamis que dará aviso al resto de Centroamérica en caso de la ocurrencia de un terremoto por encima de 6.5 grados en la escala de Richter.

Una monografía de Guillermo Quirós Álvarez sobre el tsunami de 1992, señala que la “amplitud y poca profundidad de la plataforma continental fue un elemento decisivo para frenar el ímpetu del oleaje producido por el Tsunami.tsunami masachapa

“Por otro lado, perfiles pronunciados normales al litoral y pendientes de playa mayores del 5%, fueron factores topográficos que permitieron al maremoto confinar su energía en frentes de mayor poder destructor”.

Agrega que las construcciones ubicadas frente a rompientes naturales rocosas o bancos arenosos, así como las construidas 30 metros más allá de la calzada con materiales y diseños apropiados, no sufrieron daño.

La ubicación errónea de hoteles y casas de recreo facilitaron la labor destructiva, igualmente la construcción con base en bloques sin acero en las columnas. Las edificaciones de madera, aún sobre bases de concreto, fueron removidas por la acción combinada de la fuerza de empuje del tsunami y la flotación.

Los esteros transportaron la energía de la marejada varios kilómetros tierra adentro, pues el maremoto ocurrió cerca de la pleamar. Allí la ubicación de poblaciones marginales ocasionó los mayores índices de mortalidad.

La falta de normativa sobre los requisitos constructivos se puso de manifiesto. El cierre, entubamiento y relleno de desagües naturales sobre el litoral, aislando y aniquilando humedales y manglares con fines de aprovechamiento turístico, es un error ecológico trascendente que recordó el océano en Nicaragua.

El saldo final fue de 170 personas fallecidas, 68 desaparecidas y 13,500 sin hogar. El oleaje derribó 1,300 casas y destruyó 185 botes. El daño causado se estimó entre 20 y 30 millones de dólares de 1992.

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