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Al rescate de las semillas criollas

semillas criollasCarmen Herrera |Noticias Aliadas

A pesar de ser el único país centroamericano donde se prohíbe el uso de semillas transgénicas, existe la posibilidad de que se apruebe una ley que pondría en riesgo la producción agroecológica.

El uso de semillas criollas y acriolladas para la producción de más del 75% de granos básicos; la habilitación de 408 bancos de semillas criollas en manos de pequeños productores y productoras; la aprobación de la Ley 765 de Fomento a la Producción Agroecológica y Orgánica; la declaración de 11 territorios libres de transgénicos y la voluntad política del gobierno, de organizaciones de sociedad civil y de agencias de cooperación para apoyar políticas públicas de producción agroecológicas, forman parte de una estrategia que ha cobrado fuerza desde el 2008 a la fecha, para el rescate, conservación, multiplicación, mejoramiento, uso y consumo de variedades de semillas criollas y acriolladas como dinámica para resolver la soberanía y seguridad alimentaria del país.

El rescate del uso de semillas criollas y acriolladas fue una iniciativa del Programa de Campesino a Campesino de la Unión Nacional de Agricultores y Ganaderos, (UNAG), que agrupa a pequeños y medianos productores, para su promoción y posicionamiento como alternativa agroecológica y evitar el uso de semillas transgénicas.

A partir de entonces se ha conformado un espacio denominado Alianza Semillas de Identidad que aglutina a más de 10 organizaciones de la sociedad civil que promueven acciones basadas en los conocimientos y prácticas agroecológicas locales. Por su parte, el Estado, a través del Instituto Nicaragüense de Tecnología Agropecuaria, lleva a cabo proyectos de fomento a la producción agroecológica a nivel nacional.

“Este trabajo de rescate lo iniciamos en medio de dudas y ciertas batallas, pues mucha gente nos cuestionaba sobre el hecho de que promover esta iniciativa era sinónimo de atraso, pobreza. La palabra criollo, tradicionalmente, tiene una connotación de penuria. Fuimos cuestionados por instituciones del Estado. Nos miraban como poco serios, como que no éramos lo suficientemente científicos; sin embargo, con el tiempo, tanto las instancias del gobierno como organizaciones no gubernamentales y agencias de cooperación se han sumado a este esfuerzo a través de la investigación y la promoción de tecnologías agroecológicas, entre otras dinámicas”, expresa Jorge Irán Vásquez, técnico nacional del Programa de Campesino a Campesino, a Noticias Aliadas.

A pesar de estos cambios positivos en la visión de la promoción de las semillas criollas y acriolladas, falta vencer el tema de la reglamentación y aportación de recursos económicos para la aplicación veraz del marco legal, detener el avance de la industria química que tensiona y promueve la venta de semillas transgénicas, superar las deficiencias del manejo del sistema productivo todavía prevaleciente en el uso de agroquímicos como insumos para la recuperación del suelo y el combate de plagas, así como las deficiencias para el cultivo de agua, en un país que depende casi en su totalidad de la estación lluviosa para la siembra de productos alimenticios y que enfrenta, desde hace tres años, una de las peores sequías de su historia reciente, con el fenómeno de El Niño.

“La producción campesina, además, se ve afectada por las industrias transnacionales que influyen con la promoción de procesos agroindustriales que dependen de su oferta: maquinaria, insumo y semillas. Para el sector rural es difícil establecer una lucha contra los insumos porque dependen de los agroquímicos. En el caso de Nicaragua no hubo introducción de maquinaria para el sector productivo pequeño y en el caso de las semillas creadas en laboratorio, estas no han logrado penetrar para los productos de consumo básico”, analiza Harold Calvo, promotor de la Alianza de Semillas de Identidad, en entrevista con Noticias Aliadas.

Marco legal

La Unión de Productores de Nicaragua (UPANIC), que aglutina a los grandes productores agropecuarios, ha hecho pública su solicitud al gobierno de permitir la introducción de semillas transgénicas y hacerse legalmente de la venta y consumo de semillas mejoradas y transgénicas.

“Un 10% de semillas criollas es obtenida por el gobierno y la FAO para repartirlas a sus productores y productoras beneficiarias. Con esta cantidad se alcanza completar un 85% de la producción total con base en semillas criollas. A la fecha, en el país, sólo se permite la importación de productos transgénicos para el alimento de animales, lo que significa que a través de la carne de éstos, la población consume transgénicos”, enfatiza Calvo.

En cuanto al marco legal, según se desprende de la información dada por algunas organizaciones que promueven la agricultura ecológica, a pesar de que el gobierno del presidente Daniel Ortega ha apoyado la aprobación de normas que protegen la producción orgánica, a la fecha leyes como la 807 de Conservación y Utilización Sostenible de la Diversidad Biológica, referente a la protección de la bioseguridad aprobada en el 2012, no está reglamentada, y el reciente anteproyecto de Ley de Regulación, Producción e Importación de Semillas, o Ley de Semillas, aun cuando no ha sido aprobado, deja varios de sus artículos abiertos a la posibilidad de la introducción de semillas transgénicas al país, al proponer la obligatoriedad de certificar semillas madres.

“A la propuesta del anteproyecto de Ley de Semillas le hicimos una serie de mociones”, aclara Calvo. “Esa ley hará que los productores entren en la ilegalidad, en el sentido de que quieren promover la producción de semillas madres vigilada por el estatal Instituto de Producción y Sanidad Agropecuaria. Las semillas criollas tienen miles de genes y de orígenes, es difícil saber cuál es la madre porque a diario la están cruzando. Lo que ellos quieren es que todas las semillas sean certificadas y vendidas para capturar el 75% que consume semillas criollas”.

Otro de los retos de importancia enfrentados por el sector rural, aun cuando hay avances en la utilización de semillas criollas para la siembra tanto de granos básicos como de hortalizas y frutas, no se complementa con el uso de otras herramientas agroecológicas.

“Las semillas criollas no son mágicas. Estas debe estar acompañadas, para hacer sostenible su uso, de prácticas agroecológicas integrales: uso de agua, suelo, organización comunitaria. La gente debe tener autonomía y soberanía para organizarse en función de defender sus sistemas productivos aprendidos de sus antepasados”, analiza Vásquez.

Proteger la biodiversidad

Como logros obtenidos por la Alianza Semillas de Identidad, Erick Barrera, coordinador del proyecto “Rescate, preservación y multiplicación de Semillas Criollas” de la Fundación Dennis Ernesto González, destaca la aprobación de 11 ordenanzas municipales “para la protección y fomento de la biodiversidad, las semillas criollas y acriolladas y declarar Territorios Libres de Especies Transgénicas” y otras nueve ordenanzas municipales en proceso de aprobación. También destaca que el 50% de los bancos de semillas son cuidados y administrados por mujeres productoras; que haya designaciones de presupuestos municipales en las alcaldías para la compra y promoción de semillas criollas y acriolladas para ser entregadas a sus poblaciones metas; y que existan más de 35,000 familias productoras de semillas criollas, integrantes de organizaciones de la Alianza.

En cuanto al tema de investigación, las organizaciones de la Alianza destacan la promoción de parcelas de fitomejoramiento de semillas criollas de frijol y maíz para adaptarlas al cambio climático; convenios con universidades estatales; la realización de marchas a nivel nacional en demanda de dar cumplimiento al marco legal para la no introducción de semillas transgénicas; y cabildeo para la reglamentación de la Ley 807.

La práctica de la no quema para la siembra en un 90% a nivel nacional y la valoración positiva que hace el actual gobierno al uso de las semillas criollas, también representan logros para la Alianza.

Entre los retos que enfrentan están: la especialización por rubros (maíz, frijoles, sorgo, arroz, entre otros) a los productores de semillas criollas y acriolladas; la conformación de redes de bancos de semillas a nivel nacional; el establecimiento de modalidades de compra-venta y precio para las semillas criollas. Otros retos son la reglamentación de la Ley 807 y trabajar en la reducción y/o eliminación de agroquímicos para la producción de semillas criollas y acriolladas, ya que a la fecha todavía el 40% de los insumos utilizados en su producción son agroquímicos, según técnicos de campo de las organizaciones de la Alianza.

Asimismo, enfrentan la campaña de las grandes empresas organizadas en el Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP), en cuanto a la afirmación que han hecho recientemente a raíz del fenómeno de El Niño, de que “la semilla transgénica es la solución para el cambio climático”, y la amenaza de la aprobación de la Ley de Semillas que podría permitir el ingreso de semillas transgénicas en el único país de la región centroamericana que está prohibido su uso para la siembra de alimentos de consumo humano.

Pero, el desafío más sentido es el referido a la falta de conciencia de la población en general que no hace la diferencia sobre la importancia de consumir y comprar productos orgánicos, en un país en que los pequeños agricultores llevan más de tres décadas apostando por la producción agroecológica de los principales rubros de la dieta nicaragüense: el maíz y los frijoles.

“Tenemos una deuda pendiente con la población, a la que no hemos sensibilizado sobre las bondades de consumir productos orgánicos tanto para su salud como para aportar al proceso de estimulación de las y los campesinos que producen orgánicamente”, reflexiona Vásquez.

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