Rss Feed Tweeter button Facebook button Youtube button
|

Infierno de los pobres

Rolando Cruz, destacado periodista nicaragüense.

Rolando Cruz, destacado periodista nicaragüense.

Rolando Cruz |Periodista

* Una respuesta a quienes con insistencia me están pidiendo una posición acerca de la fórmula presidencial de Daniel y Rosario. Les ruego a quienes no comparten mi criterio o historia de vida, respeten mi posición, igual que yo respeto a todo el mundo.

Cuando mi familia dio el salto desde una cuartería frente a la Colonia Somoza -creo que era el Barrio Bóer por la Farmacia Ávalos- hacia la Centroamérica, pasó de cabeza de ratón a cola de león. Cuando nací lo primero que encontré en el mundo es que llevábamos vida de “apartheid” voluntario. ¡¡Cuidado con incomodar a los vecinos!! Todos ellos ricos a la par de nuestra indigente familia.

Mi padre, chofer analfabeta y con 13 hijos que mantener en ese mundo hostil para los pobres, nos prohibía visitar las casas vecinas, siempre vivió con el pánico de que uno de los “ricos” se metiera en problemas con nosotros. “Nada de ir a calentar sillas en casa ajena”, nos sentenciaba. Un día rompí la regla, estaba en la sala de los Ferretti y llegó de improviso el papá de mis amigos, me sacó volando al grito de “voy a capar a este jodido chavalo”. La dicha fue que los hijos de los vecinos se metían con nosotros para jugar y hacer vida comunitaria, mi casa era la de todos los amiguitos. En la inocencia de los infantes, no cabe la discriminación de ningún orden.

Yo cantaba en el vecindario con mi hermano Ramiro, tres canciones por un chelín, eso costaba una tortilla. También vendíamos tomate y queso con una pana en la cabeza, Ramiro también lustraba zapatos y vendía periódicos. Pero representábamos un estorbo para los ricos, recuerdo cuando tenía seis años y descubrí adonde una vecina un televisor blanco y negro… me detuve sorprendido a ver ese extraño artefacto. Estaba ido analizando el aparato desde la grada de la puerta. ¿Cómo se metió esa gente en esa caja? Eso me preguntaba y seguía abstraído descubriendo el mundo de la tecnología del momento, cuando de pronto me tiraron la puerta pesada de la casa, dejándome un raspón en la cara.

Otro día, mientras cantábamos con mi hermano Ramiro –mi gran Zorrón- de pronto sin mediar palabra alguna, salió el hijo del Coronel Pánfilo Parrales de nombre Mario –otra familia rica- con un rifle en manos y me metió un plomo en mi barriga de niño famélico, fui a parar al Hospital El Retiro para que me operaran. Recuerdo que corrí a esconderme bajo la cama para que mi padre no me castigara por haber provocado la ira de un rico. Casi tenía tétano cuando dichosamente Doña Isabel Otero fue el Ángel de Dios que llegó a dar aviso y exigió al Coronel que me llevara al hospital. Esa señora peleó fuerte con el Coronel, ella era de las ricas buenas, hasta dejaba que mi hermano Ramiro montara el Zapoyol o el Chince, los caballos que para los agostos llevaba Don Alfredo Talavera para sus hijos, eran de la Finca Santa Clara en Chontales.

Un buen día mi compañero de aula en la Escuela Salvador Mendieta, era de apellido Fuentes, creo que de nombre Jorge Luis, me prestó su bicicleta –el sueño de todo niño pobre- pero perdí equilibrio y pasé rayando un Carro Fiat 127 color Beige; el dueño al que ya de viejo identifiqué, era Ángel Ramírez, me persiguió y pasé 15 días sin asistir a clases, porque me decían que seguía buscándome. El problema es que vivía en el mismo Callejón de los Fuentes, detrás de la escuela y yo iba a ser presa fácil de atrapar. ¿Con qué iban a pagar mis viejos? Casi pierdo el año escolar, y de eso no podía hablar con nadie, era como una isla dentro de un mar grande que era mi familia. Salía de casa con útiles escolares y uniforme, pero me metía en el cauce central del barrio por la Iglesia de Fátima, para matar el tiempo… lloraba todos los días, de miedo, de pánico, por lo que podía pasarle a mis padres por el rayón de un carro.

Los sustos estaban a la orden del día, pero no todo fue malo. Recuerdo con enorme cariño a Don Felipe Khalona porque nos llevaba a jugar con sus hijos, Toto y Tonino, al Zacarías Guerra. También nos ponía a jugar en el patio al frente de su casa, recuerdo con mucho esa casa y Dios quiso que ya de viejo se las compré y vivo en ella, eso me trae buena vibra. Un día, estando solos los niños, Toto me prestó su bicicleta, me fui en una zanja, y sabiendo que Doña Blanca tenía recio carácter, todos empezamos a temblar de miedo. La gran dicha fue que el primero en llegar a la casa fue Don Felipe y conociendo el asunto dijo: “No me arruinen, eso no es nada, todo lo material se repone en la vida”. Es la persona mayor que más recuerdo en mi vida de infante, por su bondad, por su sapiencia y carácter alegre.

Nunca olvidaré cuando supe que existían los calzoncillos, si a duras penas tenías un pantaloncito para todos los días, era imposible soñar con ropa interior. Ocurrió una mañana cuando en el patio de la Escuela Salvador Mendieta jugando chibolas con los compañeritos de clase. Cuando David Flores Moreira se agachó para rechinar una chibola contra la otra, un elástico blanco se dejó ver en la parte trasera de su fajón, agucé la vista con extrañeza, y miré parte del resto del calzoncillo… qué carajo éste, se pone calzones como las niñas, pensé en ese momento. Era un niño que siempre descubría algo que no había en la casa, y era fácil encontrar cosas de las que adolecíamos.

Caminar de ida y regreso al Liceo Franciscano, adonde pudimos estudiar gracias a la bondad del Padre Bernardino Formiconi, no era gran cosa, pues simplemente eran cuatro kilómetros de ida y vuelta. Pero es complicado y doloroso cuando vas con zapatos burros de la Rolter, gastada su suela y poniendo cartón todos los días, porque el sol del mediodía quemaba la plantilla hechiza. Las burlas –ahora le dicen bulling- tenías que soportarlas, porque venían de los ricos. En varias ocasiones nos echaron a la Guardia Nacional, que llegaba a avasallar a mi viejo y a mi madre –sabia y santa-. Todo y todos estaban contra nosotros por la sencilla razón de ser pobres.

En estas condiciones uno cargaba rabia, pero más valía contenerla, porque quien pagaría por un arrebato de cólera, serían nuestros padres. Había impotencia, dolor y sufrimiento. Hubiese preferido crecer entre la pobretería de la cuartería y por eso ahora disfruto mucho metiéndome en barriadas o locales de organizaciones de obreros y campesinos… mi pasado me atrapa.

Haber sido los pobres del barrio fue una tragedia para mí, muchas veces en mi cabeza de niño rondó la idea del suicidio, esa fue parte de mi vida en el infierno de los pobres. Es por ello que en mi vida adulta comencé a impulsar obras de amor a los pobres y en todo lo que está a mi alcance les acompaño en su triste vida de necesidades. Algunos amigos acompañan la obra de la Misión San Nicolás, creada para ese afán. Pero también descubrí que con una Revolución Socialista se podría voltear la tortilla, para que el ardor del fuego no siempre abrazara nuestras vidas de pobres.

Ver a las niñas de colegios privados, tenía que ser de largo. Me babeaba viendo los uniformes cuadriculados y de tirantes del Colegio Teresiano; el blanco Inmaculado de la Inmaculada Concepción de María y el de babero azul del Colegio Francés… pero todo a larga distancia. Un día me enamoré perdidamente de una niña de babero azul, y su padre la sacó del país, siempre supuse que había sido para que no cayera en manos de un indigente. En un arranque de rebeldía infantil, recuerdo que en la Esquina de los Coyotes, comenzamos a jugar tirando bolsa de agua a las niñas ricas cuando pasaban en el bus colegial, pero un día Toño Paipa tiró un huevo podrido y nos persiguió el chofer, para luego sumarse a la persecución los guardias de la Décima Sección de Policía, que estaba a una cuadra.

Al bus del Colegio Primero de Febrero, de la Guardia Nacional, lo esperábamos todos los mediodías para gritarles a coro: ¡¡¡ Orejas, orejas, orejas !!! Todos sabíamos que venía la consabida respuesta: ¡¡¡ Tu madre es la pendeja !!! Imagínense por donde venía estallando nuestra respuesta a la vida de pobres oprimidos. ¡¡Orejas, orejas, orejas!! ¡¡¡ Tú madre es la pendeja !!! Nada sabía nuestra madre de lo que empezábamos a hacer por darle vuelta a la tortilla.

Llegó a mi vida una esperanza con los sacerdotes franciscanos que compartían la Teología de la Liberación, a la cabeza el Padre Uriel Molina Oliú, junto a Mauro Iacomelli y Bernardino Formiconi. No se puede obviar a nuestro Sacristán Mayor, Francisco Javier Bautista Lara, quien tenía siempre palabras sabias para alinear nuestras vidas.

Una de nuestras primeras acciones en la Revolución fue protestar el asesinato de Pedro Joaquín Chamorro a inicios de 1978. Éramos chigüines con menos de 15 años, con tanta inexperiencia que cuando nos tiraron balas nos escondimos en los polines de madera en el patio de la Coca Cola contiguo al Diario La Prensa. Esas astillas de madera no hubiesen detenido ni un escupitajo lanzado contra nosotros. Dios nos protegió, pero en la huida se nos perdió Plinio Suárez que era el menor y junto a Pancho Bautista y Tonino, dimos cien vueltas entre montes y oscuras calles aledañas, hasta que logramos reunirnos todos juntos en la Rotonda de Bello Horizonte… la orden de Pancho fue que no volvíamos a la Centroamérica sin el Chele Suárez.

Después todo es historia nacional, en mi caso personal he seguido trabajando por los pobres en todas las facetas de mi vida, con mucho ardor. Muchas frases fraguaron mi carácter izquierdista, una de las más grandes que llevó paz a mis inquietas posiciones fue la del Papa Pablo VI dicha en el Concilio Vaticano II de Medellín: “El lujo de unos pocos, es la humillación de las grandes mayorías”. Desnudó las profundas y verdaderas razones que sumergieron mis pesadillas en los primeros años de vida. Ahora recientemente el Papa Francisco dijo que “el rico que no comparta su riqueza, le está robando al pobre”.

Escribo esta historia para que sepan quienes me han llamado para conocer mi posición de la fórmula presidencial del Comandante Daniel y la Compañera Rosario, que Carlos Fonseca dijo que no se luchaba para hacer un cambio de hombres en el poder, sino para cambiar un sistema. No importa quién esté conduciendo nuestra Revolución Socialista, Cristiana y Solidaria, la emancipación de los pobres la seguimos ansiando y construyendo. Pero si viene al caso hablar de ellos, merecen mi mayor respeto, cariño y aprecio, porque llevan décadas al lado de los pobres. Dice mi amigo Luis Barboza, igual que Domingo Pérez, Gustavo Porras y Miguel Ruiz –todos líderes de organizaciones de trabajadores-, que Daniel y Rosario han sido leales a la clase trabajadora. Las esperanzas de los pobres siguen estando en la conducción del Frente Sandinista de Liberación Nacional. La lucha contra la pobreza requiere de un país único, de una voluntad terca de amor por los pobres del mundo.

Tomado del blog “periodistanica”

  • Antonio

    Rolando, tu historia es compartida por millones de nicaragüenses que no perdemos la esperanza de una vida mejor, y no me refiero a llenarnos de cosas materiales, sino a vivir en una sociedad que brinde oportunidades a todos por igual en educación, salud, servicios básicos, alto nivel de seguridad publica, etc. que solo se pueden conseguir con una mentalidad solidaria y con la bendición de Dios. Siga adelante mi compa.

Archives

Recently Commented

  • Mark Potosme: Que no se vuelva a aparecer en Nicaragua este viejo hediondo. Esos no comen banano por no botar la...
  • Allan Brito: La peor raza de la tierra, sino preguntenle a los paleestinos que sufren un verdadero holokausto por mas...
  • Montecristo: Estas agencias estan infestados de moclines y gays deprabados y son los que imponen las nuevas modas...
  • El Alguacil: La idea nunca fue que nosotros terminemos pagando el impuesto, sino que no entraran productos narcos....
  • MADE IN COLOMBIA: es re gracioso eso que llaman “impuesto patriotico”, al final ese arancel lo termina...