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Un viaje de camiones Pegaso para Nicaragua

Vista aérea del puerto de Corinto, en Nicaragua.

Vista aérea del puerto de Corinto, en Nicaragua.

Juan Cárdenas Soriano*

Habían pasado varios años desde mi última estancia en el puerto de Itea, próximo a la ciudad de Corinto en la Grecia clásica, cuna de la democracia. La otra Corinto que ahora nos disponíamos a visitar es una ciudad de Nicaragua, allá en la lejana Centroamérica. Lugar en el que los Somoza seguían ostentando el poder desde el golpe de estado protagonizado por Anastasio en el año 1934. Sería su hijo “Tachito” quién “heredara” el mando y fuese responsable principal de nuestra escala en aquel puerto como importador de una partida de camiones Pegaso a través de su empresa Dismotor, una de las más de cien, que junto con la sexta parte del país, pertenecían a la familia. Durante la escala concurrieron hechos y circunstancias que creo merecen la pena ser relatados cuarenta años después.

Al amanecer de aquél día de llegada durante el verano de 1977 nos encontrábamos en la línea de practicaje junto a la cercana isla de Cardón, cuando se nos ordena fondear y permanecer atentos por el canal 16 de VHF en espera de instrucciones, dado que de momento no había espacio disponible en puerto para nosotros, debido a saturación de la línea de atraque.

No pasó más de media hora desde el fondeo cuando por el canal de espera recibimos el anuncio de que el práctico se dirigía a bordo, para proceder a llevarnos a puerto una vez finalizada la maniobra de desatraque y fondeo de un buque alemán, que acababa de interrumpir operaciones, y así nosotros ocuparíamos el lugar que dejaba disponible. Inmediatamente escuchamos el mensaje por el canal 16, las quejas y exabruptos del capitán alemán, con toda la razón, no se hicieron esperar, aunque de nada le sirvieron.

Pasada media hora, y una vez que el buque alemán quedó fondeado, se nos abarloa un yate, que no la habitual lancha de prácticos, y vemos como por la escala de gato sube el práctico seguido por un joven militar elegantemente ataviado con impecable uniforme kaki en cuyas hombreras lucía las estrellas; le seguía una tercera persona, también de uniforme. Los tres, una vez en cubierta, son acompañados por el contramaestre hasta el puente de mando, donde el capitán les espera.

El práctico no necesitó presentación puesto que la vestimenta y el walkie talkie en bandolera lo identificaba. Éste, tras saludar al capitán Francisco Bilbeny, procede a presentar a sus acompañantes, haciéndolo en primer lugar por el mayor Somoza y siguiendo por el capitán de puerto, un individuo de origen alemán y de pobre castellano.

Encantado…, fue la respuesta de Bilbeny tras estrechar la mano a los visitantes.

El capitán de puerto, mientras el joven y pulcro militar miraba hacia la proa en absoluto silencio, comentaba con marcado acento alemán, que se había visto obligado por órdenes superiores a dar preferencia e inmediatez al atraque del buque “Merced”, por cuya causa hubo de paralizar las operaciones del otro buque y sacarlo a fondeadero. Entre otras causas alegadas para justificar la peregrina decisión, estaba que el embajador español esperaba en puerto la llegada del barco.

Mientras el capitán, con el auxilio del práctico realizaba la maniobra de atraque, dio instrucciones al camarero para que ofreciese a los visitantes un café.

-Mayor, deberá conformarse con un café colombiano…, le dijo.

El café centroamericano siempre ha sido considerado como uno de los mejores del mundo, después del de Puerto Rico.

Seguro que en su composición lleva algún grano de café nicaragüense…, fue la respuesta del correcto militar, en cuyas formas se adivinaba la exquisita formación adquirida en EE.UU. e Inglaterra; primero en un internado religioso en Newton, para después seguir su formación en Harward y finalizar por último en la Academia Militar de Sandhurst de Inglaterra; detalles éstos que apuntó al ser preguntado por el capitán en distendida charla durante la maniobra sobre el origen de su marcado acento inglés.

Inmediatamente al atraque y precediendo a las autoridades que efectuarían el despacho del buque, subieron a bordo junto al agente consignatario de Trasatántica, entre otros, el embajador español Pedro Manuel de Arístegui, quien pasado los años perdería la vida en el Líbano; venía acompañado por un alto representante de ENASA, fabricante de Pegaso, quien se trasladó desde España en representación de la firma, para dar notoriedad al comienzo de la operación comercial y otros personajes de la política nicaragüense, entre los que aparecía una bella joven, alto cargo de no recuerdo qué departamento, formaban el cortejo.

Tras las correspondientes presentaciones, el agente de Trasatlántica, en un apartado, comentó al capitán la conveniencia de ofrecer un vino español a las personalidades que visitaban el buque y de esta forma adornar con el suficiente boato el comienzo de tan interesante operación económica entre ambos países, que representaba la adquisición por parte de Nicaragua, de una partida de más de cincuenta camiones, comienzo de otras que se esperaba continuarían tras aquella primera. El capitán accedió gustosamente movilizando de inmediato al mayordomo y el cocinero, para que se esmerasen ofreciendo lo mejor de su buen hacer sin escatimar nada.

*Del blog del autor del artículo.

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