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Nicaragua, un paraíso a salvo del turismo masificado

hamacaFederico Oldenburg

Con una caprichosa geografía, de carácter volcánico, pueblos con sabor colonial y lodges ecológicos emplazados en entornos naturales incomparables, Nicaragua se postula como un destino apasionante para los viajeros que rehuyen del turismo masificado.

En un mundo cada vez más pequeño, de paraísos atiborrados y enclaves históricos reconvertidos en parques temáticos, el turismo de lujo ya no es lo que era. Lo saben bien aquellos viajeros de espíritu más curioso e intrépido, que tantas veces han emprendido un periplo soñado para acabar dándose de bruces con lo mismo de siempre: guías con banderita, hordas de instagramers, comercios clónicos, sabores globalizados… Ni siquiera el resort más confortable sirve de consuelo cuando aflora la decepción por haber recorrido miles de kilómetros para encontrarse con un exotismo de andar por casa.

Pero que nadie eche aún sus samsonites a la hoguera, porque en este sufrido -y fascinante, pese a todo- planeta aún quedan lugares que bien vale la pena descubrir, donde el lujo no son los mármoles que engalanan el hall del hotel ni las estrellas Michelin que atesora el restaurante, sino la misma experiencia, auténtica e inolvidable, que depara un viaje concebido no como desplazamiento físico de un lugar a otro o banal safari de selfies, sino como un ejercicio vital enriquecedor, capaz de transformarnos en personas más sabias y sensibles.

¿Cómo asegurar que seguimos siendo los mismos después de, por ejemplo, haber dormido en una cabaña en una isleta privada de un inmenso lago, acunados por el canto de un centenar de pájaros, oír el borboteo de la lava desde el mismo cráter de un volcán o desperezarse sobre la arena de una playa kilométrica y solitaria, resguardada por la jungla tropical?

Viajero empedernido y empresario aguzado, Gonzalo Gimeno vislumbró un buen día que en el sector turístico existe una creciente demanda de periplos diseñados a medida para aquellos que comparten su idea de que “cada viaje es un sueño y una vivencia personal”. Con este convencimiento creó Elefant, agencia especializada en el asesoramiento de itinerarios singulares, planeados ex profeso, acorde a las inquietudes y deseos de cada cliente. Amén de la amplia experiencia viajera del propio Gimeno -que ha estado en más de 80 países- y su equipo, la compañía cuenta con el respaldo de un prestigioso galardón: es la única agencia de viajes española que ha sido galardonada por Travel Made, la asociación internacional que engloba a compañías consagradas al turismo de lujo. El premio es tan relevante como un Oscar en el ámbito del cine.

Esta amplia introducción -que el amable lector sabrá disculpar- viene a cuento para explicar la esencia y el carácter excepcional del viaje que se relata en estas páginas: un recorrido emocionante por algunos de los rincones menos explorados de un pequeño país que aún no ha probado las mieles del turismo de masas, Nicaragua.

La asesoría de Elefant, desde luego, ha resultado clave para que, en apenas cuatro días, esta nación centroamericana desvelara a quien esto firma (y al autor de las fotos que ilustran el reportaje) sus encantos más esenciales -los rasgos de un territorio singular, con una geografía caprichosa salpicada de numerosos volcanes e inmensos lagos; el entrañable sabor colonial de sus pueblos y ciudades- y también algunos de sus secretos mejor guardados, como los eco-lodges situados en entornos naturales incomparables.

Muy probablemente, la aciaga historia de Nicaragua -signada por numerosos períodos de inestabilidad política- y su fragilidad económica han impedido que este país, que extiende sus 130.373 km2 entre el océano Pacífico y el mar Caribe y cuenta con una rica biodiversidad, con selvas, decenas de volcanes, playas vírgenes, islas y muchos otros atractivos para los visitantes, haya desarrollado una industria turística tan relevante como la cuenta, por ejemplo, la vecina Costa Rica.

Pero, justamente -y aun cuando en la última década el turismo ha crecido en este país un 90%-, ese rasgo de destino poco explotado, de escenario inexplorado, multiplican su interés, especialmente para aquellos viajeros que prefieren aventurarse por territorios menos trillados.Sirva este periplo nicaragüense, pues, para que los trotamundos que anhelan experiencias únicas tomen nota.

Si bien la estructura aeroportuaria del país obliga -salvo raras excepciones- a aterrizar en Managua, en una visita breve más vale no entretenerse más de la cuenta en la capital y dirigirse raudamente a cualquiera de las dos ciudades de carácter más colonial: León o Granada. La primera, con algo más de 206.000 habitantes, es la segunda ciudad del país. Está situada a 90 kilómetros de Managua y disputa con Granada el mérito de ser la primera población establecida por los colonizadores españoles en lo que hoy es el territorio de Nicaragua. En cualquier caso, ambas fueron fundadas por Francisco Hernández de Córdoba en 1524. Aunque la actual ubicación de León dista 30 kilómetros del emplazamiento original, un terreno llano próximo al lago Xolotlán, frente al volcán Momotombo, donde hoy perviven las ruinas del llamado “León Viejo”. El traslado de la ciudad se decidió luego de que la primera villa fuera destruida por un terremoto y la posterior erupción del volcán, en 1610.

Considerada como el epicentro cultural de Nicaragua, León es ciudad universitaria desde 1813 y ha sido capital del país en diversos períodos históricos, alternando en ese papel con su eterna rival -Granada- hasta 1858, cuando Managua obtuvo definitivamente la capitalidad. A pesar de ello, León ha mantenido su relevancia como núcleo de la actividad agrícola y comercial de la nación.

La nobleza solariega de la ciudad se percibe recorriendo las calles de su centro histórico, donde luce la alcurnia de las grandes casonas construidas en los siglos XVIII y XIX y que fueron residencia de las ilustres familias leonesas. Aunque la mayoría ha cambiado de manos -y utilidad, incluso-, en sus amplios patios, corredores y jardines pervive el estilo arquitectónico colonial característico de esta población.

El centro de León concentra también un gran número de iglesias, santuarios, parroquias y demás ejemplos de arquitectura religiosa, el más importante de los cuales es sin duda la Insigne y Real Basílica Catedral de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, imponente edificio de estilo ecléctico -o “mixto”, acorde a la definición de los nicaragüenses-, que aúna una nave de inspiración barroca construida entre 1747 y 1814 con torres de líneas neoclásicas. Más allá de su estética variopinta, esta catedral destaca por la robustez de sus muros, que le han permitido soportar temblores y erupciones volcánicas así como ejercer funciones más bélicas que santas: en 1824 se colocaron cañones en su azotea para defender la ciudad del sitio al que le sometieron las fuerzas conservadoras; y en 1979 también se hicieron fuerte allí los guerrilleros sandinistas del FSLN que acabarían derrocando al dictador Anastasio Somoza.

Es la catedral más grande de Centroamérica y en ella descansan los restos del nicaragüense más célebre: el poeta Rubén Darío. Aunque para el visitante curioso su principal atractivo es la propia azotea, que puede recorrerse a pie -sin calzado, eso sí- para disfrutar de las mejores vistas del casco viejo de León.

Dormir en el convento

La aureola religiosa de la segunda ciudad de Nicaragua es tan intensa que alcanza incluso al alojamiento más exquisito y singular de la villa, el hotel El Convento. Que, efectivamente, fue convento antes que hotel: alojó a los frailes franciscanos desde 1639 hasta 1829, cuando el gobierno desterró del país a las órdenes religiosas y decretó que sus inmuebles fueran destinados a la enseñanza o la beneficencia pública.

Desde entonces, el viejo convento de San Francisco -el primer que existió en León- tuvo toda suerte de funciones hasta que en 1995 se iniciaron las obras para reconvertirlo en hotel, respetando su arquitectura y espíritu original. Así, hoy El Convento es un alojamiento peculiar, con un maravilloso jardín central rodeado por un claustro plagado de piezas de arte colonial, viejos utensilios y detalles pintorescos. En un patio trasero, casi confidencial, dispone de una pequeña piscina, inútil para realizar ejercicios natatorios aunque suficiente para refrescarse tras una agotadora jornada. Las habitaciones son sobrias, amplias y confortables, con el aire austero propio del pasado franciscano del edificio.

Amén de perderse por las calles de sus barrios más antiguos, visitar iglesias y museos -el Centro de Arte Ortiz Gurdian exhibe obras de un amplio espectro, desde el Barroco hasta arte indígena y piezas contemporáneas- y reponer fuerzas frente a un plato de buena carne asada a la parrilla (en el restaurante Al Carbón, el gran especialista en la materia en la ciudad), León es también un buen punto de partida para realizar una excursión a la localidad de Chichigalpa, a 30 kilómetros de distancia, para conocer la destilería de Flor de Caña, que desde 1890 produce los rones más premiados del mundo y son el orgullo de Nicaragua.

Granada, excéntrica sultana

140 kilómetros al sur de León, bordeando el lago Xolotlán, se encuentra la ciudad de Granada, que a pesar de ser actualmente más pequeña que aquella -no supera los 110.000 habitantes- ostenta similar pedigrí histórico y belleza colonial, luciendo un estilo arquitectónico más morisco, que le ha hecho merecedora del apodo de “La Gran Sultana”.

El encanto de Granada aúna ese cariz ciertamente excéntrico -que se acentúa especialmente en determinados rincones, como el pintoresco cementerio de la ciudad, donde las familias más renombradas de la ciudad compiten con panteones monumentales de mármol fino, que en ocasiones rayan lo estrambótico- con una privilegiada situación geográfica, en un entorno paisajístico de estremecedora belleza -dominado por el imponente volcán Mombacho-, a orillas del lago Cocibolca, llamado también Gran Lago de Nicaragua. Con una extensión de 8.264 km², es el mayor lago de Centroamérica y entre sus aguas asoman dos volcanes, tres islas y más de 400 isletas, originadas por las avalanchas de piedra y lodo procedentes de las laderas del Mombacho. El inmenso Cocibolca destaca también por ser hábitat natural de la única especie de tiburones de agua dulce (Carcharhinus leucas), además de tener oleaje y mareas, lo que llevó a los primeros españoles que lo avistaron a denominarlo “Mar Dulce”.

El Parque Nacional del Mombacho, con una enorme riqueza de fauna y flora y zonas de selva que aún se preservan vírgenes de la exploración humana, no es el único atractivo que han legado los volcanes al entorno de Granada. A 30 kilómetros de la ciudad se encuentra el Parque Nacional del volcán Masaya, que en sus 54 km² de extensión cuenta con dos volcanes, cinco cráteres y más de 20 kilómetros de senderos que pueden recorrerse hasta llegar -en pie o en coche- al mismísimo borde de uno de los cráteres del Masaya, que es uno de los siete volcanes activos del país. La experiencia de asomarse a abismo incandescente de su interior y percibir el borboteo de la lava es sobrecogedora. Las instalaciones de este parque cuentan también con un centro de interpretación que conviene visitar para comprender la naturaleza de un lugar venerado por los habitantes autóctonos de la región antes de la llegada de los españoles, que estigmatizaron el Masaya como “boca del infierno”, plantando junto a uno de sus cráteres una enorme cruz, para conjurar al diablo.

En el lago de los tiburones

Partiendo de Granada, otro de los planes obligados es navegar por las aguas del Cocibolca, avistando sus numerosas islas y fisgoneando -con perdón- las estupendas residencias que en algunas de ellas han instalado los más pudientes de los locales. Mejor aún es hacer noche en una de estas isletas privadas, alternativa posible si se reserva con tiempo una de las nueve “casitas” que oferta Jicaro Island Lodge, concepto de alojamiento ecológico que forma parte de la selección Unique Lodges of the World de National Geographic.

Fiel a los principios de esta organización naturalista de ofrecer “experiencias singulares en establecimientos arraigados a su comunidad y comprometidos con la protección del habitat y la cultura del entorno”, el único lodge seleccionado por NG en Centroamérica es, más que un hotel, una estancia en el paraíso. Una suerte de resort ecológico que permite a sus huéspedes integrarse en la naturaleza sin interferencias ni impacto alguno.
El idílico proyecto de alojamiento sostenible, respetuoso con el ámbito natural y que contribuye a generar riqueza a la comunidad del entorno del lago, nació de la iniciativa de la empresaria londinense Karen Emanuel, quien tras visitar Nicaragua decidió adquirir la isla donde hoy se sitúa Jicaro Para hacer realidad su eco-lodge, contó con la colaboración del arquitecto Matthew Falkiner y la compañía Cayuga Sustainable Hospitality, que desarrolla y gestiona resorts sostenibles y hoteles “verdes” en América Latina y el Caribe. Juntos han dado a luz un lugar de auténtico ensueño, con estancias comunes abiertas a la naturaleza y nueve bungalows de dos plantas, construidos en madera emulando “casas de árbol”, de elegante sencillez, cómodos y lo suficientemente espaciosos como para que la experiencia sea óptima. Todos ellos, enlazados por senderos de piedra, disponen de terraza privada y vistas al lago. La gastronomía de Jicaro Island Lodge, elaborada con productos de proximidad, así como su coctelería, protagonizada por el ron nacional y las frutas exóticas, resultan satisfactorias. Pero aquí lo mejor de todo es dormir en cualquiera de sus “casitas”, con el arrullo del canto de los pájaros -hay más de un centenar de especies volando entre las islas- y otros sonidos propios de la foresta, como si se descansara en la misma jungla.

Los bungalows de Tarzán

Si bien la experiencia en el eco-lodge de esta pequeña isla es memorable, sería cuanto menos paradójico pasar por Nicaragua, país encajado entre las dos masas marinas más grandes del globo, sin dejarse tentar por alguna de sus maravillosas playas.

Para paliar ese pecado, sin desmarcarse del tono explorador del resto del viaje y la querencia ecologista de la escala en el Cocibolca, lo más aconsejable es abordar otra vez la lancha que en apenas 15 minutos completa el trayecto entre Jicaro Island Lodge y el embarcadero de Granada para allí coger una vez la carretera, y recorrer los 95 kilómetros que supone llegar a Morgan’s Rock, impresionante hacienda de 1.618 hectáreas situada sobre la costa del Pacífico, en el extremo sur del país, que entre otras cosas cuenta también con un fabuloso lodge ecológico. (También se puede llegar a Playa Ocotal, donde se encuentra esta propiedad, por vía marítima embarcando en el puerto de San Juan del Sur, a 98 kilómetros de Granada, y realizando una deliciosa de cerca de una hora, que culmina con un desembarco un tanto brusco en la misma arena).

Enclavada en el istmo de Rivas -allí donde se pretende construir un canal interoceánico alternativo al de Panamá- Morgan’s Rock pertenece a la familia de la empresaria francesa Claire Ponçon, que llegó a Nicaragua en 1974 y desde entonces ha destacado por su espíritu altruista en el emprendimiento de proyectos agrícolas y turísticos.

Aunque se trata de una finca consagrada originalmente a la actividad agrícola-ganadera -dispone de cultivos de café, ganadería, granja avícola…-, que ha sido reforestada con especies nobles, desde el año 2004, por iniciativa de Eric, hijo de Claire, Morgan’s Rock también opera como hotel. Aunque en este caso el término también se antoja insuficiente, porque se trata de un alojamiento excepcional, y no sólo por sus fundamentos ecologistas.

Vista de la playa Morgan’s Rock desde uno de los bungalows mimetizados con la vegetación.

Más allá de la magnificencia del lugar donde se encuentra -un paraíso terrenal con 1,5 km de playa de arena blanquísima, bordeada por una reserva natural donde conviven siete variedades de tortugas (todas ellas desovan en la misma playa y cinco de ellas están en peligro de extinción), monos aulladores, osos hormigueros, perezosos, guacamayos, garzas y muchas otras especies-, Morgan’s Rock destaca también por sus instalaciones y arquitectura, mimetizadas con el entorno selvático. Las amplias villas -algunas disponen de piscina privada- y bungalows, ocultos entre la frondosa vegetación, parecen diseñados por el mismo Tarzán: están construidos exclusivamente con materiales propios de la hacienda y para acceder a ellos hay que atravesar un largo puente colgante de madera y trepar por interminables escalinatas de piedra.

La cocina del establecimiento se esmera en elaborar una gastronomía sencilla pero sabrosa, que se provee mayormente de los productos de la misma finca y de la pesca local. Los platos pueden disfrutarse en el comedor del restaurante situado junto a la piscina, con vistas al mar, o incluso en la misma playa, donde se cena a la luz de las velas.

Morgan’s Rock cuenta con un amplio programa de actividades que sacan partido a los múltiples atractivos de la propiedad: surf, paseos en kayak, cabalgatas por la playa y la reserva, pesca, safaris fotográficos por la jungla, desayunos en la granja… Es, qué duda cabe, un paraíso secreto que merece ser preservado con el mayor rigor. Al igual que el resto de los encantadores rincones de Nicaragua que aún no han entrado en la órbita del turismo masivo. Porque, como bien dice Claire Ponçon, “esta actividad puede ser una fuente importante de riqueza para Nicaragua, siempre y cuando se gestione con buen criterio. Ya sabemos que, al igual que los cultivos, el turismo también tiene sus plagas”.

GUÍA PARA EL VIAJERO

El Convento
León, Nicaragua Dirección: Contiguo a la Iglesia de San Francisco Teléfono: +505 2311 7053 Número de habitaciones: 32 Precios: entre 75 y 170 euros (habitación de ocupación individual, el precio depende del tipo de habitación y temporada) www.elconventonicaragua.com
Jicaro Island Lodge
Granada, Nicaragua Dirección: Isletas de Granada, Lago Cocibolca Teléfono: +505 2558 7702 Número de habitaciones: 9 (bungalows) Precios: entre 280 y 605 euros (bungalow de ocupación individual, el precio depende del tipo de habitación y temporada) www.jicarolodge.com
Morgan’s Rock
Rivas, Nicaragua Dirección: Playa Ocotal, San Juan del Sur Teléfono: +505 8988 7176 Número de habitaciones: 15 (bungalows y villas) Precios: entre 215 y 542 euros (bungalows y villas de ocupación individual, el precio depende del tipo de habitación y temporada) www.morgansrock.com

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