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Violencia en Centroamérica

Rubén Aguilar Valenzuela

Un alto funcionario del Centro de Investigación en Seguridad Nacional (CISEN) me decía, meses atrás, que los presidentes centroamericanos tienden a exagerar el papel de los cárteles mexicanos en sus países, como una forma de justificar lo que  dejan de hacer en materia de seguridad. Tenga o no razón el funcionario, el hecho es que en esas naciones la violencia ha crecido de manera significativa en los últimos años.

La región más violenta del mundo es América Latina, y dentro de ella más todavía Centroamérica. En la primera, la media de crímenes por 100,000 habitantes es de 25 y de 44 en la segunda. La de México era de nueve en 2006 y llegó a los 18 en 2011. La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece que una tasa de 10 asesinatos por 100,000 habitantes se califica de “epidemia”, una de 20 como “situación grave” y arriba de los 30 como “extrema”. Esa es la condición de Centroamérica.

La violencia no es nueva en esa región, siempre ha estado presente, pero su crecimiento ha sido exponencial en los años recientes. En Honduras hay 82.1 crímenes por 100,000 habitantes; en El Salvador 66.0; en Belice 41.7 y en Guatemala 21.6. La excepción son Nicaragua, con sólo 13.2 asesinatos por 100,000 habitantes y Costa Rica con 11.3,  índices incluso inferiores a México, de acuerdo con la ONU.

Los costos de los efectos de la violencia centroamericana se estimaron para el 2006, en 6,505 millones de dólares, que equivalen al 7.7 % del PIB de esa región y todo indica que esa cantidad creció en los siguientes años. Representa una merma extraordinaria de los ya pobres ingresos de esos países. La inversión total que Centroamérica hizo en seguridad durante 2010 fue de 4,000 millones de dólares, según la ONU.

La violencia centroamericana convive, de manera contradictoria, con un crecimiento bajo, pero constante, de las economías, una marginal reducción de la pobreza, una ampliación de la cobertura de los servicios sociales y también de un ingreso sostenido de las remesas. La situación económica y social de la región es difícil, pero mejor que hace 20 ó 30 años.

Sobre el fenómeno de la violencia en esa región existen diversas explicaciones, pero todas se quedan cortas: la presencia de muchas armas en manos de civiles remanente de la lucha armada; las existencia de las maras que “importan” su modelo de Los Ángeles; la nueva realidad del narcotráfico; la debilidad de las instituciones del Estado y hay quien señala características de carácter social y cultural.

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