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¿Hijas de casas o esclavas en casa?

*La explotación infantil doméstica no siempre se oculta en lujosas residencias,  también ocurre bajo el techo de humildes viviendas

Rosario Montenegro Zeledón

“Catalina” (nombre ficticio) tiene 13 años, y como muchas niñas de su edad, sueña con llegar a ser profesional, quiere ser doctora.

 

(Foto: J. Aragón).

Pero mientras llega ese momento, cada día le espera una larga jornada como trabajadora doméstica infantil, que inicia a las cinco de la mañana y se prolonga hasta horas de la noche. También asiste a la escuela.

Desde hace un año vive en casa de “doña Julia” (nombre ficticio), una mujer trabajadora que tiene un puesto de comida en el mercado de Ocotal. En los dos lugares trabaja o “ayuda”, como dicen ambas.

¿Trabajás como doméstica?

“uumm…si… le ayudo aquí en el comedor, me vengo a las 5 (a.m.) al mercado, le dejo todo hecho y me voy a las 7 para clase y después vengo a las 12 y le ayudo igual…siempre le he ayudado”.

“Deja las ensaladas preparadas, el queso rallado, los trastes lavados del desayuno, cuando son las seis y media se va al instituto”, explica doña Julia.

Al salir del colegio (12 m) regresa al mercado, limpia las mesas, atiende a los clientes, lava trastes, limpia, prepara ensaladas. Al final del día regresan juntas a la casa, ahí Catalina le “ayuda” a preparar la cena, barrer y dejar todo listo, al día siguiente hay que madrugar para ir al mercado, luego a la escuela…

Casi un dólar por larga jornada

A cambio Catalina recibe alimentación, algunos domingos recibe  20 córdobas  (85 centavos de dólar), a veces  30 (1.27 dólar). “Yo le pago los domingos… no le tocaría venir por que tiene que estudiar, pero ella siempre viene porque tiene necesidad de comprar sus cosas… su mamá no le da, no tiene, entonces yo le doy…a veces le doy que 20 pesos, 30 pesos”

¿A qué hora estudia?

“Estudia a la hora que ella quiere, yo le digo…si tiene tareas vaya hágalas. Porque en la casa, sólo soy yo y mi marido, yo no puedo estarla forzando mucho”.

¿La ayuda que le da son esos 20 ó 30 córdobas y la comida?

“A veces los domingos, los fines de semana, porque a veces ella necesita ir a ver a su abuelita, a la mamá, entonces yo le doy a ella”.

Trabajo sin reconocimiento ni pago

En el comedor también trabajan dos mujeres adultas, a quienes sí reconoce como empleadas. “A las mías les doy 100 pesos (4.25 dólar) y a la otra 80 pesos (3.40 dólar),  a ella le doy 5 pesos (21 centavos de dólar).

¿Y para el traslado a su casa, cómo hace?

No, yo la tengo

¿Vive con usted?

Es que cómo yo no tengo hijos, yo le dije a su mamá que me la diera para ayudarle de esa forma, porque en la casa yo le doy el jabón…las cosas. En la casa ella llega, llegamos juntas, de aquí yo me voy con ella, vamos a barrer, a limpiar y hacer la cena, es la única forma (de ayudar), le digo que no puede perder de estudiar, sólo porque su mamá no tiene como ponerla a estudiar.

¿La mamá tiene otros hijos?

Sólo ella.

¿Y el papá?

Se murió el papá y da pesar que una niña, como esta de 13 años, se quede sin estudiar.

“También a su mamá yo le pago las lavadas y las planchadas, para que se ayude para que le compre sus cuadernos, uniformes, zapatos, porque usted sabe ahora los zapatos no les duran, si ella (la mamá) me plancha 50 piezas yo le doy 50 pesos, con 50 pesos ella no hace nada, entonces lo que ella (Catalina) gana se lo da también”.

“Yo la trato bien a ella, yo le digo miré…váyase desayunada porque su mamá no tiene dinero para estarle dando para que vaya al instituto a comprar, si su mamá le da diez pesos, esos diez pesos usted los puede ocupar para otra cosa, para un papel higiénico, para una pasta Colgate que le hace falta, eso le digo… los reales no se gastan, tiene que gastarlos en algo que le va a sacar provecho”.

Lo que dice Catalina

¿Cómo te sentís?

Me gusta estudiar, respetar a las personas que me ayudan y también me gusta mucho el estudio.

¿Cuáles son tus aspiraciones?

Cuando sea grande quiero ser una doctora, me estoy preparando para ser alguien en la vida.

¿Pero ahora cómo te gustaría que fuera tu vida?

Me gusta lo que estoy haciendo.

¿No es cansado?

No.

Doña Julia se disculpa porque debe seguir trabajando, pero antes nos pide. “Ahí me la aconseja oye”.

¿Pero como niña qué te gustaría?

“Quisiera que mi mamá encontrara un trabajo…” (pausa). Su silencio y sus ojitos húmedos nos dicen más que todo lo dicho hasta el momento.

¿Quisieras vivir con tu mamá?

Si…. la voy a ver de vez en cuando a la casa.

¿Qué es lo que más extrañas?

Estar con ella, compartir mis clases, como salgo, no se…

¿Ahora con quien compartís?

Con “doña Julia” y el esposo de ella.

¿Cuántas catalinas existen en Nicaragua? No se sabe.

A pesar que el Trabajo Infantil Doméstico (TID) en casas de terceros está considerado como una de las formas de explotación más generalizada, es la más oculta, debido a que se da en el ámbito privado o se oculta bajo la figura de la “hija de casa”, explica Sonia Sevilla, coordinadora en Nicaragua del Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC).

La Encuesta Nacional de Trabajo Infantil y Adolescente (ENTIA-2000) recogió por primera vez algunos datos sobre esta problemática, identificándose en ese momento a 17 mil 694 niñas, niños y adolescentes que trabajaban en el servicio doméstico, aunque el dato puede ser mayor.

La Encuesta de 2005 indicó que existían 239 mil 220 niños, niñas y adolescentes trabajadores, de los cuales 7 de cada 10 trabajadores eran niños y adolescentes hombres, lo que indica que no se identificó a las niñas y adolescentes mujeres, que realizan especialmente trabajo doméstico, según el Diagnóstico de situación del trabajo infantil y sus peores formas, elaborado por IPEC-Nicaragua.

Audio

¿Labor altruista o explotación infantil?

 

Ver también:

Voces del trabajo infantil doméstico

Trabajo Infantil Doméstico, una explotación generalizada y oculta

Hijas de casa viven y crecen con graves secuelas sicológicas

Este proyecto ha sido auspiciado por el Fondo de Apoyo al Periodismo del Programa Vida en Democracia.

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