Marcha anti-Peña
La tercera Marcha Nacional contra la Imposición, que cuestiona el triunfo del candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, se realizó el pasado domingo en una veintena de ciudades del país. A las consignas contra el priista se añadieron la dirigidas contra el IFE y las que pedían el Tribunal Electoral anule la elección.
En la ciudad de México tuvo lugar la mayor concentración que se calcula entre 32 mil personas, según la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (SSPDF), y menos de 20 mil de acuerdo a lo registrado por diversos medios. En la marcha del pasado seis de julio hubo 100 mil en versión de la SSPDF.
Sin duda que todo mundo tiene derecho a expresarse y la marcha es una manera, pero hoy día ya no parece ser un buen medio para convocar y lograr los objetivos que se proponen sus organizadores. Eso vale para ésta, pero también para otras marchas. Hoy día existen mecanismos más rentables y productivos que hay que ubicar en cada caso.
La asistencia mayoritaria del pasado domingo fueron integrantes del movimiento #YoSoy132, una generación educada en el Internet, el manejo de las nuevas tecnologías y las redes sociales, pero no en la lógica del mitin y del acarreo tan propios de la vieja cultura política mexicana que es común a otros países de América Latina y Europa.
El problema de las marchas y los mítines es que sólo reúnen a los ya convencidos, que comúnmente son minorías. Las mayorías se expresan de otra manera. La del domingo resultó un mecanismo para expresar enojo y estar en los medios, pero no abona a cambiar las leyes y tampoco a obtener lo que piden. El frente de lucha está en otro lado y no en la calle.
Los números del domingo señalan una disminución real de asistentes, que seguramente, si sus organizadores insisten en este recurso, van a ser menos. Hay que seguir mejorando el proceso electoral. Los problemas ya no son las viejas prácticas fraudulentas, la instalación de las casillas, el conteo de los votos o la equidad en el uso de los medios durante la contienda.
Donde hay que trabajar es práctica que utilizan todos los partidos, para estar presentes en los medios antes de la campaña oficial y con las maneras de “convencer” a los electores de votar por ellos. La posibilidad de cambiar no está en la calle y sí en el Congreso y ahí habría que dirigir la presión.