Al mar, a olvidar los temblores
* La calma retorna poco a poco a Nicaragua, sobre todo a la capital, donde aún ronda el temor de un gran terremoto
Tras dos días sin temblores fuertes, la calma parece haber retornado a la capital nicaragüense, donde la población realizaba este miércoles sus labores normales en mercados, centros de trabajo aún abiertos pese a la Semana Santa y por supuesto en los balnearios.
Filas de gente en los bancos, de vehículos frente a los semáforos y el normal desplazamiento de ciudadanos en las calles de los barrios, hacen que, aunque sea de a poco, regrese la confianza de los managuas en una ciudad que durante unos cinco días pasó amenazando con sepultarlos bajo escombros.
¿El peligro de un gran terremoto se cierne sobre nosotros? Para ser sinceros, la gente está dejando de hablar de ese tema, y el cómo disfrutar lo que queda de las vacaciones es lo que parece preocupar a la mayoría.
Es así que mientras los expertos en sismos y volcanes que arribaron al país se desplazaron hacia la península de Chiltepe a auscultar al Apoyeque, los vacacionistas se lanzaron hacia las playas de Masachapa, Pochomil, La Boquita, Casares, Poneloya, Montelimar y otros.
Los capitalinos que no dejaron sus casas para ir a vacacionar por temor a los sismos o por no contar con recursos económicos, acudieron a los mercados y otros centros de compras a fin de procurarse alimentos de temporada como pescado seco, sardinas, mariscos diversos y los infaltables mártires en peligro de extinción: garrobos e iguanas.
En mercados como el “Roberto Huembes” la libra de queso subió 10 córdobas de sopetón esta semana, como un aviso de los comerciantes de que ellos también merecen ser recordados a la hora de disfrutar de la típica sopa de queso.
Los capitalinos también tuvieron que pagar más por la libra de frijoles, que sufrió un alza de entre 2 y cuatro córdobas en estos días, cotizándose a 18 y 20 córdobas.
Los tramos que venden jocotes, papayas verdes, mangos y grosellas, son de los más visitados, al igual que los que ofertan el almíbar ya elaborado y que ayudan a quitarse el “antojo” a aquéllos que no pueden hacer su porrada de ese rico dulce o que sencillamente no tienen paciencia para sentarse largas horas frente al fuego.