¿Hambre o riesgo de hambruna?

¿A quién no le gustó que se dijera que había 100 mil familias nicaragüenses en riesgo de padecer una hambruna debido a los estragos causados por la prolongada canícula en el denominado “corredor seco”?

Lo cierto es que Helmut Rauch, representante del Programa Mundial de Alimentos en Nicaragua, dijo hace algunos días que han recibido del gobierno del presidente Daniel Ortega, una solicitud de alimentos para 46 mil familias durante cinco meses.

Y el jueves el PMA emitió un comunicado “explicando” lo que habían publicado algunos medios de comunicación.

En el caso que nos ocupa, si son 46 mil y no 100 mil familias las que el gobierno necesita auxiliar durante cinco meses, habría que corregir entonces las cifras y no el fondo del asunto.

Rauch no habló de “hambruna”, pero sí dijo que el “cambio climático está ocasionando una multiplicidad de fenómenos que demandan la atención inmediata para evitar el deterioro de la salud y la nutrición de las personas, especialmente de las mujeres, niños y ancianos.

“La sequía es uno de los fenómenos más drásticos que impacta un hogar. Al ser afectados los cultivos por la falta de lluvia, las familias pierden la oportunidad de recibir ingresos y de contar con reservas de alimentos para el resto del año”, expresó.

Debe ser algún problema de semántica, porque riesgo de hambre sí hay en algunas zonas de Nicaragua y prueba de ello es que funcionarios del gobierno han aconsejado comer iguanas, amaranto y marango como suplemento alimenticio.

Hace poco, un noticiero internacional de televisión realizó un documental en Madriz, donde los campesinos se están comiendo el alimento de sus cerdos y gallinas (maicillo); y sabemos que cuando hay sequía, existen zonas donde la gente no enciende el fuego porque no tiene nada que cocinar. Eso ha sido así siempre y no es por causa de ningún gobierno en particular, sino del histórico abandono en que han vivido.

Entonces, no se trata de alarmarse porque a alguien “se le fue la mano” diciendo que existe peligro de hambruna para 100 mil familias, cuando lo que dijo el hombre del PMA es que son 46 mil en problemas debido a que la sequía reduce “la disponibilidad de alimentos y de agua para el consumo humano y de los animales”.

El PMA señala que “Nicaragua, en toda su historia como nación nunca ha enfrentado una hambruna y en este momento no existen las condiciones para que las familias afectadas por la sequía en el “corredor seco” del país vayan a enfrentar una hambruna”.

Quizás no sea “hambruna”, pero sí hambre –volvemos a lo semántico-, lo que sienten los campesinos de Madriz y otras zonas donde están incluso pensando en emigrar hacia otros países como lo hacen a diario decenas de nicaragüenses que no sienten satisfechas sus necesidades.

El riesgo de pasar hambre para muchos, algo que otros muchos ya están experimentando, no se arregla con un comunicado. Es algo estructural que ocurre incluso cuando para otros existen periodos de bonanza, y no se compondrá ni con la ayuda humanitaria que está brindando puntualmente el Programa Mundial de Alimentos.

De acuerdo con el PMA, las “hambrunas son procesos socio-económicos que ocurren cuando un grupo de población sufre a largo plazo el deterioro de su nivel de alimentación porque no tiene suficientes alimentos y no hay recursos económicos para proveérselos”.

Según la Real Academia Española, hambruna “es la escasez generalizada de alimentos”. Punto. ¿No es eso acaso lo que están atravesando los pobladores del corredor seco? Y las hambrunas se combaten a lo inmediato con alimentos, así que bienvenida la ayuda del PMA y el gobierno y a esperar qué ocurre el próximo año.