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“Sin Francisca Sánchez, Rubén Darío no habría escrito muchas de sus obras”

paca* Continúa en España la promoción del libro “La princesa Paca”, que relata la historia de amor de una campesina española, hija del jardinero del rey Alfonso XIII, con el Príncipe de las Letras Castellanas.

Amanda Salazar | Málaga
Sur.es

La primera vez que Rosa Villacastín escuchó el nombre de Rubén Darío tenía 9 años. Estaba en la casa que su abuela, Lala, como ella la llamaba, tenía en la Sierra de Gredos. El matrimonio formado por los poetas Carmen Conde y Antonio Oliver Belmás estaba con ella sentado en el salón, preguntándole por un baúl de color azul. Su abuela se empeñaba en decirle a aquella pareja que desconocía dónde estaba aquel baúl, aunque Villacastín sabía que estaba guardado en la buhardilla. La niña no comprendía que su abuela estaba mintiendo porque aún era muy reacia a compartir los recuerdos que había ido atesorando durante años. Cuando se marcharon, corrió a preguntarle a su abuela quién era aquel Rubén Darío. «Fue el gran amor de mi vida», le contestó.

La periodista recordó ayer la anécdota del día que su abuela, Francisca Sánchez del Pozo, conoció a quienes finalmente la convencieron para ceder todo el legado de Rubén Darío al Ministerio de Educación. Un encuentro que también supuso su primer contacto con la figura del poeta nicaragüense, llamado el Príncipe de las Letras, y que fue la semilla del libro ‘La princesa Paca’, escrito a cuatro manos con Manuel Francisco Reina y con el que «por fin» rinde homenaje a su propia historia familiar.

Villacastín y Reina presentaron ayer (jueves) la novela ante un centenar de personas en el Centro de Arte Contemporáneo (CAC Málaga) dentro del Aula de Cultura de SUR en un acto en el que fueron presentados por el escritor Pablo Aranda y el poeta José Infante.

«La gran protagonista de este libro es mi abuela, que durante 16 años fue la compañera, amante y madre de cuatro hijos del poeta, tres de los cuales fallecieron muy pronto», explicó Villacastín. La periodista asegura que salda así una deuda pendiente con su abuela. «Sabía que esta historia había que contarla, y que además tenía que contarla yo, pero me costaba mucho alejarme sentimentalmente de ella; cuando hablas de tu familia te desnudas públicamente», señaló. En este sentido, la colaboración con Manuel Francisco Reina ha sido imprescindible, según dijo. «La novela empieza como un cuento de hadas; un hombre apuesto, que paseaba por los jardines de la Casa de Campo en Madrid con Valle-Inclán y se acerca a una chica, que resulta que era la hija del jardinero, para pedirle una rosa», narró Reina. Un amor de libro que, sin embargo, tuvo que sobreponerse a no pocas dificultades. La primera, el carácter difícil del poeta, que tenía problemas con la bebida y crisis de creatividad. «Mi abuela tenía que disfrazarse muchas veces para él, para inspirarle; pasaba muchas noches en vela y, cuando por fin él se ponía a escribir, rezaba a su lado», señaló Villacastín. «Creo que sin Francisca Sánchez, Rubén Darío no habría podido escribir muchas de sus grandes obras».

Reina destacó la fortaleza y capacidad superación de una joven de origen humilde, analfabeta, que aprendió a leer gracias a Rubén Darío y a otros poetas amigos como Antonio Machado o Amado Nervo –que fue quien la nombró ‘Princesa Paca–, y que, por un amor arrollador, rompió con todo lo establecido para una mujer de la época. «Al mes de conocerse, se marchó de la casa de sus padres para vivir con él, sabiendo ya que estaba casado y a pesar de que ella era una persona de profundas convicciones católicas», afirmó Reina. Y nunca consiguieron casarse, aunque lo intentaron. Rubén Darío incluso intentó conseguir la anulación de su matrimonio, que se produjo en una borrachera y a punta de pistola. Llegó a crear una ley de divorcio, la primera en América Latina, que se llamó la ley Darío. «Desgraciadamente, fue el único que no pudo aplicársela a sí mismo», dijo Reina.

Villacastín relató una anécdota que aparece en su libro y que muestra todo lo que su abuela fue capaz de hacer por amor: «Se marchó a París sola en tren, cuando acababa de perder a su primera hija; y fue capaz de llegar hasta la casa de Rubén Darío, que ya se había marchado de la estación porque el tren iba con retraso, sin saber leer, solo con una dirección anotada en un papel». Un amor romántico más allá de los versos que ella le inspiró.

Posteriormente, Francisca Sánchez rehízo su vida. Conoció a José Villacastín, abuelo de la autora. La periodista considera que, en cierta medida, el libro también le rinde tributo pues no sólo respetó la historia de amor entre Francisca y Rubén Darío, sino que años después contribuyó a recopilar el legado del poeta.

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