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¿Hacen posible el trasplante de recuerdos?

neuronasEnigma

¿Podemos trasferir la memoria entre dos animales como si de una sustancia bioquímica se tratase? Los científicos están desarrollando innovadores procedimientos para conseguirlo y creen haber hallado una primera clave fundamental en el ARN de las células.

En la película Mente implacable, protagonizada por Kevin Costner, los recuerdos y secretos que alberga en su cabeza un agente fallecido de la CIA son transferidos a un peligroso convicto para que concluya la misión que el difunto no pudo finalizar. La ficción siempre ha especulado con los trasplantes de memoria y ahora la ciencia está dando pasos para que sea una realidad. Al menos a escala experimental y con algunos animales.

Un equipo de científicos de la Universidad de California en Los Ángeles –UCLA– se ha puesto manos a la obra y ha desarrollado una técnica para implantar la memoria de un caracol marino a otro utilizando su ARN. Hace tiempo quedó demostrado que el ácido ribonucleico influye en los recuerdos a largo plazo de caracoles, ratones y ratas, puesto que el ARN actúa sobre el ADN enviando mensajes y señalando qué genes de la célula hay que activar y desactivar.

Conocedores de este proceso, los investigadores de la UCLA entrenaron a un grupo de caracoles marinos Aplysia californica para que adquirieran un mecanismo de defensa. Aplicaron a los animales pequeñas descargas eléctricas en sus colas hasta que aprendieron a contraerlas como reacción protectora. Poco a poco, los caracoles más veteranos en este adiestramiento terminaron incorporando un reflejo condicionado que les duraba 50 segundos. En cambio, quienes recibían descargas por primera vez, apenas mantenían retraídas sus colas un segundo.

En este punto del experimento el equipo científico procedió a efectuar la transferencia de memoria. Tomaron el ARN de los caracoles instruidos y lo inyectaron en caracoles que nunca habían sido expuestos a un shock eléctrico. Cuando los investigadores aplicaron descargas a los caracoles con ácido ribonucleico recién implantado, sucedió la sorpresa: contrajeron sus colas unos 40 segundos.

Para asegurarse de que la razón de ese comportamiento residía en el ácido ribonucleico, el equipo de UCLA hizo una segunda comprobación. Medicó con una sustancia a los caracoles con implante para que los marcadores químicos del ARN no operaran sobre el ADN y, bajo la administración de este tratamiento, no se produjo transferencia de memoria. Los caracoles contrajeron sus colas tan sólo un segundo. No habían agregado los recuerdos a largo plazo.

Las primeras conclusiones resultan muy reveladoras. Tradicionalmente se ha considerado que la memoria de amplia duración se almacenaba en la sinapsis neuronal, es decir, las zonas de conexión entre los extremos de las células cerebrales. Sin embargo, el trabajo con los caracoles marinos induce a pensar que las moléculas de ARN desempeñan un papel fundamental en el asunto y no suficientemente advertido con anterioridad. En palabras del investigador del estudio, el profesor David Glanzman, “si los recuerdos se almacenasen en las sinapsis, nuestro experimento no hubiese funcionado”. Con todo, el propio Glanzman se encarga de matizar el alcance de la memoria transferida:

“De lo que estamos hablando son de tipos muy específicos de recuerdos, no de aquellos que aluden a lo que me sucedió en mi cumpleaños, o quién es el presidente de los Estados Unidos”.

La memoria susceptible de ser implantada sería aquella de índole más instintiva y emocional como el reflejo condicionado adquirido por los caracoles, y no tanto datos concretos fruto de una experiencia de vida.

A pesar de esta limitación, tal vez cabría poder emplearla para ayudar a superar el estrés postraumático. Aunque lo que se ensaya con animales es sólo una versión simplificada del problema. Un caracol marino posee unas 20.000 neuronas en su sistema nervioso central, mientras que los humanos disponemos de unos cien mil millones. Con todo, si la vía de investigación concluye a medio plazo exitosamente habilitando un sistema para transferir la memoria entre personas, este estudio de UCLA también formará parte de nuestros recuerdos más preciados.

EL EXTRAÑO PRECEDENTE

En los años sesenta, James V. McConnell y Robert Thompson, de la Universidad de Texas, experimentaron con gusanos aplanados o turbelarios y los entrenaron para responder al estímulo de una luz. Luego, trituraron sus cuerpos y alimentaron con ellos a otros gusanos planos para ver si habían asimilado los recuerdos de los fallecidos. Insólitamente, pareció que lo habían hecho. Sin embargo, una revisión a fondo de los resultados determinó que se trataba de un falso positivo.

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