Iguanas siguen en portadas
Continúa llamando la atención el llamado que un funcionario hizo en Nicaragua para alimentarse de iguanas, ese intimidante reptil con apariencia de pequeño dinosaurio, que sin embargo ha sido llevado en décadas anteriores al peligro de extinción por la caza indiscriminada.
Iguanas y garrobos han ocupado las portadas de centenares de periódicos en el mundo, al igual que las señoras que los ofrecen en los mercados de Managua.
Ojalá que esto no incentive a los insignes “garroberos”, gente desempleada que pone trampas a los reptiles en los lugares que frecuentan y que hasta los obligan a salir con fuego de las cuevas donde habitan. Esta es una práctica común en toda Centroamérica.
Sin embargo, en países donde comen saltamontes, hormigas, gusanos y otras extrañas menudencias de la naturaleza, el hecho de que en Nicaragua se llame a comer iguanas ha causado asombro.
En Nicaragua, el consumo de iguanas y garrobo además de ser una tradición culinaria que ha puesto en peligro de extinción a estos reptiles, se ha establecido criarlos en caso como alimento alternativo, ante los efectos que ha dejado la sequía.
Quizás lo que han intentado hacer notar las agencias de prensa, es el hecho de que la sequía que agobia a nuestro país ha obligado a ir tras estas incómodas presas que en realidad no llaman la atención de las nuevas generaciones citadinas.
Y en el campo, donde siempre han sido parte del menú, iguanas y garrobos son cada vez más escasos debido a la persecución de su carne y huevos.
El veterinario Enrique Rimbaud, tuvo una de las respuestas más fuertes ante la convocatoria a comer iguanas: “Es un disparate, el periodo de apareo de este año ya pasó y la reproducción doméstica necesita al menos de dos años para que rinda frutos”, precisó.
En tanto, el biólogo Fabio Buitrago explicó que paliar la falta de un recurso afectando a otro, no es la solución, sino diversificar la producción.
Hay que hacer notar que comer estos reptiles, sobre todo el tradicional y ahora escaso plato de “iguana en pinol” de Semana Santa, no es para pobres afectados por la sequía. En los mercados un animalito pelado puede costar más de diez dólares si es grande, todo un lujo para una economía en crisis.