Rusia continuará abasteciendo con armas modernas a Nicaragua

Excelente:

► SOLO PARA COLOMBIANOS

► las nuevas (pes) de la ARC http://www.infodefensa.com/latam/2015/05/04/opinion-plataformas-estrategicas-superficie-armada-colombiana.php

jajajajajajajajajajaja, pobres narcos como alucinan:
Mario estaba confundido. Corría de un lado para el otro en busca de sus padres para que le aclararan la duda que embargaba su corazón; aquella que quemaba sus entrañas como un incendio desbordado seducido por viejas casuchas de esterilla y madera roñosa. Todavía no entendía cómo era posible que Colombia ya no tuviera mar.

Sus amiguitos se inquietaban con su comportamiento, mientras buscaban una explicación para la agonía de aquel que siempre se había caracterizado por ser el más cuerdo del grupo.

- Oiga Mario, pare, deje de correr. ¿Qué pasó chino, cuente, cuál es la lora?
– Nos robaron el mar Pichú, nos lo robaron.
– ¿Cómo así que nos robaron el mar?, ¿A Colombia?, preguntó Pichú dejando percibir una creciente indignación.

Antes que Mario pudiera abrir la boca para explicar lo sucedido, Morado, aquel niño pecoso que se jactaba de ser el único apodado con un color en el barrio, disparó la pregunta más sencilla, pero a la vez más contundente:

- ¿Quién?

- Nicaragua, Morado, Nicaragua nos robó el mar. ¿Ya lo entienden?, contestó Mario, con afán, mientras dejaba volar sus manos; lo de las manos no inquietó a sus amigos, quienes estaban acostumbrados a su devenir circense.

El robo del mar era un asunto de extrema importancia por lo que habría que citar al combo a una reunión de asistencia obligatoria. Se acordó que a las 12 del mediodía se verían las caras en la casa de doña Zulay, cuartel preferido por los niños por ser coartada perfecta para sus andanzas y desmanes.

Con el combo reunido en pleno se inició el llamado a lista para dar paso a la curiosa disertación. Morado, Pichú, Adrián, Tato, Huevo, Tavo y William dijeron presente, mientras cuchicheaban entre sí buscando una explicación.

Tavo no aguantó más tanta parafernalia y preguntó:

- Mario, ya no joda más, ¿qué fue lo que pasó?

- Que nos robaron el mar, entiendan, nos robaron el mar, dijo Mario.

Quejidos y lamentos mezclados con un aire de escepticismo abrieron la puerta a la duda:

- Noooo, eso es imposible. A un país no le pueden quitar el mar, Mario, exclamó Pichú.

Tras subirse los pantalones y acomodarse la camisa de chalís, Mario replicó:

- Pues me temo que sí. Resulta que ahora me estaba viendo las noticias cuando explicaron muy bien que Nicaragua le había quitado todo el mar a Colombia.

- Noooooooooooooooooooooooooo, nos robaron como siempre. Ya no solo roban a la Selección Colombia, al Deportes Quindío, sino que ya nos quieren dejar sin mar, exclamó Tavo.

- Ajá, dijo Mario, pidiendo tiempo para seguir explicando el exabrupto.

- Resulta que una Corte, de esas donde hay señores de peluca blanca, nos quitó el mar y se lo dio a Nicaragua. Yo también dudaba de eso, pero mi papá y mi mamá me dijeron que el mar sí se puede quitar, sino que mirara a Bolivia donde reina un señor Evo que mantiene diciendo que Chile le quitó el mar.

Carolina, la hija de doña Zulay y quien hacía las veces de secretaria del grupo, se dejó notar en la reunión con la propuesta de mirar en el mapa a ver si realmente Bolivia no tenía mar. Efectivamente, tras una pesquisa rigurosa el grupo de niños se percató de la ausencia de mar en territorio boliviano. El pánico los invadió a todos.

Pasaron las horas y el grupo no encontraba una solución. La reunión se disolvió con los berridos de las madres, desde las ventanas, llamando a casa a sus retoños con el inapelable argumento de ya no ser hora para que los niños siguieran en la calle.

Aquella noche todos pasaron en vela; inquietos, indignados, pensativos, con dolor patrio. Si bien ninguno conocía el mar, lo sentían suyo, tan cercano como la certeza de que un día lo visitarían, que jugarían con él en un encuentro idílico.

Al otro día, a primera hora, se encontraron cual lo acordado. Todos, excepto Mario, lucían rostros de derrota como evidencia palpable del duelo que afrontaban. El rostro de tranquilidad de Mario dejaba entrever que por su mente atravesaban ideas que seducían la esperanza.

Tras tranquilizarlos pasó a dilucidar su plan, no sin antes sacar a relucir las limitaciones para justificar su idea. Explicó que era obvio que el combo no tenía el poder ni la influencia para recuperar el mar, ni por vías diplomáticas, ni militares, pero sí contaba con todos los colombianos.

- Yo mejor me voy para la casa, esto no tiene sentido. Dizque todos los colombianos, reprochó Tato, quien siempre cargaba a sus espaldas con un negativismo desbordado.

El grupo siguió atento sin dejarse perturbar por la huida cobarde y antipatriótica de Tato.

- Todos manejamos bien el Facebook y el Twitter, prosiguió Mario, y soltó la estrategia: vamos a montar un grupo que invite a los colombianos a recuperar el mar.

Todos aplaudieron y se comprometieron a difundirlo a través de sus contactos, los amigos de sus amigos, y los amigos de los amigos de sus amigos, así por el estilo. “Todos los colombianos a recuperar el mar” fue el nombre elegido para inundar las redes sociales.

La idea era que toda clase de colombiano, pobre y rico, feo y bonito, triste y alegre, deshonesto y delgado, fuera a la costa Caribe a recoger la mayor cantidad de agua posible del mar para llevarla a sus casas, guardarla en tanques o depositarlas en sus fincas; “si el mar no puede ser nuestro en la costa, lo traemos al interior del País”.

Conforme pasaron los días, la iniciativa cobró fuerza en ciudades, pueblos, corregimientos y veredas de los confines del País. El grito de los niños empezó a tener eco en millones de colombianos que sabían que no era verdad que el País ya no tuviera mar, pero sí se encontraban desdichados e inconformes con el fallo de la Corte que le entregaba parte del agua colombiana a Nicaragua.

Muchos indignados asumieron que esta era la oportunidad para hacer algo diferente e histórico, que a su vez podía servir para protestar al mejor estilo rabón del criollo, por lo que empezaron a salir de sus hogares provistos de toda clase de recipientes para ir en busca del agua.

Por varias lunas y soles las calles fueron atestadas por colombianos que sentían aire en su camisa al enarbolar los intereses de la Patria. Niños, adolescentes, adultos y viejos respondieron con honor al llamado, algunos en carro, otros a pie, en bicicleta, patines o burro; lo importante era llegar a la costa. En medio de la multitud viajaba el combo de “héroes”, que ya lograba olvidar la tristeza de la noticia.

Y empezó la recuperación del mar. Unos se llevaron miles de litros de agua en carros cisterna, otros tal vez lo necesario en baldes y canecas. Pero no fueron las únicas armas utilizadas en la reconquista, también sobresalieron vasos, cantimploras, tapas de gaseosa, bolsas, todos los recipientes que servían para arrebatar el agua de las manos de los villanos nicaragüenses.

Pasaron varias semanas hasta que llegó el último de los colombianos por su parte de mar. Al marchar, se despidió de los niños agradeciéndoles su titánica misión.

Con la costa despejada los niños se acercaron a la orilla del mar para cerciorarse de haber cumplido su cometido. Lo que encontraron los dejó estupefactos. El plan había sido más fructífero de lo pensado.

Saltaron como locos y se fundieron en un abrazo embriagados de placer al comprobar que no solo habían recuperado el mar colombiano, sino que lograron traerse el de Nicaragua.