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El Gran Canal de Nicaragua y el PLHINO

canal niquirano (Small)Alberto Vizcarra Osuna
Crítica, México

* “El contraste con Nicaragua, es un reto y un desafío político para los mexicanos. (…). Ellos tuvieron la inteligencia y la valentía para liberarse de atavismos ideológicos. Tomaron la decisión de hacer lo prohibido: pensar en grande”.

A pesar de la gran contención de los medios angloamericanos, la noticia de que una nación centroamericana ha iniciado una de las obras de infraestructura más importante de los últimos cien años en América Latina, no ha podido ser ocultada. Se trata del Canal de Nicaragua, proyecto que se propone interconectar el océano pacífico y el atlántico, cruzando Nicaragua desde Puerto Brito hasta la salida al atlántico en Punta Águila. Es una replica del Canal de Panamá, pero de proporciones mucho mayores y con un impacto económico mundial de más alcance y profundidad.

La construcción de la obra se inició en diciembre del 2014 y está proyectado que entre en servicio en el 2020. Se trata de un canal navegable de 278 kilómetros de longitud. Tres veces más largo que el de Panamá, con una profundidad de hasta treinta metros y un ancho que alcanzará los 520 metros. El costo total de la obra, es de 50 mil millones de dólares y contempla, además del canal, la construcción de carreteras, dos puertos de gran calado, un aeropuerto, complejos turísticos, lagos artificiales y la instalación de fábricas de acero y cemento.

El hecho de que esta nación caribeña, en alianza con China, haya puesto en marcha tamaña empresa, debería de ser un estímulo para México. El país tiene rezagos estructurales en materia de infraestructura, principalmente la relacionada con la gestión de más agua y energía, insumos indispensables para poder sostener los ritmos de crecimiento económico que le permitan a la nación generar más de un millón y medio de empleos anuales.

La Alianza Estratégica

El proyecto de este canal, es un anhelo histórico de los nicaragüenses. La primera mención oficial de esta obra en Nicaragua data de 1833, pero hasta el 2004 el gobierno retomó la idea. Por cuestiones de costo y por no existir interés de los organismos multilaterales de occidente, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, la obra se volvió a interrumpir. En tales circunstancias, Nicaragua, como otros países de centro y Sudamérica, voltio hacia la única economía que ha estado creciendo en base a una política de inversión en grandes obras de infraestructura: China.

En junio de 2013 el gobierno de Nicaragua entregó a una compañía China la concesión para la construcción del canal. Ese mismo mes la Asamblea Nicaragüense aprobó los acuerdos. El convenio tiene el respaldo político del gobierno chino y la garantía de éxito en tanto que esta nación acumula enorme experiencia de ingeniería en la construcción de mega proyectos de infraestructura. Política que ahora exporta a otros países, construyendo un nuevo paradigma de relaciones económicas y comerciales, que se sale de las fracasadas normas tradicionales de libre comercio.

Este nuevo paradigma, China lo comparte con algunos otros países, pero lo formalizó con Brasil, Rusia, India y Sudáfrica, en una especie de poderoso contrapeso estratégico al unipolarismo geopolítico de Europa y los Estados Unidos. El principio que sustentan en su relación con los demás países, se contrapone al vicioso esquema colonialista soportado en la falacia doctrinaria de las “ventajas comparativas”; esquema con el que se le ha impuesto a naciones como México -en el TLCAN- la condición de ser un simple proveedor de materias primas y de mano de obra barata. El saldo de este modelo maquilador, ha sido devastador para todas las naciones emergentes que incondicionalmente se han sometido al mismo: desempleo, decrecimiento económico, abandono de la inversión en infraestructura básica y debilitamiento del mercado interno con su secuela de hambre, inestabilidad social y crecimiento del narcotráfico.

El Impacto Sobre Nicaragua

Los saldos que la obra de infraestructura tendrá sobre la economía de Nicaragua, son sustantivos. La nación centroamericana duplicará el tamaño de su economía, reducirá a la mitad la pobreza extrema de su población, al pasar del 14 por ciento al 7 por ciento y el 25 por ciento saldrá del sector informal de la economía. Los empleos directos que generará la construcción del gran canal son 250 mil, propiciando una derrama económica que incrementará significativamente los niveles de consumo de la población y el fortalecimiento de su mercado interno.

La onda de choque extenderá sus beneficios a toda la región de Centroamérica. Agilizará y aumentará la capacidad de transporte de las naciones cuyas embarcaciones de tercera generación ya no caben por el Canal de Panamá. El continente americano en general ampliará sus capacidades comerciales con China y Asia, singularmente lo harán Argentina y Brasil. Las nuevas oportunidades de comercio, propiciadas por esta vigorosa inversión de los chinos en Nicaragua, cambiarán también el balance geopolítico y las naciones de Latinoamérica contarán con esquemas alternativos para financiar el desarrollo infraestructural que no ha sido comprendido en los tratados de libre comercio.

¿Y México por qué no?

Las vicisitudes que encaró el gobierno de Nicaragua, para establecer esta alianza con China, no han sido menores. La reacción de los intereses financieros angloamericanos, con sede en Londres y Washington, en contra de esta alianza ha sido virulenta y persistente. Han alentado procesos internos de desestabilización en contra del gobierno nicaragüense y presiones de toda índole. No lograron quebrantar la voluntad política de Nicaragua y la nación tiene ahora un horizonte más promisorio.

Durante el presente sexenio, México intentó abrir una ventana de relación económica y comercial con China. El proceso alcanzó una etapa de maduración importante y estuvo a punto de consolidarse con la construcción del tren de alta velocidad que comunicaría a la Ciudad de México con Querétaro. Estos convenios marcarían el principio de la vinculación de la economía del país a la dinámica de las naciones sudamericanas que están desarrollando puentes comerciales con China, Rusia y la India. Al momento se destaparon los escándalos de corrupción en contra del Presidente Enrique Peña Nieto y luego los actos narcoterroristas que desaparecieron a los estudiantes de Ayotzinapa. Los principales medios al servicio de Wall Street y la City de Londres, como el New York Times, The Economist, Wall Street Journal, operaron como caja de resonancia para exigir que el presidente suspendiera, en aquel momento, su viaje a China.

La presión se mantuvo en forma intensa y el presidente no resistió. Los acuerdos con China se diluyeron y México volvió al carril de una política comercial y económica normada por el TLACAN en donde las expectativas de inversión se sustentan en el primitivo principio de la toma de activos, como lo han venido haciendo durante los últimos veinte años y lo hacen ahora con el petróleo y otros recursos naturales de la nación. El saldo reconocido, es que el país no tendrá crecimiento económico real durante la presente administración.

La debilidad del Presidente Peña Nieto, no debe ser compartida por los mexicanos, ni mucho menos por las figuras políticas y las organizaciones sociales que tienen la capacidad de identificar en estos cambios estratégicos internacionales, la oportunidad para que México se libere de las ataduras de una política económica que lo ha sumido en el estancamiento, la corrupción y la pobreza.

Así como Nicaragua, el país alberga anhelos históricos en materia de infraestructura. Proyectos que desde los años cincuenta y sesenta, se propusieron construir presas y canales para el aprovechamiento de los grandes volúmenes de agua sobre la costa del golfo de México y en el noroeste del país. Obras que están en una escala de inversión mucho menor que el proyecto del gran canal que ahora construyen los nicaragüenses.

Es el caso del Plan Hidráulico del Noroeste (PLHINO), cuyos estudios de ingeniería elaborados por el ingeniero Manuel Frías, en colaboración con el Comité Pro PLHINO Siglo XXI, se documenta la viabilidad técnica y económica de la obra. El proyecto contempla el aprovechamiento de importantes volúmenes hídricos que aún retornan al mar, desde la parte media de Nayarit y sur de Sinaloa, con un sistema de interconexión de presas, túneles y un canal de 450 kilómetros, que permitiría la ampliación de la frontera agrícola tanto en Nayarit, como en Sinaloa y el sur de Sonora.

Los volúmenes de agua almacenados y trasvasados, permitirían ampliar la frontera agrícola en esta región del pacífico, en más de un millón de hectáreas, que agregadas al hectáreaje existente en la misma región duplicarían la superficie agrícola incrementando sustantivamente la producción nacional de maíz y trigo. El costo estimado de la obra es de 10 mil millones de dólares, cinco veces menos que el gran canal de Nicaragua.

Para hacer el PLHINO, México, a diferencia de Nicaragua, tiene una capacidad instalada, mucho más ventajosa. Por lo mismo no tiene exigencias importantes de importación de tecnología e insumos, para poder realizar el proyecto. El país cuenta con la capacidad para cubrir en un 90 por ciento con la carta de materiales necesaria para la obra civil, esto es principalmente acero y cemento. También cuenta con la destreza laboral y de ingeniería. Lo único que se ocuparía importar serían las máquinas tuneladoras y otros accesorios relacionados.

El contraste con Nicaragua, es un reto y un desafío político para los mexicanos. La osadía de una nación pequeña, cuya pobreza solo es superada por Haití y cuyo PIB es diez veces menor que el de México. Ellos tuvieron la inteligencia y la valentía para liberarse de atavismos ideológicos. Tomaron la decisión de hacer lo prohibido: pensar en grande.

El reto es que las fuerzas progresistas y democráticas del país, asuman en el debate relacionado con la reconstrucción económica de México, la discusión sobre proyectos específicos de infraestructura que tengan el potencial de incrementar en términos físicos las capacidades productivas de la nación, no importa que esto entre en conflicto con los intereses colonialistas que se empeñan en fomentar la división política y el conflicto por el poder. No resolveremos esta crisis limitando la discusión a esquemas de redistribucionismo administrativo y proyectos productivos de asistencialismo social.

Un país pequeño como Nicaragua, ahora piensa en grande. Un país grande como México, no debe seguir pensando en pequeño.

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