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Sin cruz ni flores, sin patria ni oraciones

Pequeño y desgarrador semblante de marcha de madres centroamericanas en tierras mexicanas en busca de sus hijos e hijas.

Arbustos espinosos se alzan sobre  montículos de tierra seca. El pasto quemado se adereza con excremento de caballos. Algunas veladoras  vacías se dejan ver por debajo de la tierra lacerada. No hay lápidas. No hay cruces. Ni flores que indiquen el reposo de alguien.

Tampoco nombres  que verifiquen  vidas,  patrias, familias. Sólo plástico y olvido dan cuenta de las tumbas, de los que un día partieron del sur tras los pasos de “La Bestia” y terminaron  en  fosas  comunes en territorio zapoteca.

¡Como animales! ¡Los tiran como animalitos! Se repite en la mente la hondureña Marcia Martínez, mientras triste observa la parte trasera del  cementerio San Juan Lirio en el barrio  Cheguigo de Ciudad Ixtepec, Oaxaca ( sur de México) , destinada a los “sin papeles”, a los migrantes centroamericanos que mueren  en el pueblo de San Jerónimo sin una sola  identificación. Pero no es la única, las más de tres decenas de  mujeres que la acompañaban, cavilaban lo mismo.

Los sepultan a como los matan

El pensamiento lo externa al presidente municipal de la ciudad a nombre de  las 33 hondureñas, salvadoreñas y nicaragüenses, integrantes  de  la Caravana de Madres Centroamericanas “Si­go tus hue­llas con la es­pe­ran­za de encontrarte”, que recorrieron México. El funcionario detecta el temblor en su voz,  pero éste no es de pena o miedo, le tiembla de coraje e impotencia, sus enrojecidos ojos la delatan. Así, con todas las letras  escupe el “como animales”.

Frente a él, Marcia, de escaso metro y medio, continúa: “Los sepultan como animales. Imagínese fuera uno de sus hijos. Pedimos un entierro digno, aunque sea una cruz. Con el perdón, pero los entierran como perros”. Las palabras la liberan, pero la incertidumbre de no saber que uno de los suyos esté sepultado sin bendición alguna anida  en su alma.

Después de una hora,  todas se  retiran del panteón como llegaron; cargando fotografías, una bandera de Honduras y mucho silencio. A pesar de canticos y oraciones, el lugar permanece intacto. Sucio y seco. Abandonado y triste. Nada de olores, tampoco  colores. Sin pertenencia  y sin memoria.

 

 

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