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Valencia devuelve sonrisa al Güegüense

 

 1522 es el año en que se fecha la historia que cuenta El Güegüense. Se trata del momento en que se fecha la primera revuelta contra las autoridades españolas en Nicaragua, en una localidad denominada Diriangén.

 Lo que para la cultura española es El Cantar del mio Cid (primer texto literario escrito en castellano), escrito hace 800 años; es El Güegüense para los nicaragüenses, una anónima sátira bailada del teatro náhuatl, según los expertos, y que constituye la primera obra literaria nicaragüense. La comedia se representa con máscaras, y una gran selección de las mismas se ha restaurado durante los últimos meses en el Instituto Valenciano de Conservación (Ivacor).

Se trata de un conjunto de 80 máscaras llegadas de Nicaragua hace ahora medio año. Se ha trabajado con ellas para limpiarlas y poder mostrarlas en una exposición que fuentes de la Conselleria de Cultura aseguran que se celebrará en noviembre de este año en Valencia en un recinto aún por determinar.

Después de la muestra, en la que se exhibirán las piezas y se podrá apreciar el trabajo de limpieza realizado, el material restaurado volverá a los fondos del Instituto de Historia de Nicaragua (IHN). Según el acuerdo firmado por el Ivacor y la institución nicaragüense, la cesión de las caretas para su tratamiento se prolongará durante un año, plazo que finaliza a principios de 2011.

Los personajes

Las máscaras presentan tres tipos de personajes, los españoles, los nativos y animales de carga. Se trata de los personajes que participan en la festividad. Las piezas restauradas datan de los siglos XVII y XVIII.

 

Los técnicos han detectado un importante número de estratos en la mayoría de las caretas. En algunos casos, una vez se han analizado las estatigrafías, da la sensación de que sobre la máscara de madera se ha instalado un colorido hojaldre.

Se trata de las diferentes capas de pintura que a lo largo de los años, en algunos casos de los siglos, se han ido extendiendo sobre las máscaras, hasta hace poco tiempo todavía utilizadas en los festejos populares.

Las maderas empleadas para confeccionar las máscaras son en la mayor parte de casos desconocidas para los técnicos del Ivacor. Su procedencia es tropical, y en contra de lo que pueda pensarse teniendo en cuenta lo que han perdurado, se trata de madera blanda. «De este modo, pueden ponérsela en la cara sin herirse», explica un técnico de la institución valenciana.

Magia y misterio

El trazo de las piezas, sus colores y tamaños (apenas 17 centímetros), las envuelven de un aura de misterio, mágica. Ese misterio incluso se mantiene a la hora de identificar unos pequeños restos que se desprenden de algunas máscaras de manera constante.

En algunos casos se trata de semillas, según los análisis realizados, o de restos de huesos de fruta, que podrían haberse empleado para tallar las máscaras, si bien algunos técnicos consideran que es posible que sean restos orgánicos de animales que hayan estado cerca de las piezas.

El güegüense fue declarado en el año 2005 ‘Patrimonio Vivo, Oral e Intangible de la Humanidad’ por la Unesco.

Influencia española es clara

No acaban ahí los enigmas que envuelven a las sonrientes máscaras. Cuando Carmen Pérez, la directora del Ivacor, vio las caretas durante una visita al país centroamericano le hicieron falta escasos minutos para asociarlas a algunas celebraciones del Corpus que pueden verse en las procesiones que se realizan en España en localidades como Camuñas o los ‘peliqueiros’ que se utilizan durante los carnavales en la localidad gallega de Laza.

Efectivamente, al observar esas máscaras, en algunos casos con un pasado que se remonta al siglo XV y XVI, se encuentran rápidamente semejanzas con estas piezas realizadas al otro lado del Atlántico.

«Creemos que se trata de tradiciones llegadas de España por parte de los colonos, que fueron asumidas por los habitantes de centroamérica y reinterpretadas para sus festejos propios», explica Pérez.

Los españoles se representan rubios, con bigotes, blancos y con ojos celestes. Más bien parecen alemanes, pero bien es cierto que su palidez, respecto a las tribus centroamericanas era importante.

 

Algunas iban con roturas

Algunas de las máscaras llegaron con roturas. Se recuperaron las piezas repintadas y con mucha suciedad, retirando la grasa que las manos de los usuarios dejaron en ellas a lo largo de los siglos. Los técnicos del Ivacor han actuado en un tiempo récord.

«Al tratarse de objetos inusuales, totalmente distintos de lo habitual, todos los técnicos querían participar, de modo que los trabajos de restauración están finalizados prácticamente en su totalidad», señaló Pérez. Se ha trabajado sobre todo en dos aspectos, la limpieza y la consolidación de los colores, además de en la reparación de las roturas y en la aplicación de un tratamiento para que su conservación perdure.

Las máscaras coloristas contrastan con las piezas más oscuras o las de influencia helenística. Muchas conservan ojos de cristal originales. Los usuarios (denominados ‘artistas de muñequería’) miran a través de los agujeros realizados en el entrecejo de las máscaras. Al fin y al cabo, se trata de una recopilación de máscaras de toda Nicaragua y de épocas muy diversas. En los reversos se pueden apreciar los distintos instrumentos empleados para tallar unas piezas del folclore indígena pero con raíces españolas.

Fuente: Las Provincias.es

 

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