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Hashshashin, la secta de la muerte

Hashshashin* De su nombre deriva la palabra «asesino». Su historia de sangre y muerte se remonta al tiempo de las cruzadas. Penetramos en los secretos de la secta y de su líder, el Viejo de la Montaña.

Roberto Carlos Mirás | Enigmas

Les llamaban los hashshashin, un término despectivo que significa consumidor de hachís. No había que tomarlo en sentido literal, pues se trataba de una denominación que los musulmanes aplicaban a personas moralmente reprobables.

Poco después de que el profeta Mahoma muriera en el 632, se desencadenó una guerra civil que escindió al mundo musulmán en distintas facciones. El Islam quedó dividido en dos grandes movimientos: los chiítas, o partidarios de Alí –el yerno de Mahoma– y los sunitas, o partidarios de la Sunna, –codificación tradicional–. Consideraban los primeros que la línea sucesoria al Profeta estaba en Alí y éste debía ser el Califa, mientras que los segundos consideraban legítima la sucesión de los tres primeros Califas, Abu Bakr –suegro de Mahoma–, Omar al Khattab y Uthman.

Siglos más tarde, los chiíes se fragmentarían a su vez y surgiría un grupo conocido como los ismaelíes, que acabaron, a su vez, escindiéndose. Su último líder fue Nizar y sus seguidores se llamaron a sí mismos nizaríes. Después del asesinato de Nizar en Egipto en 1095, éste fue el nombre que adoptaron la mayoría de los asesinos. Los ismaelitas esperaban la llegada de un Mesías o Mahdi que debía establecer la justicia de los cielos en la Tierra.

Cómo llegan hasta nosotros

Ya Marco Polo hablaba de los ismaelitas de Persia como asesinos, y de su jefe “el Viejo de la Montaña”. Al consultar las fuentes persas o árabes llegamos a la conclusión de que el término “asesino” es una palabra local que sólo se aplica a los ismaelitas de Siria.

Medio siglo más tarde la descripción de Marco Polo tuvo su continuación en un relato similar de Odorico de Pordenone. Era habilidad de los asesinos disfrazarse y matar, y esa aureola que envolvió a su jefe, “el Viejo de la Montaña”, nos traslada a otras épocas.

Encontraron su eco en la literatura europea. “Siempre que el Viejo de la Montaña”, apunta el cronista Jean de Joinville, “salía cabalgando, le precedía un pregonero que portaba un hacha danesa con un largo mango forrado de plata en la que habían fijado numerosos cuchillos. Al caminar a gritos decía: apartaos del camino de aquel que tiene en sus manos la muerte de reyes”.

“El vocablo asesinos”, señala el periodista Luis Pancorbo en su Abecedario de Antropologías, “procedería de hachiche, ‘hachís’, ‘hierba,’ en árabe, o bien los ‘fieles de Asás’, personas fieles al fundamento de la fe”.

En 1809, el mayor erudito en temas árabes, Silvestre de Sacy, leyó en el Instituto de Francia una memoria sobre la dinastía de los asesinos y la etimología de su nombre, y es Rousseau quien publica en 1812 los extractos de un libro conseguido en Masyaf, uno de los principales centros ismaelitas de Siria.

En 1825, un viajero inglés, J.B. Fraser, confirmó la presencia de ismaelitas en Persia y la devoción que profesaban a su jefe. En el siglo XIX, varios viajeros europeos y americanos visitaron aldeas ismaelitas de Siria y escribieron sobre sus ruinas y habitantes. En 1967, se publica la Bibliotheque Orientale, de Bartolomé d’ Herbelot, una obra que recogía lo que hasta entonces se sabía del Islam. También Napoleón con su expedición a Egipto y Siria realiza contactos con el Oriente islámico.

No era desconocido el asesinato en el Islam antes de que Hasan–i Sabbha lo usara. El propio Mahoma dispuso de la vida de sus enemigos. Es posible afirmar que Hasan–i Sabbah fue el primero en poner en práctica el asesinato como estrategia, aunque también que evolucionara por casualidad. Había existido un grupo chiíta conocido como los estranguladores por ser éste su método preferido.

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