La alegría de entrar a Nicaragua

Un periodista costarricense de La Nación que cruzó “erizo” desde Estados Unidos el “triángulo del norte”, confiesa que al llegar a nuestro país respiró aliviado y sintió como si estuviera en su país.

Álvaro Murillo

León, Nicaragua.- La última imagen que capté en nuestro paso por el ‘Triángulo norte’ fue la de dos hombres que cuidan camiones en la frontera El Guasaule con Nicaragua con armas inquietantes: machetes.

Esta era la despedida que nos daba ese triángulo formado por Guatemala, El Salvador y Honduras, cuyos reportes de seguridad ciudadana se pueden ilustrar con la escena de esos dos hombres caminando con pasos grandes entre los camiones estacionados en espera de papeleos para cruzar a Nicaragua.

Eran las 7 y 30 de la mañana cuando llegamos a los bordes del triángulo. Habíamos cruzado en tres horas y media las carreteras rotas de Honduras después de pasar la noche guardados en un predio de la frontera El Amatillo.

Los trámites en manos de un tal Pipiolo presentaron ‘un problemita’ que solo podía arreglarse con 300 dólares. Eso dijo apurado en la calle del pueblillo oscurecido por falta de electricidad y sin agua por costumbre. El hombre robusto, de chancletas, camiseta sin mangas y pantaloneta cargó todas las bolsas ocupadas, se ofreció a tramitar el pago y arreglárselas con la oficinista de la aduana, sin recibos de por medio.

Nuestro chofer apuesta a que eso no fue una multa sino un pretexto para sacar más dinero, todo un deporte de aduanas. Es más, lo sabe, pero ya a estas alturas pueden más las ganas de llegar a Costa Rica pronto. Son 11 días en carreteras desde que salimos de Houston. Pagó y esta madrugada pudimos comenzar la ruta hondureña cumpliendo además con la regla de no manejar de noche.

Pasamos entonces a media luz por los miles de huecos de la carreteras entre campos verdes sin cultivar y casas con techo de teja, entre ‘peajes policiales’ y estudiantes vestidos de gris y blanco, fresquísimos en los cajones de camionetas.

Esa pudo haber sido la última foto mental de Honduras y, por tanto, de nuestra ruta por el Triángulo norte’ de Centroamérica. Hasta que llegamos a El Guasaule y vimos el parqueo con los vigilantes machete en mano.

Frente a los hombres con machete, decenas de niños sin uniforme escolar pidiendo cual cosa. A uno le regalamos un banano y se fue encantado. Algunos roban los focos de los camiones mientras cruzan el puente fronterizo regalado por Japón.

Al otro lado del puente, nos dan la bienvenida dos soldados nicas y un cartel enorme con la cara de Daniel Ortega. Ya salimos del triángulo. Es como estar ya en Costa Rica, dicen los camioneros ticos que suelen hacer esta ruta desde Estados Unidos.

Quizá tengan razón. En los comederos ofrecen pinto y faltan solo siete horas para tocar Peñas Blancas. Vamos a llegar de noche, pero no hay problema.