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Drones: “abejas” asesinas están en América Latina

Los aviones no tripulados representan un peligro en América Latina.

Pablo Albarracín (*)

A fines de noviembre de 2012, el ministro de Defensa de Chile, Rodrigo Hinzpeter, presentó a la prensa a ‘Láscar’, el primer dron fabricado en el país, desarrollado en conjunto por el ejército chileno, la Universidad de Concepción y la empresa local de ingeniería Presagia. Según el ministro Hinzpeter, Láscar cumplirá misiones relacionadas al cuidado del medio ambiente y a fenómenos climáticos.

Chile, además de Argentina, Brasil, Ecuador y Venezuela poseen dentro de sus ejércitos vehículos aéreos no tripulados (UAV, por sus siglas en inglés), más conocidos como drones. La mayoría de ellos son de origen israelí, donde destacan los modelos Hermes (450-900) e IAI Heron. Sin embargo, desde hace algún tiempo, dichas naciones, a excepción de Ecuador, han estado desarrollando sus propios drones con tecnología local y, en algunos casos, asesoría extranjera.

Venezuela, por ejemplo, presentó hace pocos meses su dron fabricado en Caracas por ingenieros capacitados en Irán, y la estatal brasileña Embraer, junto a la israelí Elbit Systems, desarrolla su propio dron ‘Harpia’, con miras al Mundial de Fútbol y los JJ.00.

Si bien las autoridades respectivas enfatizan en el uso civil y científico de los drones, la realidad mundial en el uso de estos dispositivos es muy diferente. Los drones se han vuelto mundialmente famosos con la guerra a control remoto que emprendió Estados Unidos contra el terrorismo de origen islámico. El uso de drones en esa guerra está siendo muy cuestionado y la administración de Barack Obama es salpicada por su “daño colateral” excesivo. Los drones no son un juguete.

“La utilización de drones en América Latina obedece a la notable eficacia y economía que aportan plataformas no tripuladas que pueden permanecer muchas horas en el aire. Las grandes dimensiones de los países de la región hacen difícil la vigilancia de fronteras y zonas de interés especial”, dice Raúl Sohr, analista de Relaciones Internacionales. “Los drones, en la configuración de reconocimiento y vigilancia, constituyen un buen respaldo para las autoridades”.

La preocupación es razonable si se piensa que los drones no sólo pueden llevar una cámara , sino también misiles y otras municiones. EE.UU. usa hace años sus sofisticados drones Predator, Reaper y Global Hawk en Irak, Afganistán, Pakistán, Somalia y Yemen, donde han matado decenas de civiles. Conflictos regionales como el narcotráfico o la violencia armada urbana ¿pueden llegar a ser blanco de los drones?

Abejorros automáticos

“Las investigaciones en el campo de los drones están tratando de aumentar su autonomía e inteligencia para tomar decisiones, como si es bueno bajar 500 metros o virar a la derecha en un momento determinado”, dice Frank Tinapp, Ph.D. en Ingeniería de la Universidad de Concepción. “Además de aumentar su independencia y lograr que se comuniquen entre ellos”.

Algunos diferencian los drones de los UAV en general, planteando que los drones son de uso netamente militar y desechables. De allí su nombre ‘dron’, que deriva de la palabra en inglés antiguo (“dran” o “draen”) para denominar a la abeja macho.

Aunque el nombre dron se ha vuelto popular, son los UAV, como el Predator o el Global Hawk, los que han realizado más ‘trabajo sucio’.

Los UAV, por definición, no son desechables, están pensados para ser reutilizados, cumplen una misión y regresan. El temido Global Hawk transmite sus datos por telemetría a una base de comando a miles de kilómetros, donde un piloto comanda la nave como si fuera un videojuego. La punta de lanza de estos sistemas son aquellos que son 100% automáticos y que no requieren de un ‘piloto’ a distancia.

Tinapp, quien trabaja en el desarrollo del dron chileno Láscar, señala que los sistemas AUAV (autonomous unmanned aerial vehicles o vehículos aéreos no tripulados autónomos) son totalmente automáticos, funcionan con un sistema electrónico que es como un mini PC al interior del avión que va censando múltiples factores como la altitud, velocidad, etcétera, con un ‘autopiloto’, que además toma decisiones. “El autopiloto es capaz de cumplir la misión de forma automática”, puntualiza Tinapp.

Esta ‘independencia’ de los drones es lo que eriza los pelos de la comunidad internacional. En la guerra se han establecido ciertos códigos de conducta y ‘buenas prácticas’, que los drones pueden vulnerar y han vulnerado. La inteligencia artificial, y todo el código informático que da vida al dron, puede no distinguir a un insurgente con un bulto sospechoso a la espalda de una mujer que lleva a su hijo envuelto en sus espaldas. Por ello, científicos y políticos menos belicosos plantean la urgente necesidad de legislar a nivel mundial sobre el uso de drones en situaciones armadas.

“Me gustaría ver a estos sistemas diseñados para cumplir con las leyes de la guerra”, dijo a AméricaEconomía Ronald C. Arkin, Professor & Director de Mobile Robot Laboratory, Georgia Institute of Technology. “Esto tiene que darse antes que puedan ser usados”.

Daño colateral excesivo

Un estudio realizado por profesores de derecho de la Universidad de Stanford y la Universidad de Nueva York, denominado ‘Living under Drones’, señala que el uso de drones por parte de EE.UU. para acabar con la insurgencia en Pakistán ha tenido un “efecto perjudicial y contraproducente”, causando la muerte de muchos civiles.

La investigación, de nueve meses de duración, consistió en más de 130 entrevistas a víctimas, testigos y peritos en terreno, además de revisar miles de páginas de documentación.

Los autores de “Living under Drones”, gracias a información del Bureau of Investigative Journalism, señalan que entre 2.600 y 3.300 personas han muerto en los ataques estadounidenses con drones sobre Pakistán desde junio de 2004, de las cuales entre 500 y 900 eran civiles. “Lo que sucede ahora es que no mucha gente va a los funerales, porque los funerales han sido atacados por drones. Muchas personas tienen miedo…, la gente va a ayudar, y luego un dron cae sobre ellos”, dice uno de los entrevistados que guarda su identidad.

“En Washington llegaron a la conclusión que poco se conseguía exponiendo a decenas de miles de efectivos en un conflicto de baja intensidad, que se arrastra por más de una década”, dice Sohr. “En cambio, lo que hoy algunos llaman la Doctrina Obama, optó por potenciar ataques desde drones contra sospechosos de dirigir la lucha contra Estados Unidos”.

Ben Emmerson, relator especial de la ONU sobre operaciones antiterroristas, señaló a medios internacionales en octubre de 2012 que este año Naciones Unidas creará una unidad de investigación especial de derechos humanos para indagar en los ataques estadounidenses con drones. La investigación será liderada por el relator especial sobre operaciones antiterroristas Ben Emmerson y por Christof Heyns, relator especial sobre ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias.

El problema de los drones no son los drones, dicen los expertos, sino los humanos que programan y pilotean a distancia a estos asesinos sigilosos. Ojalá, tal como dice Ronald C. Arkin, que antes de una posible operación militar de drones en América Latina exista la legislación internacional que evite los crímenes de guerra y matanzas injustificadas. “Ellos siempre van a estar bajo el mando de un ser humano”, finaliza Arkin.

 

(*) América Economía

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