América Latina, tierra de refugio
* Ningún gobierno acepta de buen grado que otro brinde asilo a uno de sus ciudadanos y en el caso de Nicaragua, ha acogido a cuatro personas de las FARC, a tres líderes indígenas peruanos y además acreditó al ex primer ministro de Tailandia, Thaksin Shinawatra
El asilo concedido por Venezuela al extécnico de la CIA Edward Snowden es una muestra más del arraigo en Latinoamérica de esa figura y otras como el refugio, que ha beneficiado, entre otros, a Julian Assange y al exlíder germanooriental Erich Honecker, aunque los más favorecidos han sido los propios latinoamericanos.
El estadounidense, tras recibir ofrecimientos de asilo por parte de Nicaragua y Bolivia, optó por la oferta del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, según confirmó este lunes Alexéi Pushkov, jefe del comité de Exteriores de la Duma o Cámara de diputados de Rusia.
Snowden, quien se encuentra en la zona de tránsito del aeropuerto moscovita de Sheremétievo desde el 23 de junio pasado, está acusado de violar la ley de espionaje estadounidense tras filtrar información clasificada.
El caso de Snowden remite inmediatamente al de Assange, el fundador de WikiLeaks, refugiado en la embajada de Ecuador en Londres desde el 19 de junio de 2012.
Assange, pedido en extradición por Suecia por presuntos delitos sexuales pero en la mira de EE.UU. por filtrar miles de documentos y cables diplomáticos confidenciales, no ha podido obtener un salvoconducto para abandonar la legación diplomática en Reino Unido, país que dice que su principal obligación legal es entregárselo a la Justicia sueca.
Un hecho que no es aislado, ya que lo que sucede con el creador de WikiLeaks actualmente tiene su réplica latinoamericana.
El senador opositor boliviano Roger Pinto, refugiado en la embajada de Brasil en La Paz desde mayo de 2012, obtuvo el asilo 10 días después, pero el Gobierno boliviano no le entrega el salvoconducto necesario para abandonar la embajada y viajar a Brasil.
Ningún Gobierno acepta de buen grado que otro conceda asilo a uno de sus ciudadanos, pues ello implicaría reconocer que hay persecución o falta de garantías, pero aun así el asilo sigue muy vigente y respetado en América Latina, hoy una zona eminentemente democrática pero con un pasado lleno de turbulencias políticas.
En el caso de Pinto, por ejemplo, Bolivia tildó la decisión de Brasil de darle asilo de «desatinada» y «equivocada», porque alega que hay denuncias contra el senador por supuestos actos de corrupción.
De hecho, hace dos semanas, Pinto fue condenado a un año de cárcel por un tribunal boliviano que lo declaró culpable de daños económicos al Estado calculados en unos 1,7 millones de dólares.
Prácticamente no hay un país de América Latina que no tenga un historial de asilados.
En Brasil, el caso más polémico en los últimos tiempos ha sido el del italiano Cesare Battisti, exactivista de un grupo ligado a las Brigadas Rojas, que fue condenado en su país por cuatro asesinatos y recibió el estatus de «asilado político» en 2010.
Sin embargo, el más notorio de los asilados en Brasil fue el general paraguayo Alfredo Stroessner, quien vivió en Brasilia desde 1989 y murió en esa capital hace 7 años.
Brasil también acogió como asilados a otros paraguayos, como el expresidente Raúl Cubas y el exgeneral Lino César Oviedo, así como al expresidente ecuatoriano Lucio Gutiérrez.
El asilado más significativo que tiene Colombia actualmente es el empresario y político venezolano Pedro Carmona Estanga, que fue jefe de Estado de su país por poco más de un día tras el golpe cívico militar del 11 de abril de 2002 contra Hugo Chávez y se refugió en la embajada colombiana en Caracas.
En el pasado, hubo dos casos de importancia, los de los peruanos Víctor Raúl Haya de la Torre y Alan García, ambos del partido Alianza Popular Revolucionaria Peruana (Apra).
Costa Rica es también tierra de asilo. Uno de los beneficiados fue el exvicepresidente ecuatoriano Alberto Dahik (1992-1995), acusado de corrupción en el manejo de «gastos reservados».
Nicaragua ha concedido asilo político al menos a cuatro personas vinculadas a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y a tres líderes indígenas peruanos y además ha acreditado al ex primer ministro de Tailandia Thaksin Shinawatra, depuesto por militares en 2006, como embajador de inversión en misión especial con pasaporte diplomático.
El exministro del Interior de Paraguay Sabino Montanaro permaneció en Tegucigalpa desde 1989 a 2009 con asilo, y el exjefe de la Policía de Haití coronel Joseph Michel Francois lo recibió hace 17 años y actualmente reside en San Pedro Sula.
Entre los asilados actualmente en Panamá está la exdirectora de inteligencia colombiana María del Pilar Hurtado, objeto de un proceso por espionaje en Colombia, lo que ha generado roces entre ambos países.
Otro asilo que fue «incomodo» en el pasado fue el del sha de Irán Mohamed Reza Palhevi, quien vivió en Isla Contadora en Panamá entre 1979 y 1980.
También se encuentran en Panamá en calidad de asilados los expresidentes de Guatemala Jorge Serrano Elías (1990-1993), a quien el mes pasado una Sala de Apelaciones de su país anuló la orden internacional de captura y petición de extradición emitida hace veinte años.
Otros asilados en Panamá son el expresidente de Ecuador Abdalá Bucaram (1996-1997) y el exgeneral golpista haitiano Raoul Cedrás (1991-1994).
En Paraguay se encuentra refugiado el exgobernador boliviano Mario Cossío, quien se declara perseguido político en su país y que es requerido por la Justicia de Bolivia acusado de corrupción.
En Argentina está en la misma situación el exguerrillero chileno Sergio Galvarino Apablaza, acusado en su país de haber participado en el asesinato del senador derechista Jaime Guzmán en 1991.
En Chile vivió sus últimos años el que fue el último líder de la Alemania del Este, Erich Honecker, quien huyó de su país en 1991 y se refugió con su esposa, Margot, en la embajada chilena en Moscú, que los aceptó como «huéspedes», lo que generó una grave crisis entre Alemania, Rusia y Chile que se saldó con su salida de la legación en 1992 y su traslado a Alemania para ser juzgado.