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“Roberto” y el salvaje “Matacaballos”

 

 

Hay que repudiar el maltrato a los animales.

Don René estaba preocupado, se venían las fiestas de fin de año, estaba la promoción de Alberto, su hijo mayor, que pasaba a secundaria. Le había hecho varias promesas a la virgen y el día de la “Gritería” se acercaba, pero, estaba palmado, ¡totalmente palmado! La crisis era grande, y por más que hacía fila en la ferretería con su carretón, nadie pedía viajes… ¿qué hacer?

 

El domingo, lo visita su sobrino, Felipe, tristemente conocido como el “Matacaballos” entre los carretoneros… estaba con algún negocio entre manos, no dijo qué, pero le ofreció dos mil córdobas por el caballo.

Un momento de duda, su caballito “Roberto” que de tanto apuro lo había sacado. La triste fama de su sobrino, pero la crisis pudo más, y en un mar de promesas de que tratara bien al caballo y no fuera jayán con él, se hizo de los dos mil córdobas que tanta cosa le solucionaban en el momento. ¿Qué hacer ahora sin caballo? ¡Dios proveerá!

Felipe se lleva al caballo, comenzando por hacerle trabajar más de doce horas diarias, sin comer, casi sin beber, a fuerza de golpes y rezongos, amarrado en la noche cerca del bar donde gastaba sus ganancias embruteciéndose en alcohol, hasta que no pudo mas, y viendo que era inútil, que ya nada podía sacarle más a ese costal de piel y huesos, que el caballo ya estaba cruzando las patas, cayéndose de vez en cuando, lo abandonó detrás del Hospital “Roberto Huembes”.

Algunos vecinos, viendo el estado lamentable del caballo, se compadecieron, llamando a la UCC, donde siempre dan atención a los caballos de carretoneros y rescatan animales.

Cuando hay crisis, golpea todas las puertas, y la Unidad Ejecutora de Atención a Caballos de Carretoneros no es inmune, casi sin presupuesto para terminar el año, los vehículos pidiendo reparación urgente, y tienen muy pocos medicamentos.

Pero hay un coraje a toda prueba. Allá fueron las veterinarias María Elena, María Luisa y Liliett, quienes atendieron al caballo, brindándole los primeros auxilios, trayéndolo caminando suavemente hasta el Polideportivo España, donde generosamente cedieron su terreno para albergar al solípedo amigo maltratado.

Don René, alertado por los vecinos, no tardó en aparecer, viendo a su caballo de antaño. Estaba estupefacto. Realmente su sobrino tenía bien ganado el nombre, pidió disculpas, lloró quietamente al lado del caballo, y se fue diciendo que iba a volver con comida.

Al rato el caballo se echó y ya no quiso levantarse.  Cinco litros de suero, meglumina de flunixin, dexametasona, borogluconato de calcio, se le administraron por vena, entre otras cosas, pero su condición era grave… orinaba con sangre y con dificultad, sin poder estar de pie. Tenía abscesos purulentos por todo el cuerpo, calentura, neumonía y cólico. Se echó buscando la noche donde nunca vería amanecer…

Cuando las veterinarias llegaron la mañana del domingo a darle tratamiento, la sorpresa y el estupor cedieron lugar al llanto, la impotencia y la rabia. No hallaban qué hacer.

Por supuesto que esto no va a quedar así, se dijeron. Vamos a radicar la denuncia, no es el primer caso que atendemos del “Matacaballos”, queremos que se haga justicia.

¿Ven ahora, señores diputados, por qué hay que votar la Ley de Bienestar y Protección Animal? ¡Porque los animales nos importan! ¡Y porque estos abusos no pueden quedar así!

“Roberto” es una víctima más de la falta de leyes adecuadas. No más “Robertos”, no más “Rencas”, no mas matanzas indiscriminadas como las de la UNAN Managua! ¡La ley de Bienestar y Protección Animal es una urgencia nacional!

* Decano FCA-UCC
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