Candidato a alcalde de Nueva York defiende su lucha contra desigualdades
* Ante arrolladora marcha hacia la victoria, rivales le desempolvaron su apoyo a la revolución sandinista de los años 80 y su tendencia socialdemócrata, algo que no niega y defiende
Una muestra de que el mundo no ha avanzado mucho desde hace tres décadas: los rivales del demócrata Bill De Blasio, favorito para ganar las elecciones a alcalde de Nueva York, a fin de restarle puntos le están “enrostrando” su pasada simpatía por la revolución sandinista de los años 80 y sus inclinaciones socialdemócratas, algo mal visto en el “corazón del capitalismo”.
La controversia fue lanzada la semana pasada con un artículo del diario New York Times en la que se recordaba que De Blasio, de 52 años, fue un «joven de izquierda» admirador de la revolución lanzada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) nicaragüense que en 1979 derrocó al régimen dictatorial de Anastasio Somoza.
De Blasio, por entonces de 26 años, viajó incluso a Nicaragua en 1988 para ayudar a distribuir alimentos y medicinas, en medio de la lucha del FSLN con los «Contras» financiados por el gobierno estadounidense de Ronald Reagan, según ese artículo, cuyas informaciones no fueron desmentidas por el implicado.
El candidato demócrata, que siguió estudios de política latinoamericana en la Universidad de Columbia y es el actual defensor del pueblo de la ciudad de Nueva York, también viajó a Cuba, aunque en este caso para pasar su luna de miel con Chirlane, la madre de sus dos hijos.
Estas revelaciones sobre su cercanía con los movimientos revolucionarios de izquierda, sumadas a sus fuertes posicionamientos en contra de las desigualdades, dieron lugar a ataques inmediatos de su rival republicano, Joe Lhota, así como de medios identificados con la derecha.
«La estrategia de De Blasio de lucha de clases en la ciudad de Nueva York sale directamente del manual marxista. Ahora sabemos por qué», denunció Lhota, exigiendo al demócrata «explicarse ante los cientos de miles de neoyorquinos que escaparon de la tiranía marxista en Asia, América Central y el Este de Europa detrás de la Cortina de Hierro».
De Blasio ha basado su campaña presentándose como el candidato opositor a las políticas que califica de «elitistas» del actual alcalde Michael Bloomberg, un independiente de pasado republicano que dejará el cargo a fines de diciembre tras doce años y tres mandatos.
Entre sus propuestas figura establecer un impuesto a los neoyorquinos que ganan más de 500.000 dólares anuales para financiar el jardín de infantes de todos los niños de la ciudad a partir de los 4 años.
Además, el ombudsman es un duro crítico de los polémicos controles y cacheos espontáneos de la policía de Nueva York, que afectan sobre todo a hispanos y negros y fueron declarados «inconstitucionales» por la justicia federal.
De Blasio, que ganó con comodidad y en primera vuelta las primarias demócratas del 10 de septiembre, lidera con gran ventaja la carrera para suceder a Bloomberg, con un 66% de intenciones de voto contra 25% de su rival, de acuerdo a los últimos sondeos.
Tras las acusaciones en su contra, De Blasio, lejos de negar su pasado, lo ha defendido.
«No, no fue un pecado de juventud. Estaba involucrado en un movimiento que pensaba tenía mucho sentido, y la razón por la cual estaba involucrado era a raíz de la política exterior de Estados Unidos», señaló recientemente a la revista New Yorker.
«La política exterior de Estados Unidos había tomado una dirección profundamente mala: intervenir de manera equivocada en los asuntos de otras naciones; apoyar dictaduras y fuerzas negativas que no respetaban los valores de este país», agregó, justificando así su decisión de «recolectar ayuda humanitaria y enviarla a organizaciones sin fines de lucro en Nicaragua».
Si bien De Blasio admitió que sentía una «cierta admiración por los sandinistas», también dijo que tenía una «inmensa crítica» por la revolución.
«Soy un progresista que cree en un enfoque activista respecto del gobierno. Pueden llamarlo como demonios quieran», insistió sin embargo, al referirse a sus posicionamientos actuales.
Justamente uno de los líderes de la revolución sandinista, Daniel Ortega, es el actual presidente de Nicaragua, tras haber ganado las elecciones de 2007 y resultar reelecto para un segundo mandato en 2011.
El último en salir a criticar a De Blasio fue el exalcalde Rudolph Giuliani, antecesor de Bloomberg e impulsor de la política de «mano dura» para reducir el crimen en Nueva York, quien acusó el martes al candidato demócrata de tener una «ideología anti-policía».