Cuando Hughes vivió en Managua
Los que tuvieron la fortuna de conocerle en persona aseguran que era un tipo extraño preso de manías que coqueteaban con la demencia. A pesar de sus varios defectos, Howard Hughes era uno de los hombres más ricos y triunfadores del mundo. Empresarios y estrellas de Hollywood se rendían a sus pies.
‘El Aviador’, interpretado por Leonardo Di Caprio en la gran pantalla, arribó a Managua a principios de 1972, aunque nadie sabe a ciencia cierta por qué. Ciertas investigaciones han revelado que su objetivo era hacer negocios con el régimen de Somoza.
Incluso se especula con la existencia de planos de casinos en Managua y Corn Island, pero ninguno de esos proyectos vio jamás la luz. Sea como fuere, el excéntrico millonario abandonó la capital de Nicaragua la Nochebuena del mismo año: horas antes se había producido la mayor catástrofe natural en la historia del país. Un terremoto de 7 grados Richter redujo a escombros la ciudad de Managua, matando a cerca de 20.000 personas.
Curiosamente, uno de los pocos edificios que quedó en pie fue el antiguo Hotel Intercontinental, actual Crowne Plaza, donde el magnate se alojaba. Sus fuertes cimientos impidieron el derrumbe.
ELMUNDO.es ha hecho un recorrido por el establecimiento, uno de los más populares de la ciudad del Xolotlán, en compañía de la María Elena Montenegro, el Ama de Llaves en la época en la que Howard Hughes habitaba las tres últimas plantas del hotel.
«Nunca se dejó ver», es lo primero que atestigua. El magnate era toda una incógnita para los empleados del hotel. Camareros y limpiadores apenas tenían acceso a los pisos reservados para su personal.
«Cuando iba a salir, lo sacaban por una puerta trasera tapada con biombos para que no pudiéramos echarle el ojo, luego se montaba en el camión de las toallas para que nadie supiese quién era y emprendía la marcha».
María Elena asegura que tuvo una oportunidad de verle, cuando entró en su habitación y echó una ojeada furtiva al dormitorio. Atisbó una cama «como de hospital» y a su enfermera personal, pero rápidamente apartó la mirada: los empleados estaban advertidos de que podían perder su trabajo en caso de incomodar al huésped.
«Ni siquiera limpiábamos su dormitorio, él tenía sus propios ayudantes personales; mi misión era pasarles ropa de cama, toallas y demás enseres», explica María Elena.
Personaje excéntrico
Las manías compulsivas de Hughes hicieron correr ríos de tinta en los semanarios amarillistas de la época. María Elena recuerda especialmente que «todo lo que él tenía y usaba era descartable, allí no había nada que se volviera a usar».
El magnate padecía, en efecto, una aversión a repetir el uso de la mayoría de los objetos personales. Esta manía, según investigaciones de biógrafos no oficiales, fue heredada de su madre Alene, sobreprotectora en exceso con el pequeño Howard. Ella habría padecido microfobia, una enfermedad mental que produce un excesivo temor a los gérmenes ambientales.
«Siempre botaban muchas bolsas de suero, al parecer estaba siendo inyectado constantemente», recuerda la ex Ama de Llaves del antiguo Intercontinental. «También había muchos medicamentos, frascos y recetas en la basura. Daba la impresión de que tenía alguna enfermedad», asegura. Debido a su edad –llegó a Managua con 67 años- es posible que así fuese. «Todo el mundo se manejaba con guantes», puntualiza María Elena.
El magnate se recluyó en su dormitorio privado durante la mayor parte de su estancia. Hughes sufrió durante toda su vida un Trastorno Obsesivo Compulsivo que terminó por aislarle de la sociedad. A él sólo podía acudir su círculo más cercano. Amigos suyos relataron otra de las excentricidades del magnate: clasificar los guisantes por tamaños antes de comerlos.
Especiales eran también sus visitas: «Por el Hotel pasaban muchas personas importantes del Gobierno de Somoza que querían hacer negocios con el señor Hughes». Ella estaba a cargo de su atención, aunque no le estaba permitido indagar sobre la identidad o el cometido de los mismos.
Una salida precipitada
Hughes estaba viendo ‘Goldfinger’ en su dormitorio, según la biografía no oficial ‘La historia no contada’, cuando se produjo el terremoto del 23 de diciembre de 1972. De pronto sonó un gran estruendo y el Hotel se movió como si un huracán lo estuviese zarandeando. Uno de los altavoces de su equipo de música se desprendió de la pared y le rozó la cara, pero el magnate salió indemne.
«No temáis, es sólo un terremoto, si sobrevivís a la primera sacudida vais a estar bien», habría dicho el magnate tratando de calmar a sus ayudantes personales. Sin embargo, los escoltas no compartían la misma serenidad. Un grupo de ellos intentó llevarle a un lugar seguro, sin mucho éxito: «no os preocupéis, estaré más seguro en mi habitación de lo que estaría en la calle», repetía el millonario.
Cuando su ayudante James Richard pudo ver el incendio que había comenzado en la ciudad, decidió la marcha definitiva. Tres personas vistieron a Hughes y bajaron su camilla por las escaleras. El destino era la residencia privada de Somoza, pero Hughes se negaba a entrar al edificio. «¡Llevadme de vuelta al hotel!» gritaba, según los biógrafos.
Pasó toda la noche en la limusina presidencial, antes de evacuar en avión la mañana siguiente. En Fort Lauderdale le esperaba un destacamento de la aduana de Estados Unidos: le habían esperado durante meses.