Parece que el medio ambiente se la bebió
* “… pudiera ser que de seguir así, preocupándonos más del medio ambiente en abstracto que, por ejemplo, del agua en concreto, podríamos colapsar antes por sed que por calor”
J.L. González Vallvé
La feliz y revolucionaria entrada en la historia del concepto “Medio Ambiente” y, muy especialmente, todas sus enormes consecuencias sociales, económicas, culturales, políticas y normativas, surge y se consolida en la segunda mitad del siglo XX, pues sus antecedentes son más bien parciales y esporádicos.
Los límites al crecimiento, señalados en el informe del MIT encargado por el Club de Roma en 1972, el impacto sobre la biodiversidad, el equilibrio inter generacional y la capacidad limitada de la naturaleza para atender todas nuestras demandas y absorber todos nuestros deshechos, conducen al concepto de desarrollo sostenible, perdurable o sustentable, definido en el conocido Informe Brundtland (1987), como:
Satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades.
Pero, probablemente hoy, sería interesante, plantearse y debatir si el concepto y la denominación “Medio Ambiente” y todo su enorme impacto, resulta o no lo más adecuado, cuando lo que parece querer expresarse es el medio natural, la naturaleza, o sistema natural, o en una acepción más amplia el ámbito vital o territorio, como intersección entre el Sistema Social y el Sistema Natural a través del Sistema Artificial, pues en otro caso podría llegarse a considerar que el “Medioambiente” fuera el Todo.
En nuestra opinión, la evolución histórica muestra cómo desde el inicio, y durante muchos siglos, primero el individuo y después el Sistema Social, se consideraron Sujeto dominante de una relación con el Sistema Natural al que consideraban Objeto dominado a explotar por medio del Sistema Artificial.
Pero, la feliz y bienvenida novedad histórica que parece querer reflejar la llegada del “Medio Ambiente”, es precisamente que, el Individuo primero y el Sistema Social después, comienzan a considerarse ya no más sujeto de una relación de dominio sobre el Sistema Natural como objeto a explotar, sino que se le confiere también al Sistema Natural la condición de sujeto con el ánimo de establecer entre ambos una relación equilibrada y sostenible.
El concepto “medio ambiente” entra en la historia con muchísima fuerza y pudiera estar ocurriendo que su potencia, conceptual y políticamente justificada, estuviera empequeñeciendo la enorme importancia de algunas realidades que no son sino precisamente sus componentes esenciales concretos y reales, como es el Agua, pues podríamos pensar que si ignoramos el agua, el aire, la flora/fauna, el suelo, y las otras realidades componentes esenciales de los Sistemas Natural y Social, incluido el homo sapiens, en lo que tiene también de componente del sistema natural y de constituyente del sistema social, el “Medio Ambiente” seria solo un concepto, una idea, un “Noúmeno” kantiano.
Pero como casi siempre ocurre en la evolución histórica con las ideas fuerza, adquiere una enorme potencia, hasta el punto de subsumir, de “beberse” a todas esas otras realidades como el agua que son sus componentes reales esenciales y sin las cuales su existencia podría ser más virtual que real.
Y así, Instituciones como los Ministerios, las Comisarías Europeas o a las Agencias de Naciones Unidas pasan a denominarse “De Medio Ambiente”, que es como si los Ministerios de Industria o Fomento se denominasen: “De Medio Artificial”, o los de Empleo, y Sanidad como: “De Medio Social”: Pero la denominación no es inocua, pues de una parte sus componentes esenciales como el Agua quedan detrás disminuyendo su protagonismo institucional y político y de otra la denominación “conceptual” le hace perder precisión, con posible merma de su operatividad y funcionalidad.
Por ejemplo, comienza a hablarse de “Catástrofes Medioambientales”, sin que parezcan existir metodologías que evalúen objetivamente el grado catastrófico y así se considera catástrofe mayor a un enorme, desgraciado y verdaderamente catastrófico vertido de petróleo, pero no tanto que cada año se quemen y desaparezcan cientos de miles de hectáreas de bosque, con ya más de 200 víctimas mortales o que no se depure todo el agua ensuciada, que muy probablemente, si hubiera metodologías de evaluación más rigurosas y más finas, podrían resultar tan o más catastróficas, con el agravante además, que, las del agua ensuciada y los bosques quemados, son causadas continua y constantemente por la acción humana, más o menos consciente y más o menos voluntaria y sin que parezca inquietarnos tanto el ponerles remedio.
La pretensión de tratamiento funcional del concepto “medio ambiente” puede también conducir a planteamientos menos operativos como tratar el binomio Energía/Medio ambiente, más que el binomio Energía/agua.
Otra de las consecuencias de la prioridad medioambiental, es una enorme producción legislativa, como si la gobernanza de la cuestión se pudiera realizar exclusivamente desde la perspectiva jurídica: leyes, normas, regulaciones, cuando aún siendo necesarias, parece que lo serian mucho más, las estrategias globales que informasen y pautasen a toda la sociedad y, de las cuales, se derivarían, en su caso, las leyes correspondientes, es decir, por ej., parecería más pertinente una estrategia sobre el agua que una ley de agua.
Una estrategia del Agua, debería por ejemplo , incluir, entre otras muchas cuestiones, una nueva pedagogía, superando, si cabe, la noción más bien romántica, pero irreal, que enseña a los niños que el agua cae del cielo y el río la lleva a casa, por una comprensión más real, funcional y practica del ciclo del agua que incluya y explique la necesidad de sofisticadas técnicas, profesionales preparados, empresas gestoras eficaces, enormes y costosas inversiones y un consumo responsable, para que cada día salga por nuestros grifos agua buena y sostenible, que además debemos depurar y recuperar.
La desiderata medioambiental parece también conducir a situaciones que podrían calificarse como paradójicas, como que España haya declarado como territorio protegido en la Red Natura el 25,5% su territorio, frente a, por ejemplo, el 7,50% de Francia, el 9% de Alemania o el 14% de la media UE, mientras arriesgamos sanciones por no planificar el uso del agua, o por no depurarla, o que estemos como eco-ciudadanos, bio-concienciados, dispuestos a pagar 2 € por una berenjena ecológica, pero no a pagar 0,70€ por depurar 1000 litros de agua que ensuciamos.
También la gran preocupación medioambiental puede “despistar” sobre las verdaderas y reales preocupaciones de la población, por ejemplo en las ciudades emergentes superpobladas, la calidad y dignidad de la vida humana depende tanto o más de que tengan un buen suministro de agua y saneamiento, que de un “medio ambiente” ideal.
En resumen, resulta indiscutible que la prioridad medioambiental, ha tenido y tiene una importancia clave en el muy positivo cambio de rumbo de la conducta de la humanidad, y no se trata, ni muchísimo menos, de cambiar la tesis, pero si pudiera ser oportuno debatir y repensar algunas cuestiones que parecen abiertas, pues, como ya comienza a ser pronosticado por algunos, pudiera ser que de seguir así, preocupándonos más del medio ambiente en abstracto que, por ejemplo, del agua en concreto, podríamos colapsar antes por sed que por calor.