Al abordaje de un cometa
Ocurrirá el próximo mes de agosto. Por primera vez, un artefacto humano, la nave Rosetta de la Agencia Espacial Europea (ESA), llegará a la órbita de un cometa, el 67P/Churyumov-Gerasimenko, tras más de diez años de viaje por el espacio interplanetario.
Un tiempo después, en noviembre, se producirá la fase más arriesgada y emocionante de la misión. La sonda liberará un módulo, llamado Philae, que se depositará sobre la roca para estudiarla, una hazaña que, sin duda, quedará marcada en el calendario de la exploración planetaria y que puede ayudarnos a entender el origen y la evolución del Sistema Solar.
Rosetta fue lanzada en marzo de 2004 y ha permanecido en hibernación durante gran parte de su viaje. El pasado enero, todos los sistemas se reactivaron de forma automática, de cara al comienzo del estudio del cometa este verano. En la actualidad, la nave sigue su camino hacia su objetivo y ya envía datos científicos, señala Abc.es.
«Empezamos a recibir los primeros datos de los instrumentos en marzo y abril», explica el coordinador de operaciones científicas de Rosetta, Laurence O’Rourke. «Todo está funcionando según lo previsto». Esos datos han sido recogidos por el Centro Europeo de Astronomía Espacial (ESAC) de la ESA en Villanueva de la Cañada, Madrid, donde trabaja dedicado a ello un equipo internacional de 25 investigadores e ingenieros.
Las observaciones de Rosetta han revelado, por ejemplo, que el cometa ya ha entrado en actividad, es decir, el material helado que lo compone se sublima al aproximarse al Sol, generando la estela de gas y polvo característica de estos objetos, la coma. 67P/Churyumov-Gerasimenko está ahora a unos 600 millones de kilómetros del Astro rey, y Rosetta ha fotografiado su coma incipiente, que debe medir unos 1.300 kilómetros.
Elegir el lugar de aterrizaje
Cuando Rosetta llegue al cometa, el próximo agosto, primero debe sobrevolarlo y después orbitarlo, siguiendo trayectorias definidas. Primero se situará a una órbita que gira a 30 km alrededor del cometa, e irá reduciendo esa distancia poco a poco. En septiembre llegará a 20 km y en octubre, a 10 km. En este tiempo de aproximación, Rosetta irá obteniendo datos acerca de la composición, densidad y gravedad de la roca, para que los científicos sepan «con qué se van a encontrar». Del mismo modo, elaborará mapas de la superficie para determinar cuáles son sus características y cuál será el mejor sitio para llevar a cabo el aterrizaje de Philae.
En agosto se seleccionarán cinco posibles lugares que pasarán a ser dos en la segunda aproximación en septiembre, y en octubre, un mes antes de la operación, se determinará cuál es el lugar adecuado. «No dependerá sólo de que sea plano, porque la superficie de los cometas sufre explosiones y habrá que tener en cuenta también dónde hay aspectos buenos para estudiar. Por eso se hace este trabajo conjuntamente entre científicos e ingenieros, porque cuentan los aspectos técnicos, pero también los de investigación», indica O’Rourke a la agencia de noticias EP.
El aterrizaje de Philae, en noviembre, será una operación «única» que «no se puede comparar a ninguna otra misión» porque «es lo más complicado que se haya hecho jamás», afirma O’Rourke. Durante los meses posteriores, Rosetta se alejará paulatinamente del cometa para seguirlo a una distancia segura a lo largo de su viaje, registrando todos sus cambios a medida que se calienta.
El principal objetivo de Rosetta es ayudar a entender el origen y la evolución del Sistema Solar. En particular, investigará el papel que pueden haber jugado los cometas a la hora de traer el agua a la Tierra, y quizá incluso la vida.