Prosas Profanas, la rara perfección de Rubén Darío
Enrique A. Sánchez L.
Periódico Primicias
El libro que señala el resurgimiento de la versificación irregular en la literatura es Prosas Profanas, de Rubén Darío, publicado en Buenos Aires en 1896. El movimiento, como se ve, principia en la literatura de América: es reflejo del movimiento en favor del moderno verso libre, que tiene su centro en Francia y de allí irradia a muchos países.
Se dice además que el verslibrisme francés tiene su punto en Walt Whitman; pero Whitman no es sino influencia colateral. El vers libre de los simbolistas franceses es fluctuante alrededor de paradigmas conocidos; el de Whitman es propiamente amétrico.
Caracteriza al libro de Rubén Darío la gran variedad de metros, manejados todos con una rara perfección, con exquisito sentido de sus cualidades musicales, sin repetir nunca demasiados ritmos iguales dentro de cada tipo de verso. El deseo de hacer de todos los metros conocidos en castellano instrumentos igualmente flexibles -deseo que nace en el Siglo XIX- llega aquí a su realización, no lograda ni por los últimos clásicos académicos ni por los románticos. Como versificador, Darío equivale en castellano a Shelhey o a Swinburne en inglés.
A pesar de todo, no tanto así, en Azul, Darío no había ensayado muchas novedades, ni había intentado la versificación irregular; pero, fue ante todo un ensayista de una péñola florida; así como lo fue también Don Pedro Henríquez Ureña.
La nueva acentuación del Alejandrino probablemente fue empleada por Francisco Gavidia, del El Salvador antes que nadie. Adquiere nuevo brillo en prosas Profanas el doble octonario (en Año Nuevo). El Alejandrino, el eneasílabo (combinado con el Alejandrino en el Responso a Verlaine, como en las orientales y las hojas de otoño, de Hugo), dos tipos de versos de diez sílabas.