Julio, no viajes al centro de la Tierra
* Aniversario 127 del nacimiento de Inge Lehmann, una danesa pionera de la geología y la sismología que echó por el suelo muchas de las fantasías plasmadas en los libros de Verne, el genial escritor francés.
Julio Verne publicaba Viaje al centro de la Tierra en 1864. La segunda novela del escritor francés probablemente provocó a más de un espeleólogo o minerólogo a querer imitar al personaje Axel y emprender así un paseo por el interior del planeta cuya ruta se iniciaba en el volcán Snæfellsjökull, situado en el oeste de Islandia.
En esta mítica e icónica obra se daba a entender la teoría de que la Tierra está hueca. Probablemente, Julio Verne habría abortado su misión y, por tanto su libro, al corazón del planeta de haber sabido a que temperatura se cocía el ambiente a esas profundidades, unos 2.727 a 4.727 grados.
Sin embargo, no fue hasta 1936 cuando Inge Lehmann le sacó de su error y le hizo entender que una aventura como la que planteaba en su obra era absolutamente inviable. En aquel año, esta sismóloga danesa publicó un documento que provocó que su nombre pasará a los anales de la geofísica. Y no es para menos.
Conocido simplemente como P, este nombre tan básico no deja entrever la magnitud del hallazgo de Inge Lehmann que provocó un giro radical de 180 grados en el estudio de esta materia. Y es que este texto contiene una nueva discontinuidad sísmica en la estructura de la Tierra que separaba el núcleo externo del núcleo interno.
¿Y qué significa exactamente esto? Pues que el planeta no es una esfera compacta e inactiva, sino todo lo contrario. Así, el núcleo estaría formado por una parte sólida y otra líquida, y ambas interactuarían entre sí en una zona que pasó a llevar el nombre de Inge Lehmann -al igual que muchas fases sísmicas en esta parte del planeta- y que se encuentra a una profundidad media de 5.155 km, dato, por cierto, que no se estableció con precisión hasta principios de la década de 1960.
El hallazgo de Inge Lehmann lo modificó completamente todo. Y es que hasta la década de los años 30, se creía que el núcleo era totalmente líquido, una simple bola de hierro. Sin embargo, empezó a sospechar que algo se escondía en el corazón de la tierra al darse cuenta de la heterogeneidad con la que se leían e interpretaban los sismogramas.
Así, mientras esta científica analizaba las ondas sísmicas que atravesaban el planeta, detectó que algo fallaba. La clave se la ofreció los datos recogidos de un terremoto sucedido en Nueva Zelanda: el núcleo terrestre no se trataba de una sola capa ya que había una parte sólida, otra líquida y una zona en la que ambos núcleos interactuaban.
Midiendo las ondas sísmicas, Inge Lehmann llegó a la conclusión de que el núcleo interno de la tierra debe de medir unos 2.440 kilómetros, es decir, aproximadamente el 70 % del tamaño de la luna. Además, también descubrió que tiene una temperatura muy elevada, probablemente de 2.727 a 4.727 grados, algo que seguramente hubiera desalentado a Julio Verne a llevar a Axel a emprender un viaje al centro de la Tierra.
Inge Lehmann descubrió además que el núcleo interno no gira solidario con el resto del planeta, ya que la parte interna líquida -que mide 6.800 kilómetros de profundidad, aproximadamente dos veces el tamaño de la Luna- le hace de cojinete. Es precisamente la existencia de estas dos partes lo que genera el campo magnético terrestre.
Ahora, 79 años después, las bases puestas por esta sismóloga danesa siguen evolucionando. Hasta ahora, se creía que este núcleo interno era un objeto sólido. Sin embargo, las investigaciones más recientes apuntan a que tiene estructuras detalladas. Es más, se señala que incluso tendría una parte más interna.
A pesar de que el descubrimiento de Inge Lehmann marcó un antes y un después en la geofísica y la sismóloga se ganó un hueco en los altares de la ciencia, esta danesa ya hacía tiempo que había comenzado a marcar un tiempo nuevo en esta materia. Considerada toda una pionera en el estudio de terremotos, jugó un papel importante tanto por sus investigaciones como por su papel de mujer científica, en una época, a comienzos del siglo XX, donde estas áreas eran aún de dominio y control del bando masculino. Fue durante sus estudios en Cambridge cuando se dio cuenta que el suyo no iba a ser un camino de rosas.
Inge Lehmann, nacida el 13 de mayo de 1888 en Copenhague en el seno de una familia académica y de carácter progresista, recibió una educación igualitaria al acudir a una escuela donde niños y niñas estudiaban juntos, sin importar su sexo o su condición social. Sin embargo, cuando creció y se fue a estudiar a la prestigiosa universidad británica, se dio cuenta de que su condición de mujer podía suponer algún bache en el camino.
A pesar del machismo que la rodeaba, no cesó en su empeño, se hizo con su título y poco tardó en entrar a formar parte de la red sísmica de Dinamarca. Así, ya de regreso en su país, en 1928 -antes incluso de marcar su gran hito científico- se desmarcó, hizo notar su valía y fue nombrada primera jefa del departamento de sismología del recién creado Real Instituto Geodésico danés, un cargo que mantuvo durante 25 años.
A pesar de todos sus logros y hallazgos, Inge Lehmann no se rindió nunca para seguir dando pasos a fin de descubrir más aspectos sobre el planeta. Siguió escribiendo artículos científicos y recibiendo homenajes hasta cumplir los 100 años. En 1993, falleció a los 104 años dejando un largo legado para la ciencia en general, la geofísica en particular, y un consejo para Julio Verne: no viajes al centro de la Tierra.
Fuente: La Voz de Galicia.