El “báculo” o hueso del pene
Algo que no todos saben, es que la gran mayoría de los animales mamíferos conocidos posee un hueso en el pene, cuya función es facilitar la cópula e introducción en la vagina de la hembra.
El báculo, o en latín baculum, es un hueso que se encuentra en el pene de la mayoría de los mamíferos, más precisamente en mamíferos insectívoros, roedores, carnívoros y primates. Entre las especies domésticas se encuentra en el gato y el perro. Este hueso les permite a estos animales la penetración en ausencia de erección.
En latín se llamaba baculum (vara), os penis (hueso peneano) y os príapi (hueso de Príapo).
Está ausente en humanos, marsupiales, hienas, lagomorfos (como conejos y liebres) y en la familia equidae (caballos), entre otros. Su forma y tamaño varían entre las especies, y su función es la de hacer posible la erección. En los seres humanos, al no tener báculo, la erección se logra cuando el tejido eréctil del pene se llena de sangre en sus cuerpos cavernosos.
Tiene una gran variación de tamaño de acuerdo a la especie poseedora, de 1 a 2 cm en chimpancés y gorilas, respectivamente, a 50 cm en las morsas.
Algunas culturas como la misquita, le otorgan poderes mágicos al hueso del pene del mapache o mapachín, como le llaman, al que transforman en polvo para realizar embrujos de amor, conquista y seducción. Los esquimales (Aynoas) generalmente los convierten en agujas, siendo tradición que la mujer debe coserle a su marido la ropa con agujas hechas de hueso de pene de foca si lo quiere conservar.
El hueso homólogo en las hembras se llama os clitoridis (hueso clitorídeo) o baubellum.
Un objeto de investigación sobre la evolución es el hecho de que el género humano presente esta ausencia, tanto de pene óseo como de clítoris óseo, a diferencia de otros grandes mamíferos. De todas maneras, este hueso es bastante reducido entre los grandes simios: en muchas especies tiene una estructura insignificante de 10 a 20 mm.
En 1978, el zoólogo Richard Dawkins especuló que en los humanos, la pérdida del hueso ―que sí está presente en nuestra especie más cercana (el chimpancé)― probablemente se deba a la selección de las hembras, que buscaban signos de buena salud en los machos adultos. La dependencia del pene humano en los medios vasculares para lograr el estado rígido lo vuelve particularmente vulnerable a las variaciones de la presión sanguínea. Una disfunción eréctil indicaba no solo el estado físico del macho (como diabetes o trastornos neurológicos) sino también estados mentales como estrés y depresión.
Según investigadores de la Universidad Johns Hopkins (Gilbert y Zevit, 2001), los primeros humanos se percatarían de la diferencia entre los restos de cualquier mamífero y los de los seres humanos. Para explicar la ausencia del hueso, habrían creado el mito de que al hombre le falta un hueso porque el dios Yahvéh se lo quitó al primer varón humano (Adán) para crear a la primera hembra humana (Eva). Ese mito quedó registrado en el libro del Génesis (2.21-23) de la Biblia hebrea.
El texto bíblico explicaría la pérdida de ese hueso en el hombre con el mito de la costilla de Adán.
El hueso peneano está más asociado con la paternidad que una costilla. La costura de carne a la que se refiere el versículo 2.21 podría referirse al rafe perineal, la «costura» embrionaria que se percibe en el pene y el escroto. El idioma hebreo bíblico no tenía palabras para referirse al pene, por lo que se tuvo que utilizar otra palabra. El término hebreo que se utilizó para costilla, tzelá, tiene otros significados aparte de «hueso», como los marcos de la puerta, que funcionan como columnas de sostén, y el tronco de los árboles. Entonces más bien podría referirse a un mero soporte estructural.
Es curioso que todos los sabios y profetas de la antigüedad portaban un báculo como símbolo de fuerza y sabiduría. De hecho, el símbolo internacional de la medicina y de la medicina veterinaria es el Báculo de Esculapio con dos serpientes que se trepan al mismo, tres símbolos fálicos.
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