¿Nuevas crónicas?
* «No pretendo en absoluto negar la valía y el magisterio de Norman Mailer, Truman Capote, Gay Talese o Tom Wolfe. Tampoco se me pasa por la cabeza cuestionar la influencia de revistas como The New Yorker, Esquire o Rolling Stone; aunque sí deseo romper una lanza de fresno por las crónicas del nicaragüense Rubén Darío, del guatemalteco Enrique Goméz Carrillo, del chileno Joaquín Edwards Bello, del mexicano Alfonso Reyes, del peruano Abraham Valdelomar o del argentino Ricardo Sáenz Haye»
Durante una mesa redonda en Madrid escuché a un compañero escritor afirmar algo que me sorprendió. A saber, que el nuevo periodismo latinoamericano ha creado la crónica, un género narrativo que no existe en España y que le ha permitido a los novísimos cronistas trabajar en revistas y suplementos de España y América Latina. Disentí en público y ahora me explayo en mis argumentos. ¿Cómo así se ha entronizado la idea de que la nueva crónica latinoamericana nace del nuevo periodismo de los Estados Unidos? La “nueva” tal vez, pero la de toda la vida viene del modernismo y negar la existencia de una tradición española de escritura de crónicas supone de paso negar la existencia de la crónica que se escribía en América Latina por esos mismos años.
No pretendo en absoluto negar la valía y el magisterio de Norman Mailer, Truman Capote, Gay Talese o Tom Wolfe. Tampoco se me pasa por la cabeza cuestionar la influencia de revistas como The New Yorker, Esquire o Rolling Stone; aunque sí deseo romper una lanza de fresno por las crónicas del nicaragüense Rubén Darío, del guatemalteco Enrique Goméz Carrillo, del chileno Joaquín Edwards Bello, del mexicano Alfonso Reyes, del peruano Abraham Valdelomar o del argentino Ricardo Sáenz Hayes. ¿Por qué ninguno de los estudiosos de la moderna crónica literaria hispanoamericana incluye en su genealogía a los escritores del modernismo y la vanguardia? ¿Y por qué no buscan en la prensa española de los años veinte a otros posibles maestros de la crónica en la lengua de Cervantes?
De forma simultánea aparecieron en España dos antologías de crónicas cuya lectura recomiendo de entrada: Antología de crónica latinoamericana actual (Alfaguara) compilada por Darío Jaramillo y Mejor que ficción: crónicas ejemplares (Anagrama) editada por Jorge Carrión. Los textos son diversos, brillantes y constelados de humor, erudición, viajes y curiosidades. Sin embargo, en los estudios preliminares de ambos, así como en las reseñas que los dos títulos recibieron, percibí una desmesurada fascinación por la influencia de la crónica periodística de los Estados Unidos y una mínima consideración por la crónica modernista en lengua española. Insisto: puede que los modernos cronistas latinoamericanos que ahora mismo prestigian las cabeceras donde colaboran le deban mucho al New Yorker, pero a Carlos Monsiváis no le hizo falta leer aquella revista ni advierto que le debiera algo a Joseph Mitchel.
En cuanto a la tradición española de la crónica, Julio Camba es —para mí— el gran cronista en lengua española de los años 10, 20 y 30, como lo prueban sus libros de viajes y erudiciones varias como Londres (1916), Playas, ciudades y montañas (1916), Un año en otro mundo (1917), La rana viajera (1920), Aventuras de una peseta (1923) y La ciudad automática (1934), entre otros títulos prodigiosos que no han perdido un ápice de frescura, inteligencia y corrosión. ¿Y qué podríamos decir de las crónicas del sevillano Manuel Chaves Nogales? Mi compañero de mesa en Madrid aseguró que Chaves Nogales era un invento de la crítica española para contar con un cronista propio, lo cual no era justo con libros como La ciudad (1921), La vuelta a Europa en avión (1929) o sus Crónicas de la guerra civil (2011), compiladas por primera vez después de haber sido publicadas entre 1936 y 1939 en periódicos de México y Argentina. ¿Cómo es posible que celebremos cada uno de los rescates de los maravillosos libros de Chaves Nogales y que luego nos envainemos que durante la última década hemos aprendido a escribir buenas crónicas en español gracias a la influencia bienhechora del nuevo periodismo de Estados Unidos?
Niego que lo que se ha dado en llamar “Nueva Crónica Latinoamericana” haya nacido de la prosa periodística en inglés. Por supuesto que revistas estupendas como la peruana Etiqueta negra, la colombiana El malpensante o la mexicana Gatopardo son muy dueñas de tener como espejo a The New Yorker o a quien consideren oportuno, pero incluso ignorando el magisterio de los cronistas de comienzos del siglo xx, ¿dónde colocaríamos las crónicas del mexicano Jorge Ibargüengoitia? ¿O las crónicas sobre el hundimiento del Swinging London que recopiló el cubano Guillermo Cabrera Infante en O? ¿Y las desopilantes crónicas del argentino Fontanarrosa? ¿No escribieron crónicas Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y José Donoso?
La buena crónica en español viene del modernismo hispanoamericano, se enriqueció en España durante la vanguardia y se diseminó por libros, periódicos y revistas gracias al boom. Lo nuevo es la dedicación profesional, la demanda del mercado, la existencia de publicaciones especializadas y las bendiciones académicas y editoriales.
Fuente: La Razón, México.