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El paso de Rubén por Lima

rubenciño* Jorge Eduardo Arellano descubre en Perú manuscrito original de un poema que se ha venido publicando con errores y recordando a Gabriela Mistral aclara que un dipsómano como algunos han descrito al bardo nicaragüense, no habría sido capaz de dejar semejante obra literaria.

Eduardo Santana
Diario UNO, Lima

El poeta, ensayista, filólogo e historiador Jorge Eduardo Arellano llegó a Lima para participar del homenaje que la Embajada de Nicaragua ha preparado en conmemoración al centenario de la muerte de Rubén Darío.

El diario UNO se reunió con él y la embajadora Marcela Pérez Silva para conversar sobre la vida y el legado del fundador del modernismo, pero minutos antes de empezar un poema llamó la atención de Arellano.

“Canción a Angélica Palma”, poema que Darío dedicó a la hija de Ricardo Palma, descansaba en los archivos de la Biblioteca Nacional desde hacía varias décadas –o incluso más de un siglo- hasta que la embajadora solicitó el álbum de Angélica en el que se encontraba, de puño y letra de su autor.

Para sorpresa de todos, el manuscrito, cuya reproducción teníamos sobre las manos, era distinto al poema que se había editado en las Obras completas de Darío. Distinto y sin duda más bello, con una estrofa adicional y un par de erratas que cambian el sentido de los versos. Descubrimiento del que Arellano dejará constancia en algún próximo artículo y que no hubiera ocurrido sin el homenaje.

—¿Cómo pueden ocurrir estos errores?
—Con las copias. Además en ese tiempo se utilizaban muchos manuscritos. Es probable que algún copista o mecanógrafo se haya equivocado al pasarlo a limpio. Cuando eso sucede, el resto arrastra ese error.

—¿Era cercana la relación entre Ricardo Palma y Rubén Darío?
—Tenían una amistad epistolar. Luego, cuando regresa de Chile a Centroamérica pasa por Lima y va a visitar a Ricardo Palma. En 1889 se conocieron y en 1890 escribió un artículo sobre esa visita. En ese documento acuñó por primera vez el término “modernismo”. Después se reencontraron en Madrid para el cuarto centenario del descubrimiento de América, y allí le hace ese poema a Angélica.

—Se dice que Darío cambió la forma de hacer poesía en castellano, ¿cómo era antes de sus publicaciones?
—La poesía antes de Darío estaba fosilizada. Cuando llega él con el modernismo estableció un nuevo lenguaje, una nueva forma, nuevos ritmos, temas, y, sobre todo, le dio una nueva importancia a la estética, a buscar la palabra precisa, reveladora, significativa. Todas estas características siempre envueltas por la riqueza musical. Ese esteticismo impactó en las dos orillas del Atlántico.

—¿Ese impacto había ocurrido antes?
—Hubo casos, como el del Inca Garcilaso, o españoles que vivieron en México, pero Darío impactó, influenció y transformó la lengua poética en ambos continentes. Por ejemplo, la aliteración, el uso de sonidos similares en un verso, como en “bajo el ala aleve del leve abanico”, es un recurso muy usado ahora y es uno de los aportes de su poesía.

—¿Coincide en que “Azul…” es su poemario más importante?
—No hubiera sido suficiente para fundar el modernismo. “Azul…” es un esbozo de toda su obra; y, sobre todo, tiene más prosa que poesía. Por eso en la segunda edición le va agregando más poemas. “Prosas profanas” sí es la culminación esteticista de toda su obra.

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—¿Tiene asidero real la supuesta adicción de Rubén Darío al alcohol?
—Se dice que bebía, pero en las recepciones diplomáticas siempre mantuvo el decoro. Tampoco afectó a su obra en lo absoluto. Su producción es inmensa y un alcohólico no lograría hacer eso. Si uno revisa su correspondencia, verá que escribía un promedio de dos cartas diarias, y un alcohólico no puede escribir tanto con esa calidad. Se ha exagerado. En última instancia seguro perjudicó su salud, pero no su obra ni su decoro. Gabriela Mistral escribió sobre ese tema y lo puntualiza muy bien: Un ebrio no deja 60 tomos.

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