Rss Feed Tweeter button Facebook button Youtube button
|

Irangate: leyes gringas como papel sanitario

IrangateDesde principios del mes de noviembre de 1986, diversos periódicos libaneses fueron publicando noticias sobre la venta de armas a Irán por parte de Estados Unidos con el fin de proporcionar fondos a la contra nicaragüense que luchaba contra el gobierno sandinista, presidido por Daniel Ortega.

Ante la imposibilidad de ocultar el escándalo político, el presidente Ronald Reagan comunica el cese de Oliver North, miembro de la dirección del Consejo Nacional de Seguridad, implicado en el suministro clandestino de armas tanto a Irán como a los contras, y la dimisión de su superior inmediato, el vicealmirante John Poindexter. En realidad, la trama implicaba a los miembros más significativos de la administración Reagan y contó con la complicidad de varios países.

La idea de la venta de armas había sido diseñada por el anterior consejero de Seguridad, Robert Mcfarlane, aunque hay indicios de que le fue sugerida por los servicios de inteligencia israelíes con el objetivo de aproximarse al régimen de los ayatollah. La venta de armas comenzó en julio de 1985. Mcfarlane fue sustituido por Poindexter a finales del mismo año, pero el operativo controlado por el teniente coronel Oliver North continuó hasta que las revelaciones de la prensa obligaron a su finalización.

La crisis del Irangate demostró la violación por la administración Reagan de las leyes promulgadas por el Congreso norteamericano en diciembre de 1983, que prohibían expresamente –enmienda Boland- la participación del departamento de Defensa, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) o cualquier otra agencia del gobierno proporcionar ayuda militar a la contra nicaragüense.

El ejecutivo estadounidense eludió las limitaciones del Congreso a través del Consejo de Seguridad Nacional, organismo que no estaba incluido en la ley. La administración Reagan, obsesionada por derribar el gobierno sandinista y evitar la presencia del socialismo en Centroamérica, vio en la posibilidad de vender armas a Irán un doble objetivo: acercarse a los moderados iraníes para lograr la liberación de rehenes norteamericanos secuestrados en Líbano y obtener fondos para la contra.

El gobierno sandinista aprovechó el escándalo Irangate para liberar al mercenario norteamericano Eugene Hansefus, capturado el 5 de octubre de 1985, cuando fue derribado el avión en el que transportaba armas y pertrechos a la contra. El gesto propagandístico de Managua golpeaba a la administración estadounidense en plena crisis.

La política internacional estaba siendo reconstruida por el secretario de Estado, George Shultz, pero el presidente Reagan y otros miembros de su gabinete se enfrentaban a las investigaciones de la comisión Tower. El informe final, entregado en febrero de 1987, culpaba de la operación a los funcionarios del Consejo de Seguridad Nacional, criticaba duramente al jefe del gabinete presidencial, Donald Reagan, y al director de la CIA, William Casey, y censuraba al presidente estadounidense por su irresponsabilidad y ligereza al no estudiar las consecuencias de la operación. Ronald Reagan en una intervención televisiva aceptó que la venta de armas a Irán “fue un error”.

El 5 de mayo de 1987 se iniciaba en Washington la comparecencia de los implicados ante un comité conjunto de la Cámara de Representantes y el Senado. Durante meses, los congresistas, apoyados por el fiscal especial para el caso, Lawrence E. Walsh, interrogaron a implicados y testigos. Se desvelaron desde donaciones de Arabia Saudí a la contra hasta el affaire entre la secretaria de Oliver North, una rubia despampanante, y el hijo de uno de los líderes de la contra; desde la confesión de intento de suicidio de Robert Mcfarlane, un hombre vencido, a las revelaciones de que no todo el dinero de la venta de armas acabó en manos de los insurgentes nicaragüenses, bastante fue desviado a los bolsillos de algunos protagonistas.

Pero en lo sustancial, el informe final, entregado en noviembre de 1987, fue víctima del partidismo de los integrantes de la comisión, y no desveló qué sabía realmente el presidente Reagan. De William J. Casey, director de la CIA, que murió en mayo de 1987, no se supo el alcance de su participación. Oliver North dijo que creía que Reagan en alguna medida estaba al tanto de la operación y John Poindexter asumió toda la culpa.

Posteriormente, Oliver North fue procesado en 1989 y John Poindexter en 1990 por mentir al Congreso, obstrucción a la acción del Congreso y conspiración. Fueron hallados culpables, pero sus leves condenas fueron anuladas en apelación debido a los acuerdos de inmunidad a los que habían llegado con el Senado para prestar testimonio. Caspar Weinberger, secretario de Defensa bajo Reagan, fue condenado en 1992, pero el presidente George Bush lo perdonó junto a otros funcionarios que habían sido también condenados por retención de información u obstrucción a la investigación.

Lawrence E. Walsh, el fiscal especial para el caso, publicó su informe el 18 de enero de 1994. Concluía que Ronald Reagan y el entonces vicepresidente George Bush conocían el Irangate. El presidente aprobó la venta de armas y cuando la operación fue hecha pública, consintió en el esfuerzo de sus ayudantes para intentar tapar el escándalo. Sin embargo, admitía que no se habían hallado “evidencias creíbles de que el presidente violara cualquier estatuto criminal”. Asimismo, afirmaba que Caspar Weinberger, George Shultz y Donald Regan ocultaron información al Congreso.

Pero el informe de Walsh, al que había dedicado siete años de su vida, ya no tuvo demasiada importancia. Trascurría el segundo año de la presidencia de Bill Clinton y el Irangate, que en su día parecía un escándalo mayúsculo, comparable con el Watergate, pasaría a la historia solo como un episodio incómodo y embarazoso durante el segundo mandato de Ronald Reagan. Este, gracias a sus posteriores acuerdos con la URSS de Gorbachov y los acuerdos de desarme, aprobaría con éxito incuestionable su gestión en la Casa Blanca.

Archives

Recently Commented

  • Mark Potosme: Que no se vuelva a aparecer en Nicaragua este viejo hediondo. Esos no comen banano por no botar la...
  • Allan Brito: La peor raza de la tierra, sino preguntenle a los paleestinos que sufren un verdadero holokausto por mas...
  • Montecristo: Estas agencias estan infestados de moclines y gays deprabados y son los que imponen las nuevas modas...
  • El Alguacil: La idea nunca fue que nosotros terminemos pagando el impuesto, sino que no entraran productos narcos....
  • MADE IN COLOMBIA: es re gracioso eso que llaman “impuesto patriotico”, al final ese arancel lo termina...