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¿Y dónde están los peces?

bombaLeonardo Coca Palacios | Colaboración

Potosí, Golfo de Fonseca, Nicaragua. – ¡Está mala la pesca! -era el lamento recurrente de las tripulaciones de las pangas multicolor que salían del mar con algunos pescados de diversas especies.

Al escucharlos, recordé el pasaje descrito por Ernest Hemingway en El viejo y el mar: “Era un viejo que pescaba solo en un bote en el Gulf Stream y hacía ochenta y cuatro días que no cogía un pez”.

Decían que “el viejo estaba definitiva y rematadamente salao, lo cual era la peor forma de la mala suerte”, pero ¿qué pasa con la pesca artesanal en el litoral Pacífico de Nicaragua? ¿Por qué hay cada vez menos bancos de peces?

“Las bombas están acabando con la fauna marina”, asegura el ecólogo Fabio Buitrago, quien durante los últimos años se ha dedicado a bucear entre los arrecifes rocosos del Océano Pacífico frente a las costas de Nicaragua para filmar y fotografiar las bellezas submarinas.

Según Buitrago, desde hace poco más de una década, centenares de pescadores utilizan bombas de fabricación artesanal para bombardear los arrecifes rocosos y obtener mayor pesca con menos esfuerzo.

El problema es tan ingente que a inicio de 2017 German Mejía Alvarado fue capturado mientras trasladaba hacia las playas de El Viejo (noroeste de Nicaragua) 4,200 bombas -en un termo pesquero con capacidad para 500 libras- para comercializarlas en las comunidades pesqueras a razón de 20 córdobas (66 centavos de dólar estadounidense) por bomba.

Según reportes de la Policía Nacional las bombas para la pesca se fabrican en talleres artesanales clandestinos en León, Quezalguaque y Posoltega, municipios en los que frecuentemente realizan operativos para desmantelar estas instalaciones ilegales.

Sin embargo, el tráfico de bombas continúa y según reportes del jefe del Distrito del Pacífico de la Fuerza Naval del Ejército de Nicaragua, capitán de corveta Gerardo Fornos, durante 2016 fueron capturados por pesca ilegal 22 embarcaciones y 42 tripulantes, a quienes se les decomisó bombas.

Daño irreversible

La pesca con bombas se realiza durante la noche: la tripulación de la panga conecta lámparas o bujías a una batería de automóvil, ilumina el agua y el brillo atrae plancton, calamares y sardinas.

Los pescadores lanzan bombas al agua, las cuales matan a todos esos animalitos y se genera una lluvia de pedazos de animales muertos: “Esa lluvia hace que los animales más grandes que están más abajo comiencen a acercarse para alimentarse y es entonces que se aprovecha para atraparlos con redes, trasmallos, con anzuelos, con lo que sea” explica el ecólogo.

Se estima que la onda expansiva de las detonaciones de las bombas artesanales oscila entre 30 y 60 metros a la redonda provocando la muerte de diversas especies, en diversas tallas e incluso de sus huevos y alevines.

La pesca artesanal involucra a más de 14,000 pescadores en 112 comunidades marinos costeras y sostiene aproximadamente a más de 81,000 nicaragüenses. (Fotos: Leonardo Coca Palacios).

La pesca artesanal involucra a más de 14,000 pescadores en 112 comunidades marinos costeras y sostiene aproximadamente a más de 81,000 nicaragüenses. (Fotos: Leonardo Coca Palacios).

Se estima que en el litoral Pacífico de Nicaragua faenan más de 700 lanchas diariamente y se sospecha que al menos 60% de esas embarcaciones utiliza entre 40 y 80 bombas cada noche, lo cual implica un verdadero bombardeo en el mar de varios miles de kilómetros cuadrados en la plataforma marítima.

“Es un daño irreversible”, asegura Buitrago, quien al igual que organizaciones no gubernamentales nacionales e internacionales como la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Sostenible (FUNDENIC SOS), Paso Pacífico y Fauna y Flora Internacional desarrollan procesos comunitarios conducentes a promover las buenas prácticas pesqueras y erradicar la pesca con bombas.

Un pescador de Santa Julia, comunidad nicaragüense del Golfo de Fonseca, a quien por razones de seguridad personal y familiar resguardaremos su nombre, comenta: “Supuestamente antes venían de Jiquilillo y Mechapa, pero ahora dicen que en Potosí hay unos veinte o treinta pescadores que ahora sólo andan bombeando”.

“El problema de la pesca con bombas nos afecta a todos los pescadores honestos, el que anda en ese negocio de la bomba le vale comer ahorita y tener hambre al día siguiente”, afirma el pescador de Santa Julia, quien finalmente, viendo hacia el horizonte, suelta una frase lapidaria: “Terminándose la pesca en este golfo aquí no hay cómo sobrevivir”.

 

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