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¿Un golfo de esperanza?

golfo de fonsecaJuan Paullier |@ BBC Mundo

El golfo de Fonseca ha sido históricamente fuente de conflictos entre El Salvador, Honduras y Nicaragua. Y a pesar de su belleza -y de un ilustre pasado- también es una de las zonas más pobres de Centroamérica.

Pero las tres naciones que comparten la bahía ahora quieren convertir a este paradisíaco rincón del océano Pacífico en «un espacio de paz, desarrollo y prosperidad», en una región mejor conocida por su violencia.

El futuro del golfo, de 3.200 kilómetros cuadrados, será el tema de una reunión especial de presidentes prevista para el próximo 30 de agosto en Managua, la capital nicaragüense.

Y si los tres países finalmente logran ponerse de acuerdo, la iniciativa podría finalmente llevar algo de estabilidad a una zona donde los conflictos territoriales se han venido sucediendo desde la independencia.

El principal problema es la falta de delimitación de las aguas, aunque el primer intento en ese sentido se realizó en 1880 y fue en 1917 cuando la Corte Centroamericana de Justicia se expresó por primera vez en la materia.

Y el asunto también pasó a ser considerado por la misma Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya, luego de que El Salvador y Honduras recurrieran al tribunal para dirimir un diferendo por una isla de medio kilómetro cuadrado llamada Conejo.

En su resolución de 1992, la CIJ determinó que ambos Estados tenían soberanía exclusiva sobre una franja de tres millas a partir de su costa, pero adjudicó la administración del resto de las aguas del golfo a los tres países que lo comparten.

Y la falta de una delimitación precisa ha seguido generando conflictos, con militares disparándoles a los pescadores a los que acusan de faenar en aguas ajenas y presidentes amenazado con el uso de la fuerza aérea para defender su soberanía.

Las cosas, sin embargo, no siempre fueron así.

La ciudad hondureña de Amapala, ubicada en el golfo, fue de hecho capital de la efímera República Mayor de Centroamérica, conformada por Honduras, El Salvador y Nicaragua a finales del siglo XIX.

Por poco tiempo después la ciudad fue además capital de Honduras. Y el físico alemán Albert Einstein la visitó en 1925, mientras que el presidente de Estados Unidos, Herbert Hoover, lo hizo tres años después.

Pero mientras Nicaragua cuenta con 352 kilómetros de costa sobre el Pacífico y El Salvador con 307, la única salida hondureña al mar pasa por el Golfo de Fonseca, lo que poco a poco le fue quitando importancia tanto a Amapala como a su puerto.

Y el fracasado proyecto integracionista también dio paso a reclamos, amenazas y acusaciones que continúan hasta el día de hoy.

«No tengo que levantar los F-5 para que me abran paso», advirtió por ejemplo en marzo de 2013 el entonces presidente hondureño, Porfirio Lobo -electo tras un golpe de Estado en 2009- al tiempo que acusaba a El Salvador y Nicaragua de obstaculizar la salida al Pacífico de las embarcaciones hondureñas.

Y un año después fue el entonces presidente salvadoreño Mauricio Funes el que le exigió a su homólogo hondureño, Juan Orlando Hernández, la desocupación de isla Conejo, calificando la construcción de un helipuerto hondureño en la misma de «provocación».

Fue en la década de 1980 -cuando El Salvador se hallaba en plena guerra civil- que tropas del ejército hondureño ocuparon por primera vez la isla, aprovechando la partida del contingente salvadoreño que acostumbraba resguardarlo.

Y todo sugiere que, una vez más, son las acciones hondureñas las que están obligando a volverle a poner atención a la zona, aunque en este caso se trata de un ambicioso proyecto de inversión y no de una acción militar.

Las polémicas ZEDE

Efectivamente, en esta zona del litoral hondureño, el gobierno autorizó la instalación de una Zona de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDE), una nueva y polémica figura político-administrativa aprobada de forma controversial en 2013.

Las ZEDE son -de acuerdo a su sitio web- «espacios territoriales altamente atractivos a la inversión nacional y extranjera (…) tienen personalidad jurídica, están autorizadas a establecer su propia política y normativa».

Sus críticos las han denunciado como una inaceptable cesión de soberanía, señalando que en algunas circunstancias tendrán más poder que el propio Estado hondureño y podrán desconocer la inmensa mayoría de los artículos de la Constitución, algo que Tegucigalpa niega.

Y el gobierno de Juan Orlando Hernández parece decidido a instalar la primera ZEDE en Amapala, donde hay planes de construir un «megapuerto» que se conectaría con el Atlántico a través de un «canal seco» para hacerle – un poco de – competencia al canal de Panamá.

A fines del mes pasado el general retirado René Osorio, designado del gobierno para las ZEDE, aseguró que el estudio de factibilidad para la que se quiere instalar en Amapala está «casi listo» y que inversionistas de Corea del Sur, China y Estados Unidos han mostrado interés.

Pero, para que el proyecto funcione Honduras necesita avanzar en la definición de reglas claras para el manejo del Golfo de Fonseca.

Y para eso necesita del concurso de sus vecinos centroamericanos.

«Paso histórico»

Por lo pronto, el tema de las ZEDE no figura como tal en la agenda de la reunión del 30 de agosto, la que oficialmente servirá para discutir un ambicioso Plan Maestro de Proyectos de Inversión y Desarrollo Económico del golfo de Fonseca.

De dicho plan poco se sabe hasta el momento, salvo que estará financiado por el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), que describió la iniciativa como «un instrumento de planificación, negociación y gestión» que busca contribuir al desarrollo de la región por medio de programas e inversiones para impulsar la transformación económica y social del golfo.

Vinicio Cerezo, el secretario general del Sistema de la Integración Centroamericana (Sica) -al que pertenece el BCIE- ha sin embargo destacado el liderazgo del presidente hondureño Juan Orlando Hernández en el tema.

Y Hernández ya calificó la reunión -en la que también participarán el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, y Salvador Sánchez Cerén de El Salvador- como un «paso histórico».

Según el mandatario hondureño, el golfo de Fonseca «siempre tuvo que ser una zona de paz, de oportunidades» y ahora debe convertirse «en un polo de desarrollo (…) en beneficio de sus pueblos».

Las intenciones, sin embargo, no son nuevas.

Los mandatarios centroamericanos firmaron dos años atrás una declaración conjunta para hacer de esa zona un espacio de paz y seguridad. Y ya en 2007 habían dicho lo mismo, pero las palabras quedaron en la nada.

Así, el reto para los presidentes de los tres países será el saber dejar atrás las zozobras del pasado para llevar la discusión a buen puerto y así tratar de sacarle provecho a una zona deprimida en una región golpeada por la pobreza.

«¿Para qué nos vamos a estar peleando porque un pescador se pasa de la raya, de donde está la frontera marítima, y ni cuenta se da porque él anda pescando, ganándose el sustento de la familia?», declaró Hernández.

«Esa es la zona más pobre de Honduras, El Salvador y Nicaragua, cuando puede ser de las más ricas si nos ponemos a trabajar juntos».

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