Los nacatamales y las pupusas echan raíces en La Pequeña Habana
Juan Luis García |Especial para el Nuevo Herald
A Lisseth Mejía le llevó 24 años concretar su sueño de abrir un primer restaurante de la comida con la que creció: la centroamericana.
La Diferencia, en La Pequeña Habana, es uno de los varios negocios manejados por centroamericanos. “Siento que hay para todos. Y para gustos se hicieron los colores”, dijo Mejía, quien abrió su negoció hace 7 meses.
Uno de los platos más solicitados del lugar son los nacatamales, hechos de una masa de arroz, carne y maíz, envuelta de hojas de plátano.
“Le puse el nombre La Diferencia porque no quiero cambiar el toque nicaragüense. Yo quiero que el cliente diga que los nacatamales se sienten igual que en Nicaragua, o el gallo pinto me gustó. Y que sepan que se van a comer lo que buscan”, dijo Mejía.
La tradición de comida nicaragüense no es reciente en Miami. El restaurante Yambo se fundó en 1983 y hoy está abierto las 24 horas.
“Como se cocina en Nicaragua, se cocina acá. Es uno de los lugares más típicos del sur de la Florida”, dijo Edgar Murillo, de 39 años y jefe de cocina de Yambo.
El restaurante, explica, comenzó con la ola de fritangas que se asentaron en la zona y que vinieron con los exiliados nicaragüenses a principios de los años 1980.
En sus paredes está parte de la historia de la comunidad en Miami, como haber sido parte del centro de las discusiones de la Ley de Ajuste para Nicaragüenses y Alivio para Centroamérica (Nacara), que en 1997 legalizó a más de 150,000 nicaragüenses.
Yambo ofrece carne asada y el tradicional gallo pinto, que consiste en arroz con frijoles rojos mezclados, y plátanos maduros y queso frito de acompañantes.
Mejía, que comenzó a vender comida en Chinandega, Nicaragua, cuando tenía 17 años, asegura que la comunidad centroamericana mantiene vivos los sabores de la región. Los viernes llega a tener entre 35 y 45 pedidos.
Y la comida también es una excusa para reunirse. En el Fritanga Restaurant Carnitas de Nicaragua, en Flagler Streer, hay un grupo de comensales centroamericanos que confiesa su constante búsqueda de comida de sus tierras.
“Cuando llegué a Estados Unidos siempre que oíamos que había tortillas, íbamos a pedir”, dijo Vidal Hernández, de origen nicaragüense, quien vive en Broward.
Y los dueños saben bien lo que gusta a sus clientes. Mejía vende baleadas hondureñas, tortillas de trigo rellenas de frijoles, así como pupusas salvadoreñas, también tortillas, rellenas de queso achiclado, y también de pollo, calabaza, frijol molido, chicharrón y más.
Lo que en un país se conoce de una forma puede ser muy similar en otro.
María Cristina Hernández, de origen salvadoreño, dice “Nosotros al arroz con frijoles le llamamos casamiento”. A lo que Vidal contestó: “Y nosotros le llamamos gallo pinto, por los frijoles rojos”.
Lo cierto es que no todos los clientes son centroamericanos, especialmente en La Pequeña Habana., donde hay una gran diversidad de nacionalidades.
“Hace muchos años el alto porcentaje era sólo nicaragüense. Pero hoy en día los clientes son colombianos, cubanos, dominicanos. A todos les gusta la comida nicaragüense. A todos les gusta comer fritangas”, explicó Murillo.