Urano huele a podrido
* Un equipo de investigadores resuelve un antiguo misterio en astronomía: la composición de las nubes que se acumulan en la superficie del planeta helado.
Aunque ya sabíamos que Urano es probablemente uno de los lugares más hostiles para la vida en el Sistema Solar, ahora tenemos un motivo más para no viajar a este planeta: su olor. Y es que un equipo de científicos acaba de demostrar que en las capas superiores de la atmósfera de Urano abunda el sulfuro de hidrógeno, un gas responsable del clásico olor a huevos podridos.
Los investigadores, que publican su trabajo en la revista Nature Astronomy, han descubierto que este gas tan nocivo se arremolina en las nubes del planeta gigante. Aunque era algo que se sospechaba, nadie hasta ahora había sido capaz de demostrar la composición de estos cúmulos.
¿Por qué es tan difícil estudiar la composición de las nubes de Urano? Según Leigh Fletcher, de la Universidad de Leicester, cuando se forma una capa de nubes por condensación, el gas formador queda atrapado en un depósito interno en unos niveles tan bajos que son muy difíciles de detectar por la mayoría de instrumentos empleados hasta ahora. “Tan solo permanece una pequeña cantidad por encima de las nubes en forma de vapor saturado”, explica el científico.
El hallazgo ha sido posible gracias al telescopio Gemini North, situado en Mauna Kea (Hawaii), con el que los investigadores pudieron capturar la luz del Sol al reflejarse en la capa superior de las nubes de Urano y analizarla mediante espectrometría. “Gracias a los datos mejorados de la línea de absorción del sulfuro de hidrógeno y los maravillosos espectros de Gemini, tenemos la huella digital que necesitábamos para ‘atrapar’ al culpable”, explica Patrick Irwin, investigador de la Universidad de Oxford y autor principal del estudio. “Las líneas que tratábamos de detectar eran muy débiles, pero debido a la alta sensibilidad del espectrómetro de Gemini y las buenas condiciones meteorológicas en Mauna Kea pudimos detectarlas de forma inequívoca”.
El trabajo pone de manifiesto las diferencias entre los llamados “gigantes gaseosos” (Júpiter y Saturno) y los “gigantes de hielo” (Urano y Neptuno). Mientras que en los primeros es amoniaco lo que se detecta en las nubes, en Urano, y posiblemente en Neptuno también, el sulfuro de hidrógeno es el principal componente. Según Leigh, estas diferencias se habrían originado ya desde el mismo momento del nacimiento de los planetas. “Durante la formación del Sistema Solar, el balance entre nitrógeno y azufre – y por tanto entre amoniaco y sulfuro de hidrógeno- vino determinado por la temperatura y la localización de cada planeta”.
Durante la formación del Sistema Solar, el balance entre nitrógeno y azufre vino determinado por la temperatura y la localización de cada planeta
Estos hallazgos revelan que, aunque la atmósfera de Urano sea un lugar tremendamente desagradable para los humanos, este extenso mundo es un terreno fértil para explorar la historia de nuestro Sistema Solar y quizá también para entender las condiciones que se dan en otros grandes planetas helados que orbitan estrellas más allá de nuestro Sol.
Con su descubrimiento, el equipo de investigadores ha encontrado, además, una nueva aplicación para el gran telescopio. “Este trabajo supone un nuevo e innovador uso para un instrumento originalmente diseñado con el objetivo de analizar los entornos explosivos alrededor de los agujeros negros situados en el centro de galaxias distantes”, explica Chris Davis, de la Fundación Nacional de la Ciencia (EEUU), uno de los financiadores del telescopio Gemini. “Usarlo para resolver un misterio en nuestro Sistema Solar es una nueva aplicación con mucho potencial para futuras investigaciones”.
Fuente: Muy Interesante.