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Tenemos mucho sol, aprovechémoslo para la energía fotovoltaica

paneles fotoSputnik

El uso de la energía solar fotovoltaica crece en América Latina, que tiene a Chile como ejemplo y líder indiscutido. En un nuevo Día Internacional de la Luz, la potencialidad de esta fuente se destaca por sus menores costos y mejor cuidado del medioambiente.

Que la luz es fundamental para la vida humana no parece ser ninguna novedad. Sin embargo, no fue hasta 2017 cuando la Unesco decidió dedicar cada 16 de mayo a la conmemoración del Día Internacional de la Luz, con el objetivo de destacar la importancia de la luz en la ciencia y la tecnología, así como en la cultura y el desarrollo humano en general.

Con más de 300 eventos programados en 60 países de todo el mundo, la segunda edición del día tiene como una de sus metas la concientización sobre el uso de fuentes de energía eficientes que permitan reducir el desperdicio de energía.

Uno de los caminos para acercarse a ese objetivo es, sin dudas, la energía solar fotovoltaica, una tecnología que permite generar energía eléctrica a partir de paneles que absorben la energía solar. Cada panel está conformado por células fotovoltaicas, las encargadas de transformar la luz del sol en energía eléctrica.

La primera célula fotovoltaica moderna fue patentada por el ingeniero estadounidense Russell Ohl en 1946, aunque ya se experimentaba con la tecnología desde antes. Sin embargo, fue en 1954 cuando los investigadores Gerald Pearson, Calvin S. Fuller y Daryl Chaplin lograron adaptar la tecnología para darle uso comercial.

Sin embargo, la energía fotovoltaica estaba lejos de la popularidad en esa época. Su alto costo motivó que en las décadas sucesivas su uso estuviera restringido más bien a la industria espacial por parte de EEUU y la Unión Soviética.

En tierra, la energía fotovoltaica comenzó a utilizarse tímidamente para usos puntuales, como la alimentación de faros.

Los finales de los 90 y las primeras décadas del siglo XXI marcaron el verdadero apogeo de la energía fotovoltaica, como una forma de reducir los costos de la energía eléctrica tradicional. Así, comenzó a colocarse en edificios de empresa y en hogares, así como también se convirtió en una solución para la electrificación rural.

América Latina ha tenido un crecimiento destacado en el uso de la energía solar, impulsado por la necesidad de sus gobiernos de encontrar alternativas menos costosas para su abastecimiento energético y la oportunidad de aprovechar la ubicación privilegiada que el continente tiene en el planeta.

Dentro del continente, Chile es claramente el país que se encuentra a la cabeza tanto en uso de energía solar como en el respaldo institucional a esta tecnología. Uno de sus mayores potenciales radica en el desierto de Atacama, la región del mundo que recibe mayor nivel de radiación solar.

Por ese motivo, el país suramericano considera que ya cuenta con la capacidad de abastecer al 98% de su población con energía solar. Incluso, datos divulgados por el Comité Solar chileno indican que se podría abastecer al 30% del consumo eléctrico de Suramérica utilizando solo 6.000 kilómetros cuadrados del desierto de Atacama.

Colombia acaba de inaugurar su planta solar más grande en el parque El Paso, en el departamento de Cesar, con la que espera poder abastecer a unos 102.000 hogares colombianos.

El país es, además, el líder latinoamericano en uso de energías renovables y el octavo en el mundo según el Índice Global de Desempeño de Arquitectura de Energía elaborado por el Fondo Económico Mundial.

Argentina, por su parte, va por la cuarta ronda de convocatorias a proyectos en el marco de su programa ‘Renovar’, creado en 2016 y destinado a promover el uso de energías renovables. El programa ya financió una decena de proyectos de energía fotovoltaica, entre ellos dos parques solares en la provincia de San Luis.

Se espera que Argentina continúe incrementando el peso de la energía solar fotovoltaica en los próximos años, ya que por ley definió que el 20% de su energía deberá ser renovable en 2025.

A pesar de que es el país con mayor tasa de irradiación solar del mundo, Brasil todavía no aprovecha plenamente la energía solar, que representa apenas el 1,2% de la matriz energética.

La posibilidad de dejar de depender de fuentes de energía no renovables como el petróleo, el carbón o el gas natural se presenta como una gran oportunidad de reducir costos energéticos para los países de la región. Además, y no menos importante, la apuesta redunda en un mayor cuidado del medioambiente.

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