Cuando el único argumento es la ignorancia
La ignorancia suele ser peligrosa, pero cuando se reviste de una aparente racionalidad lo es más aún, porque burla nuestra lógica y nos induce a aceptar ideas insensatas. El argumentum ad ignorantiam convierte el desconocimiento en su caballo de batalla, confundiéndonos para que aceptemos juicios tajantes que aspiran a convertirse en verdades absolutas.
Uno de los ejemplos de la falacia ad ignorantiam más famoso se produjo a vista de todos: las audiencias del senador Joseph R. McCarthy a inicios de la década de 1950. En una serie de audiencias televisadas, McCarthy acusó a muchas personas inocentes de ser comunistas, en medio de una atmósfera de «caza de brujas» en la que a menudo se hacían acusaciones infundadas, pero muy dañinas.º1
McCarthy siempre aparecía con un abultado maletín supuestamente lleno de archivos con información sobre las personas acusadas. Pero en la mayoría de los casos no presentó – o presentó muy poca – evidencia real. De hecho, se cuenta que tenía 81 historias de personas a las que consideraba comunistas, pero en cierto momento dijo, refiriéndose al caso 40: “No tengo mucha información sobre esto, excepto la declaración general de la agencia de que en los archivos no hay nada que refute sus conexiones comunistas”.
McCarthy recurrió a un argumentum ad ignorantiam en ese caso, una expresión latina que significa “apelación a la ignorancia”. En vez de probar su afirmación aportando evidencias, McCarthy basó su acusación en la falta de pruebas para refutar su afirmación.
La falacia de apelación a la ignorancia es particularmente peligrosa porque puede llegar a persuadir a las personas de las ideas más excéntricas o lanzar las acusaciones más insospechadas, solo porque nadie puede probar lo contrario.
Por desgracia, este tipo de argumentos está muy presente en nuestra vida cotidiana, tanto en la política y la prensa como en las discusiones informales con los amigos. Aprender a detectar el argumentum ad ignorantiam es fundamental para no caer en sus redes.
¿Qué es el argumento ad ignorantiam?
La falacia de apelación a la ignorancia o argumentum ad ignorantiam consiste en defender una idea limitándose a decir que no existe prueba de lo contrario. En práctica, se asume que algo es verdadero o falso solo porque el interlocutor no puede presentar pruebas convincentes de lo contrario.
Se conoce como argumentum ad ignorantiam porque estas personas no basan su discurso en un conocimiento más o menos profundo acerca del tema, sino precisamente en la ignorancia que existe sobre el mismo. No se hace leva en el conocimiento sino en su ausencia.
Básicamente, esta falacia consiste en suponer que como X no se puede refutar, entonces X es verdadera. Aunque también vale su contrario, o sea, como X no se puede demostrar, entonces X es falsa.
Existen muchísimos ejemplos del argumentum ad ignorantiam. Alguien puede decir que como no se ha demostrado que hay vida inteligente fuera de la Tierra, entonces no existe. O que como no se ha demostrado que los móviles causen cáncer, son completamente seguros. También hay quienes suponen que, si nadie se queja de la situación, es porque la situación es satisfactoria, infiriendo que el que calla otorga, a pesar de que pueden existir mil razones para no expresar abiertamente una queja, como el temor a las represalias.
De hecho, el argumentum ad ignorantiam viola sistemáticamente el principio de suficiencia, según el cual la ausencia de pruebas en contra de una afirmación no constituye prueba suficiente de su veracidad, así como la ausencia de pruebas para una afirmación tampoco es prueba suficiente en su contra.
La trampa que nos tiende la apelación a la ignorancia
En la lógica existe el principio onus probandi o carga de la prueba, según el cual, la persona que rompe la normalidad es la encargada de probar fehacientemente su afirmación. En práctica, si alguien realiza una acusación, debe probarla. Y si alguien pretende erigirse con una nueva verdad o poner en discusión algo, también debe dar pruebas que respalden sus argumentos.
Sin embargo, con el argumentum ad ignorantiam se ignora este principio. La persona que apela a la ignorancia se escabulle convenientemente de esa carga para depositarla sobre los hombros de su interlocutor. Se limita a lanzar una idea, a menudo revestida de ínfulas de verdad, desafiando a los demás para que intenten demostrar lo contrario, cuando en realidad es obligación suya proporcionar argumentos válidos que respalden su afirmación.
Así, la persona que recurre la falacia ad ignorantiam logra ponernos contra las cuerdas, intentando que seamos nosotros quienes probemos o refutemos sus afirmaciones, ya que es la única vía de defensa que nos deja. Si no contamos con el conocimiento suficiente, nos resultará difícil desplegar argumentos convincentes o defendernos de sus acusaciones.
En práctica, esa persona lo que hace es exigirnos que respondamos con lógica y argumentos, cuando es incapaz de seguir la lógica o aportar algún argumento. Nos exige un juego justo, pero ya ha hecho trampa.
¿Cómo rebatir el argumentum ad ignorantiam?
Ante todo, es importante no comenzar a discutir sobre el argumento en cuestión porque de esa manera solo aumentan las posibilidades de que las emociones tomen el mando y la discusión descarrile. Una falacia ad ignorantiam no se refuta, se señala y se pone al descubierto la falta de argumentos. A veces basta con señalar que “la ausencia de prueba no es prueba de ausencia”.
De hecho, el filósofo griego Sexto Empírico recomendaba suspender el diálogo y cualquier tipo de juicio cuando una discusión parte de premisas falaces y no se cuenta con pruebas suficientes que puedan demostrar o rebatir un argumento. Así evitaremos caer en la trampa del argumentum ad ignorantiam e involucrarnos en discusiones inútiles que consumen nuestra energía innecesariamente.
A fin de cuentas, la vida es incertidumbre y descubrimiento. Existen muchos temas que todavía no se pueden refutar o aceptar categóricamente. Y tenemos que aprender a convivir con ello. Así como tenemos que aprender a lidiar con las personas que lanzan acusaciones infundadas con la ignorancia como estandarte.
Fuentes:
Vilanova, J. (2011) Petitio principi, ad ignorantiam y fundamentación del conocimiento. Crítica, Revista Hispanoamericana de Filosofía; 43(127): 27–57.
Walton, D. (1999) The Appeal to Ignorance, or Argumentum Ad Ignorantiam. Argumentation; 13(4): 367-377.