Cuando los gobiernos deciden asesinar
Gordon Corera
Corresponsal de Seguridad, BBC
¿Puede funcionar como estrategia el asesinato patrocinado por el Estado? Y, ¿puede ser justificado en alguna situación?
Los gobiernos no lo admiten, pero los científicos nucleares iraníes saben que sucede. Y no es fácil distinguir el asesinato de la política estadounidense de «muertes selectivas».
En la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas especiales británicas consideraron el uso de un francotirador para matar a Hitler.
Pero el plan fue cancelado, en parte porque se consideró poco probable que tuviese éxito, pero también porque las autoridades temían que podría hacer daño al esfuerzo de guerra. Argumentaron que el reemplazo de Hitler en realidad podría ser más racional y más eficaz en la lucha contra Gran Bretaña.
Consecuencias
La preocupación por las consecuencias siempre ha sido un factor crucial para limitar el uso de asesinato.
Pero la tentación del asesinato como un remedio fácil no desaparece. Durante la crisis de Suez, el primer ministro británico Anthony Eden, se obsesionó con el coronel Nasser, el presidente egipcio.
Un ministro recuerda que Eden dijo «‘Quiero a Nasser asesinado». El MI6, el servicio de inteligencia británico, estudió diversos métodos, pero la oportunidad no se presentó.
La popularidad de los libros de James Bond en los últimos 50 años ha llevado a muchos a creer que el servicio británico de inteligencia realmente tiene una licencia para matar. Ya en 2009, le pregunté al entonces jefe del MI6, John Scarlett, si existía tal situación.
«No tenemos licencia para matar», me dijo.
Entonces le pregunté si el MI6 había tenido alguna vez una. Hubo una pausa, más bien reveladora, antes de que él respondiera: «Bueno, no, que yo sepa.»
En la Guerra Fría
Documentos en el Archivo Nacional británico muestran que el asesinato estuvo en las mentes de algunos en Londres durante la Guerra Fría.
En 1960, el gobierno británico temía que el primer ministro congoleño Patrice Lumumba se estaba acercando demasiado a la Unión Soviética, por lo que HFT Smith, un funcionario de la cancillería británica – y más tarde jefe del servicio de seguridad interna MI5 – esbozó dos propuestas para lidiar con él.
La primera, que Smith admitió era su opción preferida, consistía «simplemente en asegurar el retiro de Lumumba de la escena matándolo».
Y continuó: «Esto debería, de hecho, resolver el problema, ya que, por lo que podemos observar, Lumumba no es un líder de un movimiento dentro del cual haya sucesores potenciales de su calidad y su influencia».
Otros comentarios en el archivo revelan sentimientos encontrados acerca de esa opción, entre los funcionarios británicos.
En Washington, funcionarios se encargaron de evitar que el presidente estadounidense Eisenhower estuviese implicado en el asesinato, aun cuando todos sabían que era lo que quería.
En una reunión del Consejo de Seguridad Nacional en 1960, el presidente dijo que quería a Lumumba «eliminado». Había suficiente ambigüedad en la palabra para permitir que pudiera negarse después.
La CIA envió a uno de sus hombres al Congo, llevando un tubo de pasta dental envenenada, pero el funcionario local arrojó el recipiente en el río Congo.
Lumumba fue eventualmente ultimado con la ayuda belga, en vez de la estadounidense o la británica. Sin embargo, cuando este y otros complots fueron expuestos en la década de 1970 – por ejemplo, uno contra Fidel Castro en Cuba – se produjo un escándalo.
El presidente Gerald Ford prohibió formalmente los asesinatos.
Guerra permanente
El terrorismo ha complicado el problema, borrando los límites entre la guerra y la paz, los combatientes y los civiles y los conflictos entre los países mismos.
Israel, que se considera a sí mismo en un estado de guerra permanente, ha tomado como objetivo a sus enemigos en todo el Oriente Medio. Su servicio de inteligencia, el Mossad, está acusado de matar a un líder palestino en Dubai, así como a científicos nucleares en Teherán.
Desde los ataques del 11 de septiembre, Estados Unidos habla cada vez más de «muertes selectivas» para justificar actos que alguna vez habrían sido descritos como asesinato.
La prohibición del presidente Ford frente a los asesinatos sigue en vigor, sin embargo, lo que ayuda a explicar por qué el Fiscal General de EE.UU., Eric Holder, tenía tanto interés en negar el mes pasado que los ataques letales llevados a cabo por aviones no tripulados en Pakistán y Yemen, países con los que no está en guerra, hubiesen sido «asesinatos».
«No lo son, y el uso de ese término cargado está fuera de lugar», insistió.
Washington incluso afirma que no se había propuesto matar a Osama Bin Laden en Abbottabad.
Justificación
La justificación legal de las «muertes selectivas» ha sido proporcionada por la ampliación de la noción de auto-defensa. Ahora se entiende que significa protegerse de un ataque inminente y, lo que es más polémico, tomar como objetivo a cualquier grupo que está planeando un ataque, incluso si no se sabe cuándo podría ocurrir.
La noción de dos ejércitos que combaten en la línea del frente ha quedado casi obsoleta.
Una preocupación ampliamente expresada es que el asesinato – o la muerte selectiva – se generalizará aún más si las justificaciones legales siguen siendo flexibilizadas.
Si Estados Unidos puede legítimamente matar a sus ciudadanos en Yemen, ¿por qué no puede Rusia hacer lo mismo en Londres? Algunos se preguntan si ya lo ha hecho, señalando el envenenamiento de Alexander Litvinenko.
Christof Heyns, el Relator Especial de Naciones Unidas para las ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias, teme lo peor.
«El fantasma que persigue a este tipo de situación es uno de guerra global, de una guerra de todos contra todos», dice. «Y que no hay límites a donde estos conflictos pueden en realidad ser llevados y en dónde un pueblo específico puede ser tomado como objetivo».