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Acto de magia recurrente

Un trecho del río San Juan. (Tomado de Internet).

Sergio Ramírez

Esta idea regresa continuamente al escenario y parece siempre recién inventada.

Me asomo intrigado a la historia de Nicaragua y me encuentro ante un país que con tenaz persistencia ha atado su historia a una idea obsesiva: la construcción de un canal interoceánico. Esta idea regresa continuamente al escenario y parece siempre recién inventada, aunque detrás arrastra una cauda de repeticiones, y por tratarse de un proyecto siempre imposible, de frustraciones.

El paso entre los dos mares, que desde los tiempos del descubrimiento habría de llevar hacia las tierras de Catay y Cipango. Cuando Colón navegaba por la costa del Caribe de Nicaragua en su cuarto y último viaje en 1502, fondeó sus carabelas frente a la desembocadura del río San Juan, nunca pudo saber que ese río llevaba al Gran Lago, la Mar Dulce como después la llamarían los conquistadores, separado por un breve istmo de las aguas del océano Pacífico. El sueño estaba a la mano y levó anclas sin tocarlo.

Todo fue que comenzara en 1848 la fiebre del oro en California, y miles de buscadores de fortuna emprendían el viaje desde la costa este desde los EE. UU. hacia la nueva tierra de promisión. El comodoro Cornelius Vanderbilt encontró que la ruta más fácil y segura era a través de Nicaragua. Se hizo millonario y tras sus pasos llegó el filibustero William Walker a apoderarse del país.

Más tarde, las dragas comenzaron a alzarse y luego a oxidarse en el puerto de San Juan del Norte, la puerta del canal desde el mar Caribe, y una ciudad de alucinaciones se alzó entonces allí, palacios de columnas dóricas, un tranvía, hoteles con barandas floridas, lupanares regentados por madamas francesas, cementerios para irlandeses, judíos, alemanes, de los que hoy sólo quedan las lápidas rotas entre la hierba crecida.

Napoleón III llegó a convencerse de que Francia, gracias al ingenio de Ferdinand de Lesseps, que había construido el canal de Suez y fracasaría luego en Panamá, sería capaz de hacerlo en Nicaragua. Hasta la firma del tratado Chamorro-Bryan en 1914, entre los Estados Unidos y la Nicaragua intervenida por las tropas de Estados Unidos, una concesión por 99 años prorrogables, o sea, a perpetuidad, con renuncia completa de la soberanía.

Pero ya antes, bajo la dictadura liberal del general José Santos Zelaya, el canal había vuelto a frustrarse gracias a un curioso episodio. Su gobierno había emitido una estampilla de correos, con valor de un centavo, en la que aparecía el volcán Momotombo coronado por un gran penacho de humo. En 1902, el senado de Estados Unidos debatía si el canal se debía construir a través de Nicaragua, o a través de Panamá. El agente de Panamá Philippe Jean Bunau-Varilla recurrió a los agentes filatelistas de Washington que lograron conseguirle las noventa estampillas que necesitaba, una para cada senador. Eso fue suficiente. Un volcán en erupción, capaz de provocar un terremoto, era el peor enemigo de una ruta canalera.

Hoy, el asunto ha sido puesto otra vez sobre la mesa por el presidente Ortega, y la imaginación se enciende con las visiones de los barcos de gran tonelaje que atraviesan el territorio partido por la mitad pero próspero, como se le ha soñado siempre cada vez que este virus de la felicidad vuelve a apoderarse de los cerebros. El proyecto se discute con toda seriedad. Comisiones, alternativas de rutas, cálculos de costos y beneficios. Nada más se necesitan 20.000 millones de dólares para que las dragas y excavadoras se echen a andar.

De nuevo, la prosperidad depende de un acto de magia recurrente. No de la transformación de la educación, del desarrollo integral del país, de los índices de productividad, del fin de la dependencia del petróleo extranjero, sino de ese pretexto que despierta siempre para recordarnos que seguimos siendo tan pobres como en el siglo diecinueve, cuando los barcos de la Compañía del Tránsito del comodoro Vanderbilt surcaban el río San Juan y el Gran Lago de Nicaragua.

www.sergioramirez.com

Tomado de eltiempo.com

Colombia

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