De la máquina de escribir al periodismo digital
La periodista Rosario Montenegro, esa competente colega jinotegana, obtuvo un importante segundo lugar en el concurso del Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina, Ciespal, con el tema: ¿Cómo cambió mi vida el internet?
Rosario nos regala una nota fresca, juvenil ochentera en su contenido y con mucho todavía de la inocencia que trajo a Managua desde su natal San Rafael del Norte. Felicidades a la “Chayito”, quien entre las varias cosas a que se dedica, es editora de El Cronista Digital.
Rosario Montenegro Zeledón | El Cronista Digital
Cuando a mediados de los 80 estuve por primera vez en una sala de redacción, como aprendiz de periodista, pensé que no tendría mayores problemas para redactar buenas historias. Mi osadía me hizo pensar que incluso podrían ser mejores que las de colegas con experiencia.
¿Qué me hacía pensar eso? Además de mi juventud, tenía excelentes destrezas para manejar máquinas de escribir. En mi adolescencia me había graduado de mecanógrafa comercial, título que a mis 14 años sonaba importante.
Pero pronto, muy pronto, me di cuenta que para redactar historias que interesaran a los lectores o convencieran a mi editor, necesitaba algo más que rapidez en el teclado.
Minutos, quizás horas frente aquella bendita máquina tratando de escribir el famoso “lead” de una simple nota de prensa, no digamos un reportaje, así pasé mis primeros días, mis primeros meses.
Empecé a sentir admiración y envidia por esos periodistas, que lo único que necesitaban era sentarse frente a sus viejas máquinas para producir grandes historias, aunque sólo utilizaran uno o dos dedos para escribirlas.
Entonces aprendí que si quería ser periodista, necesitaba algo más que destrezas para escribir a máquina. Indudablemente tenía mucha pasión y no estaba dispuesta a desistir.
Gracias a ello y quizás por mi juventud, encontré el apoyo de mis editores, quienes me animaban “vamos, usted tiene madera”. ¡Y yo les creía!
Pero cuando empezaba a demostrar esa “madera”, pues ya no pasaba horas para producir una “buena entrada”, bueno dejémoslo sólo en una “entrada”, se les ocurrió sustituir las viejas máquinas por computadoras. ¡Por suerte el teclado era similar al de mi vieja Olympia!
Aunque el ingreso a la “modernidad” nos emocionaba, el asunto no dejó de ser algo traumático, incluso para los más jóvenes. ¿Cómo escribiríamos sobre una pantalla, en vez de papel? ¿Cómo el editor iba a revisar nuestras notas? Cuándo nos equivocáramos íbamos a dar “delete”, en vez de tachar con un montón de “x”. ¡Qué caos!
Otra vez sin producir el bendito “lead”. Ya no era sólo ordenar mis ideas, sino enfrentarme a un aparato que no sabía manejar. ¡Cuántas veces deseé regresar a mi vieja máquina de escribir!
Hoy resulta impensable hacer periodismo sin una computadora. Sencillamente imposible.
Y no para utilizarla como máquina de escribir, como al inicio. Ahora, antes de escribir cualquier historia periodística tenemos que revisar correos, escrudiñar en archivos digitales, buscadores, en las redes sociales. ¡No puedo vivir sin Internet!
La llegada de Internet nos ha dado múltiples herramientas para hacer periodismo y la oportunidad de convertirnos en dueños de nuestros medios, un anhelo que albergamos muchos, pero que hasta hace poco era sólo eso, un anhelo.
El crecimiento vertiginoso de estas nuevas tecnologías también plantea nuevos retos.
Nos enfrentamos, no sólo a la competencia de los medios tradicionales, sino a nuestras propias audiencias, que dejaron de ser simples receptores para convertirse en nuestros competidores.
¿Competidores? Sí, competidores. Una de las características del internet es la inmediatez, y muchas veces, los acontecimientos son dados a conocer primero por nuestras audiencias. Dejaron de ser receptores pasivos y ahora nos confrontan, nos cuestionan, crean sus propias historias y las publican.
Ese cambio en el comportamiento de las audiencias, producido con la llegada de los medios digitales, ha creado un gran sismo en la estructura tradicional de los medios de comunicación.
Pero esta “era digital”, que a veces parece atropellarnos, nos brinda la oportunidad de crear nuestros propios medios, sin necesidad de grandes capitales. También nos coloca frente a nuevos desafíos, que abarcan a la academia, que debe ajustarse a estas exigencias.
El nuevo perfil del periodista debe ser integral, con una visión más de empresario que de empleado. Debe tener habilidades gerenciales, escribir para internet, diseñar sus propios espacios, generar productos multimedia, administrar contenidos, comunidades en línea, entre otras.
Pero igual que ayer, que no bastaban las destrezas para escribir a máquina, tampoco hoy son suficientes las habilidades para manejar las nuevas tecnologías, si no van acompañadas de una buena historia, con fuentes creíbles, buena redacción y de interés ciudadano.
Desde la vieja Remington hasta la moderna computadora personal, el reto sigue siendo el mismo: hacer periodismo cada vez con mejor calidad