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Convento no es el purgatorio

* Papa Francisco conversa con monjas clarisas

En su discurso, el Papa dio las gracias a las clarisas por la acogida y por la oración por la Iglesia. “Cuando una monja en la clausura consagra toda su vida al Señor – dijo – tiene lugar una transformación que no se acaba de entender. La normalidad de nuestro pensamiento pensaría que esta monja acaba aislada, sola con el Absoluto, sola con Dios… es una vida ascética, penitente… pero este no es el camino de una monja de clausura católica, ni siquiera cristiana.

El camino – afirmó – pasa por Jesucristo: siempre. Jesucristo está en el centro de vuestra vida, de vuestra penitencia, de vuestra vida comunitaria, de vuestra oración y también de la universalidad de la oración. Y por este camino sucede lo contrario de quien cree que esta será una ascética monja de clausura: cuando va por el camino de la contemplación de Jesucristo, de la oración y de la penitencia con Jesucristo, se vuelve grandemente humana.

Las monjas de clausura están llamadas a tener una gran humanidad, una humanidad como la de la Madre Iglesia: humanas, comprender todas las cosas de la vida, ser personas que sepan comprender los problemas humanos, que sepan perdonar, sepan pedir al Señor por las personas”.

Después, el Papa añadió: “Vuestra humanidad viene por este camino, la encarnación del Verbo, el camino de Jesucristo. ¿Y cuál es el signo de una monja tan humana? La alegría. La alegría, cuando hay alegría.

A mí me da tristeza cuando encuentro monjas que no están alegres. Quizás sonrían, pero… con la sonrisa de una azafata, ¿no? Pero no con la sonrisa de la alegría, la que viene de dentro, ¿eh? Siempre con Jesucristo. Hoy en la Misa, hablando del Crucificado, decía que Francisco lo había contemplado como con los ojos abiertos, con las heridas abiertas, con la sangre que caía: y esta es vuestra contemplación, la realidad. La realidad de Jesucristo. No ideas abstractas, no ideas abstractas, porque secan la cabeza».

Jesús – recordó – llevó las llagas al Cielo. “Es el camino de la humanidad de Jesucristo – prosiguió – siempre con Jesús, Dios, hombre. Y por esto es tan bonito cuando la gente va al locutorio de los monasterios y piden oraciones y dicen sus problemas… quizás la monja no dice nada extraordinario, sino una palabra que les llegue precisamente de la contemplación de Jesucristo, porque la monja, como la Iglesia, está en el camino de ser experta en humanidad. Y esta es vuestra vía: no demasiado espiritual, ¿eh?

Cuando son demasiado espirituales – observó – pienso en la fundadora de los monasterios de vuestra competencia, Santa Teresa, por ejemplo, ¿no? Cuando le llegaba una monja, oh, con estas cosas… decía a la cocinera: ‘¡Dale un bistec!’. Siempre con Jesucristo, siempre. La humanidad de Jesucristo, porque el Verbo ha venido en la carne, Dios se ha hecho carne por nosotros, y esto os dará una santidad humana, grande, bella, madura; una santidad de Madre. Y la Iglesia os quiere así: madres. Madre, madre. Dar la vida, ¿no? Cuando rezáis, por ejemplo, por los sacerdotes, por los seminaristas, tenéis con ellos una relación de maternidad, con la oración les ayudáis a ser buenos pastores del pueblo de Dios. Pero acordaos del bistec de Santa Teresa, ¿eh? Es importante. Y esto es lo primero: siempre con Jesucristo, las llagas de Jesucristo, las llagas del Señor. Porque es una realidad que después de la Resurrección Él las tenía y las llevaba”.

Después el Papa habló sobre la vida en comunidad. “… perdonaos – les invitó – soportaos, porque la vida de comunidad no es fácil. El diablo aprovecha todo para dividir. Dice: ‘pero… yo no quiero hablar mal, pero…’, y empieza la división. No, esto no va, porque no lleva a nada: a la división. Cuidar la amistad entre vosotras, la vida de familia, el amor entre vosotras. Y que el monasterio no sea un Purgatorio, que sea una familia… Problemas hay, habrá, pero, como se hace en una familia, con amor, buscad la solución con amor: no destruyáis esto para resolver aquello”. La exhortación del Papa es a “cuidar la vida de comunidad, porque cuando en la vida de comunidad es así, de familia, es precisamente el Espíritu Santo el que está en medio de la comunidad”.

“Estas dos cosas quería deciros – concluye el Papa – la contemplación siempre – ¡siempre! – con Jesús; Jesús, Dios y Hombre. Y la vida de comunidad, siempre con un corazón grande, ¿eh? Dejando pasar no vanagloriándose, soportar todo, sonreír con el corazón… Y el sino es la alegría. Y yo pido para vosotras esta alegría que nace de la verdadera contemplación y de una bella vida comunitaria. Gracias: gracias por la acogida”.

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