Francisco: no podemos ser “cristianos de sacristía”
* Si la Iglesia se cierra en sí misma, traiciona su identidad: tiene que evangelizar
Cuando Jesús constituyó el grupo de los Apóstoles formó una comunidad esencialmente misionera con dos misiones principales: rezar a Dios y anunciar al Evangelio. Sobre esta bimilenaria tradición se funda la Iglesia.
El Papa Francisco lo ha afirmado con fuerza en la audiencia general de esta mañana en la Plaza San Pedro, ante 70.000 personas. El Papa exhortó a los cristianos a ser apóstoles de hoy, sin encerrarnos en la sacristía, porque, ha afirmado, una Iglesia “cerrada traiciona su identidad”.
“Cuando nosotros recitamos el ‘Credo’, decimos: ‘Creo en la Iglesia una, santa, católica y apostólica’. No sé si habéis reflexionado alguna vez en el significado que tiene la expresión ‘la Iglesia es apostólica’. Quizás, a veces, viniendo a Roma habéis pensado en la importancia de los Apóstoles Pedro y Pablo que aquí dieron la vida para llevar y testimoniar el Evangelio. Pero es algo más.
Profesar que la Iglesia es apostólica significa destacar el vínculo constitutivo que ésta tiene con los Apóstoles, con el pequeño grupo de doce hombre que un día Jesús llamó hacia sí, lo llamó por el nombre, para que permaneciesen con Él y para enviarlos a predicar (cfr Mc 3,13-19).
“Apóstol”, de hecho, es una palabra griega que quiere decir “mandado”, “enviado”. Un apóstol es una persona que es enviada a hacer algo. Es una palabra fuerte, y los Apóstoles fueron elegidos, llamados y enviados por Jesús, para continuar su obra, es decir: rezar, es el primer trabajo de un apóstol. Rezar. Y, en segundo lugar: anunciar el Evangelio”.
Recordando cómo los primeros Apóstoles, no pudiendo afrontar solos los múltiples deberes de la Iglesia naciente, formaron a un grupo de diáconos que compartieran con ellos algunas de sus responsabilidades. Papa Francisco ha precisado: “Ellos los nombraron diáconos para poder tener tiempo para rezar y para anunciar la Palabra de Dios. Y cuando pensamos en los sucesores de los Apóstoles, los obispos: todos los obispos, también el Papa es obispo, debemos preguntarnos si este sucesor del apóstol reza, en primer lugar, y si anuncia el Evangelio”.
Y esto, ser apóstol, y por esto la Iglesia es apostólica. Y todos nosotros, si queremos ser apóstoles, como explicaré ahora, debemos preguntarnos: “¿Rezo por la salvación del mundo y anuncio el Evangelio?”. Esta es la Iglesia apostólica. Es un vínculo constitutivo que tenemos con los apóstoles.
Partiendo de este punto, quisiera destacar brevemente tres significados del adjetivo “apostólico” aplicado a la Iglesia.
En primer lugar: la Iglesia es apostólica porque está fundada en la predicación y en la oración de los Apóstoles, sobre la autoridad que fue dada por el mismo Cristo. San Pablo escribió a los cristianos de Éfeso: “Vosotros sois conciudadanos de los santos y familia de Dios, edificado sobre el fundamento de los apóstoles y de los profetas, y teniendo como piedra angular al mismo Jesucristo” (2, 19-20); compara a los cristianos como piedras vivas que forman un edificio que es la Iglesia, y este edificio está fundado sobre los Apóstoles, como columnas, y la piedra que sostiene todo esto es Jesús mismo. Sin Jesús no puede existir la Iglesia: sin Jesús no hay Iglesia.
¿Entendido esto? Jesús es la misma base de la Iglesia, ¡su fundamento! Los Apóstoles han vivido con Jesús, han escuchado sus palabras, han compartido su vida, y sobre todo han sido testigos de su Muerte y Resurrección. Nuestra fe, la Iglesia que Cristo quiso, no se funda sobre un idea, ni sobre una filosofía: se funda sobre el mismo Cristo.
Y la Iglesia es también como una planta que a lo largo de los siglos ha crecido, se ha desarrollado, ha dado frutos, pero sus raíces están bien fijadas en Él y la experiencia fundamental de Cristo que tuvieron los Apóstoles, elegido y enviados por Jesús, nos alcanza: de aquella planta pequeña hasta nuestros días. Así es la Iglesia en todo el mundo.
Pero, preguntémonos: ¿Cómo es posible, para nosotros, unirnos a este testimonio? ¿Cómo puede llegar hasta nosotros aquello que vivieron los Apóstoles con Jesús, lo que escucharon de Él?
Aquí se da el segundo significado del término “apostolicidad”. El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que la Iglesia es apostólica porque “custodia y transmite”, con la ayuda del Espíritu Santo que habita en ella, la enseñanza, el buen depósito, las sanas palabras escuchadas por los Apóstoles”.
La Iglesia conserva a lo largo de los siglos este precioso tesoro, que es la Sagrada Escritura, la doctrina, los Sacramentos, el ministerio de los Pastores, para que podamos ser fieles a Cristo y participar de su misma vida.
Es como un río que recorre la historia, se desarrolla, se irriga, pero el agua que corre es siempre la que parte del manantial, y el manantial es Cristo mismo: Él es el Resucitado, Él es el Viviente, y sus palabras no pasan. Porque Él no pasa, Él está vivo, ¡Él está, hoy, entre nosotros! Y esta es la belleza de la Iglesia: la presencia de Jesucristo entre nosotros, que Jesucristo está vivo porque está resucitado. ¿Alguna vez pensamos en lo importante que es este don que Cristo nos ha dado, el regalo de la Iglesia? ¿Pensamos alguna vez, que es la Iglesia, en su camino en estos siglos que, a pesar de los problemas, dificultades, debilidades, nuestros pecados, nos transmite el auténtico mensaje de Cristo? ¿Pensamos que es ella la que nos da la seguridad de que aquello en lo que creemos es realmente lo que Cristo nos comunicó?
El último pensamiento: la Iglesia es apostólica porque es enviada a llevar el Evangelio a todo el mundo. Continúa en el camino de la historia la misma misión que Jesús confió a los Apóstoles. ¿Qué dijo Jesús? “Id y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a poner en práctica todo lo que yo os he mandado. Ved que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 19-20)
Esto es lo que Jesús nos dijo que hiciésemos. Insisto en este aspecto de la misionariedad, porque Cristo invita todos a “ir” al encuentro de los demás, nos envía, nos pide movernos ¡para llevar la alegría del Evangelio! Una vez más, preguntémonos ¿somos misioneros con nuestra palabra, pero sobre todo con nuestra vida cristiana? ¿O somos cristianos cerrados en nuestros corazones y en nuestras iglesias? ¿Cristianos de sacristía? ¿Cristianos solo de palabra, pero que viven como paganos? Pero, debemos estas cosas ¿Eh? Esto no es un reproche. También me lo digo a mí mismo: ¿Cómo soy como cristiano?¿Con el testimonio, de verdad?
“La Iglesia tiene sus raíces en las enseñanzas de los Apóstoles, testigos auténticos de Cristo, pero mira siempre al futuro, tiene la firme conciencia de ser enviada, enviada por Jesús, de ser misionera, llevando el nombre de Jesús, con la oración, el anuncio y el testimonio. Una Iglesia que se cierra en sí misma y en el pasado o una Iglesia que solo mira las pequeñas reglas de comportamiento, de actitud, es una Iglesia que traiciona su propia identidad. Una Iglesia cerrada traiciona su propia identidad. Entonces, ¡redescubramos hoy toda la belleza y la responsabilidad de ser Iglesia apostólica! Y recordad ¿eh? Apostólica porque rezamos, primera misión, y porque anunciamos el Evangelio con nuestra vida y también con las palabras. ¡Gracias!”