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Cómo estirar la piel con dos manos, treinta agujas y sin bisturí

agujasMarisa Meltzer | The New York Times

Lo más raro de los visibles estragos del envejecimiento es que no puedes predecir cómo vas a reaccionar ante ellos. Un día te aplicas la loción hidratante y notas que tus mejillas empiezan a sentirse flácidas o te miras en el espejo de un baño particularmente bien iluminado y ves unas patas de gallo. Algunas personas encogen los hombros y dicen que son insignias bien ganadas del disfrute de una vida o hacen referencia a las actrices europeas que sí aparentan su edad. Aunque respeto a ese tipo de gente, yo no soy así.

Considero el envejecimiento como una traición pequeña pero personal. Esto no me enorgullece y desearía poder tomar una postura de aceptación más casual, más francesa, pero no puedo. Cuando comencé a tener canas a los 26 años, me pinté el pelo. Y cuando unas delgadas finas aparecieron debajo y alrededor de mis ojos a los 35, le di la bienvenida a mi vida al bótox.

Hago todas las cosas comunes que se supone debemos hacer para mantener nuestro rostro con buena apariencia –aplicar loción humectante y bloqueador solar, además de tomar suficiente agua y exfoliarme—; sin embargo, en algún momento quise probar algo distinto a mi rutina habitual. En esa época conocí a Amanda Chantal Bacon, propietaria de Moon Juice, conocido por vender “polvos” a base de hierbas costosos que se supone que te hacen dormir mejor, concentrarte e incluso tener mejor sexo.

Lo que sea que esté haciendo, funciona, porque su piel parece no tener poros y se ve como si se iluminara desde dentro incluso cuando es evidente que no está maquillada. Uno de sus secretos es la acupuntura facial, lo cual funciona, según dice, “por más o menos un día y medio”.

De inmediato hice una cita para una sesión de acupuntura facial rejuvenecedora en un lugar de cuidado personal que te promete que el tratamiento “suavizará, estirará y esculpirá la piel deslucida y con signos prematuros de envejecimiento”.

Después de acomodarme sobre una camilla de tratamiento, la acupunturista Samantha Story revisó mi piel y dijo que estaba deshidratada y necesitaba “arar el terreno”. Insertó al menos dos decenas de agujas en mi cara, otras diez o más en mi cuero cabelludo y algunas más en mi escote, piernas y manos; no sentí dolor, de hecho ni siquiera las sentía.

Las agujas se enfocan en la tensión y el estrés —físico y mental— y promueven la buena circulación para dar como resultado, uno esperaría, efectos de estiramiento, suavidad y esculpido. Story me quitó las agujas pasada una media hora y me aplicó un masaje facial con la técnica china gua sha, que se hace con un instrumento de jade que se parecía un poco a un peine.

No puedo pagar el tratamiento recomendado de ocho a diez sesiones para obtener mejores resultados, así que nunca sabré si verdaderamente la acupuntura facial tiene efectos duraderos. No obstante, durante algunas horas creo que sí tuve piel con un aspecto más firme y unos pómulos más definidos.

Lo que sí noté es que me podía sentar por varias horas para que alguien me masajeara la cara, así que decidí redoblar con mi siguiente tratamiento, con Thuyen Nguyen de FaceXercise, un especialista en faciales que tiene aficionados por recomendación de boca en boca (como Michelle Williams, Uma Thurman, Cindy Crawford, que llegan a él a través de maquillistas profesionales, estilistas o amigos) de su Entrenamiento Definitivo para Estiramiento Facial Instantáneo.

Para añadir a la vibra subrepticia, Nguyen trabaja en un pequeño y oscuro salón en Aqua, un estudio de ciclismo bajo el agua en Tribeca. Mi mente quedó indulgentemente en paz durante cincuenta minutos mientras él me lavaba la cara con su propio limpiador hecho a base de carbón; después me frotó con un aceite facial y me hizo un masaje linfático de limpieza para eliminar la retención de líquido y la hinchazón. Tiene dedos suaves y fuertes que se mueven rápidamente y con precisión alrededor de los ojos y la mandíbula. Cuando no me estaba masajeando, me daba golpecitos, hacía movimientos circulares o utilizaba pequeñas copas faciales.

De vez en cuando profería frases como “Cada poro es un esfínter” o me informaba que estaba aplicando una mascarilla facial hecha con miel de manuka. Entonces yo expresaba mi respuesta afirmativa haciendo algún sonido, para después regresar a mi estado mudo de éxtasis mientras él seguía trabajando en mi piel. Al final aplicó su propio suero multivitamínico y una crema, antes de darle masaje a mi cuello, cuero cabelludo y pies.

Mis líneas de expresión finas ya no se notaban y mi piel lucía tan bien que una amiga me preguntó poco después qué iluminador estaba usando aunque no llevaba nada de maquillaje. Sin embargo, estos fueron simples beneficios extras al placer del tratamiento.

Cuando ya me iba, le dije a Nguyen que estaba a punto de viajar a Asia y le pregunté qué podía hacer para mantener mi piel en buen estado durante viajes largos. “Cuando te acuerdes, solo pellizca tu piel para echar a andar la circulación”, dijo. “El masaje es el frasco con suero de la juventud que todos estamos buscando”. Puede que le crea.

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