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Monja, guerrillera y amante de un jefe del ELN, estuvo en Nicaragua

Fabio Vásquez, Víctor Medina y el cura guerrillero Camilo Torres.

Esther Rebollo

La colombiana Leonor Esguerra, una ex monja y ex guerrillera del Ejército de Liberación Nacional (ELN), es una de las invitadas al Hay Festival, de Cartagena de Indias, donde promociona el libro La búsqueda, escrito por su vieja amiga de aventuras en la Nicaragua sandinista, la peruana Inés Claux Carriquiry, a partir de los testimonios de aquella, aptos para un guión de película.

A sus 81 años, con gran lucidez, Esguerra ha decidido contar en 310 páginas su agitada vida, que comenzó en el seno de una familia burguesa que la llevó a estudiar en uno de los colegios religiosos más prestigiosos de Bogotá, para después hacerse monja y terminar como guerrillera del ELN durante 20 años.

En una entrevista con EFE, explicó que su labor como monja, primero en los Estados Unidos y luego en barriadas pobres de Bogotá, fue la que le convenció de que el marxismo era la vía para alcanzar la revolución como única forma de acabar con la desigualdad, aquella que veía con distancia cuando crecía entre algodones. Está convencida de que la paz en su país no vendrá con la desmovilización de las guerrillas, sino de una “revolución social” que pasa por la igualdad y el reparto de la riqueza.

Cuando observó que los obispos perseguían a sus compañeros sacerdotes comprometidos con los más pobres, colgó el hábito y se puso a disposición del ELN. “El ELN fue producto de la Revolución Cubana, no tiene que ver con el Partido Comunista, yo no podía afiliarme al Partido Comunista porque una de las exigencias era ser ateo y yo era religiosa. Era un movimiento nacionalista de liberación”, explicó al justificar que en esa guerrilla encontró un espacio para su lucha social.

Además, en ese grupo rebelde ya habían combatido otros sacerdotes, como Camilo Torres, quien había muerto en combate, no sin antes dejar un legado: “La obligación de todo cristiano era hacer la revolución y (…) por la vía pacífica no se podía hacer”.

En el libro, Esguerra relata que durante 20 años no pudo acercarse a su familia, la que no compartió su decisión pero sí la respetó.

“La guerrilla me buscó en Buenaventura, donde decidí dejar el hábito. Me llamaron, me sentí como el agente 007, ¡una monja, imagínense! Vienen por mí un par de guerrilleros, me montan en una canoa y me voy al monte”, relató sobre su primer contacto. Se enamoró del comandante máximo del ELN, Fabio Vásquez Castaño. Fue ella quien lo acompaño en su partida, enfermo y derrotado hacia Cuba

Se convirtió en el enlace entre la cúpula guerrillera y las células urbanas: “Mi tarea era de conexión con la guerrilla madre, y de Fabio Vásquez (jefe guerrillero) me enamoré”, relató sobre algunos de los episodios que aparecen en “La búsqueda”. Otro momento clave fue cuando “cometí varios errores, luego se supo que yo no tuve responsabilidad, pero cayeron varios compañeros y Fabio (su amor) ordenó mi fusilamiento”, encargo que nunca se cumplió. El mismo no se llevó a cabo “porque ya se habían producido injusticias con esos fusilamientos”, uno de los motivos que Esguerra censura pasados los años.

Pero los motivos fundamentales por los que abandonó en 1989 el ELN es porque, convertida en un enlace en México por decisión de la jefatura rebelde, se sintió “alejada del pueblo colombiano” y no veía avances en lo que ella consideraba el objetivo: la revolución.

“En ese momento es la caída del Muro de Berlín, del bloque socialista, es un golpe muy duro, uno piensa que esa era la revolución”, se lamentó, tras lo cual aseguró tajante que “no hay arrepentimiento, tanto en la vida religiosa como en la vida guerrillera”, porque en ambas facetas participó “totalmente convencida”.

La lección, pasados casi 25 años desde que dejó el ELN, es que la colombiana “es una guerra muy larga” y “el país no puede resistir más”. “La guerrilla ya no es lo mismo de lo que era, el Ejército es aún más feroz (…), está mucho más degradado de lo que estaba en aquella época”, apuntó.

Esguerra está convencida de que “mientras no haya una mayor equidad social, mientras siga la desigualdad, no se desmovilizarán las guerrillas, y si éstas se desarman otros vienen detrás, como las Bacrim (bandas criminales herederas de los paramilitares desmovilizados entre 2003 y 2006)”. También está convencida de que la razón por la que no se zanja el largo conflicto, con más de 50 años de historia, es por una falta de voluntad para escucharse las partes enfrentadas.

“Hay muros invisibles, podemos hablar pero no escuchar. Los diálogos han sido hablar sin escuchar, y sin la intención de lado y lado de hacer algo para cambiar, hay una incapacidad histórica de escuchar”, se lamentó. La ex guerrillera está segura también de que “hay una inclinación a resolver el conflicto a través de la violencia” y “no hay honestidad por ninguno de los dos lados”, por eso ahora, con 81 años, ha encontrado en el movimiento feminista su nueva forma de lucha.

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