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Uso del GPS afecta memoria y sentido de orientación

* Las aplicaciones de navegación están reemplazando el trabajo de ubicación geoespacial que por miles de años ha hecho el cerebro, según varios estudiosaa

Juan Miguel Hernández Bonilla

El uso frecuente del GPS está afectando el funcionamiento adecuado de nuestro hipocampo, la zona del cerebro encargada de la memoria y del sentido de la orientación. Google Maps, Waze o cualquier otra aplicación de geolocalización convencional están reemplazando el trabajo que durante miles de años había hecho el ser humano para ubicarse por sí mismo. Si el cerebro deja de buscar caminos y se dedica a obedecer instrucciones, es muy probable que se deteriore. Así lo ha confirmado una investigación reciente publicada en la revista Scientific Reports.

Mar González Franco, coautora del estudio y una de las líderes de investigación neurocientífica de Microsoft, afirma que si las personas usan mucho el GPS van perdiendo poco a poco la capacidad de crear mapas mentales, eso disminuye sus habilidades de orientación y deteriora la producción de recuerdos. “Con el GPS convencional se dejan de estimular zonas del cerebro muy arcaicas que llevan siglos funcionando y corremos el peligro de que esto afecte nuestra salud mental en la vejez”, explica.

Antes del uso masivo y frecuente del GPS nuestros cerebros podían generar mapas detallados del entorno a través de la exploración activa, una habilidad evolutiva que ahora está en riesgo. En el artículo de Scientific Reports, los investigadores reconocen que si bien la navegación tradicional de indicaciones paso a paso es eficaz en su capacidad de llevarnos a una ubicación deseada, esta forma pasiva no apoya el aprendizaje espacial “y tiene un impacto perjudicial en las habilidades de navegación y cognición de los seres humanos”.

La paradoja planteada en el artículo es evidente: las aplicaciones de navegación nos permiten llegar a más lugares, pero, al mismo tiempo, nos hacen peores exploradores. Es famosa la historia de una pareja sueca que quería viajar a la isla italiana de Capri, pero en el GPS de su móvil escribió “Carpi” y terminó de vacaciones al otro lado de Italia, a cientos de kilómetros. “El GPS nos está haciendo más tontos”, dice González Franco.

Un estudio publicado hace unas semanas en la revista especializada Transportation Research Interdisciplinary Perspectives compara el desempeño de conductores que usaron Google Maps para llegar a un sitio y conductores que usaron un mapa de papel convencional para alcanzar el mismo destino. Los resultados del experimento refuerzan la idea de que con el GPS somos pasajeros pasivos y no exploradores activos. Las puntuaciones de conocimiento espacial de los conductores asistidos por los mapas antiguos fueron mucho más altas en orientación, reconocimiento de rutas y de puntos de referencia frente a los conductores que usaron la aplicación.

De acuerdo con Eran Ben-Elia, autor de este trabajo e investigador del Departamento de Geografía y Desarrollo Ambiental de la Universidad Ben-Gurion de Israel, el desequilibrio en el rendimiento de los dos grupos de conductores se puede atribuir a las diferencias en el esfuerzo cognitivo requerido para completar la tarea de orientación. “Seguir pasivamente las instrucciones audiovisuales de un GPS no requiere que los conductores codifiquen, transformen y monitoreen continuamente su posición en el espacio”.

Varias investigaciones del University College de Londres han demostrado incluso que, antes del auge del GPS, el hipocampo de los taxistas de la capital inglesa iba creciendo a medida que memorizaban calles y direcciones de la ciudad en el ejercicio de su profesión. Según los estudios, los taxistas tenían el hipocampo más grande que el resto de la población como consecuencia de su cartografía espacial intensiva y de su experiencia multisensorial de la ciudad.

La estimulación del hipocampo se fue deteriorando con el uso masivo del GPS. González Franco afirma que al seguir un conjunto de instrucciones se elimina también nuestra agencia para tomar decisiones. A su vez, esto inhibe nuestra capacidad para crear mapas mentales adecuados del entorno circundante y tiene un impacto negativo en la salud del cerebro.

¿Es posible encontrar un equilibrio entre nuestro sistema de navegación interno y la tecnología moderna? Esa fue la pregunta que motivó a González Franco y al resto del equipo de Microsoft a crear Soundscape, una forma alternativa de GPS sonoro basada en un sistema de audio espacial de tres dimensiones. La aplicación gratuita, que ya está disponible en España y fue diseñada sobre todo para mejorar las condiciones de movilidad de personas ciegas, funciona como una brújula auditiva que le devuelve el papel activo al ciudadano en la exploración de los lugares y ayuda a generar mapas cognitivos más precisos, protegiendo así la labor del hipocampo.

Amos Miller, líder del proyecto Soundscape y coautor de la investigación, explica que ya funciona en siete países y ha guiado más de 500.000 viajes de usuarios con discapacidad visual. La aplicación utiliza una combinación de funciones para guiar a las personas hasta el lugar deseado siguiendo un sonido ubicado digitalmente en el destino, como si persiguieran el repicar de las campanas para llegar a una iglesia. La aplicación también informa a los usuarios sobre lugares de interés cercanos o intersecciones a través de mensajes sonoros.

Miller explica que se trató de recuperar la antigua habilidad del cerebro humano de relacionarse con el sonido que lo rodea para mejorar la comprensión del espacio. “Esto ayuda a que los usuarios con discapacidad visual, como yo, nos sintamos más seguros en los recorridos”. Con este nuevo GPS, las personas pueden recuperar su rol activo y navegar en el espacio como solían hacerlo: sin delegar decisiones.

En el artículo publicado en Scientific Reports, los investigadores concluyen que el objetivo del trabajo es “demostrar que al repensar la forma en que interactuamos con la tecnología e introducir el aumento sensorial en la ecuación, en forma de audio 3D, podemos tener un impacto real en la forma de conocer el mundo sin comprometer los procesos propios de navegación interna”.

La investigadora González Franco recuerda que los cazadores-recolectores se ubicaban, se abastecían de alimentos y protegían a su comunidad teniendo en cuenta los sonidos de su alrededor. “No era solo la visión, sino el oído lo que les permitía evitar depredadores, rastrear presas y localizar fuentes de agua”, explica. En el libro La jaula de cristal: cómo los computadores están cambiando nuestra vida, el investigador Nicholas Carr afirma que investigaciones antropológicas recientes sugieren que las necesidades de navegación podrían haber sido el punto de partida de todos nuestros recuerdos. Por eso hay que cuidarlas.

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