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Vida sin recuerdos

Philippa Roxby

BBC

«Cuando duerma, mi mente borrará todo lo que hice hoy. Mañana me despertaré como esta mañana: pensando que todavía soy una niña, pensando que tengo toda una vida llena de posibilidades por delante».

Son los pensamientos de Christine, el principal personaje y voz narradora en la novela debut del escritor británico Steven J. Watson, «Antes de irme a dormir».

Christine tiene una recurrente pérdida de memoria, con lo que olvida todo conocimiento de su pasado de un día para otro.

Como resultado, se despierta cada mañana sin saber dónde está o cómo llegó ahí. O que el hombre tendido junto a ella en la cama es su marido desde hace más de 20 años.

Pero, ¿existe en la realidad esta forma de pérdida de memoria?

«Creí que lo había inventado», dice el autor, Steven Watson. «Pero hay gente que al parecer tiene una afección similar. Hay muchos mecanismos de la memoria que todavía no entendemos».

Watson se inspiró al ver el obituario de Henry Gustav Molaison, quien desde que fue operado por epilepsia en 1953, había sido incapaz de crear recuerdos nuevos. Hasta su muerte a la edad de 82 años en 2008, vivió constantemente en el pasado.

«Pensé en cómo habría sido el no tener recuerdo alguno de los años intermedios. Fue un momento de lucidez, me pareció una historia con magnetismo».

También leyó e investigó el caso de Clive Wearing, un director de orquesta y músico británico que sufre amnesia severa desde que contrajo una infección cerebral en 1985.

Su memoria dura poco más de 10 segundos, lo que le hace olvidar a las personas que acaba de ver momentos antes.

Identidad

Watson dice que se dio cuenta de que los recuerdos son la raíz de quienes somos.

«Me impresionó lo fundamental que es para nuestro sentido del ser la capacidad de rememorar nuestras experiencias, lo inquietante que debe ser estar varado en el tiempo, sin conocimiento del propio pasado».

«También me di cuenta de lo común que es esta afección. La gente que padece Alzheimer tiene problemas con la pérdida de memoria todo el tiempo, pero de alguna manera es más chocante verlo en una persona joven y sin embargo no debería serlo».

Geraint Jones, de Gales del Sur, sabe bien lo que es sufrir pérdida de memoria. Tenía 19 años cuando fue víctima de un ataque al volver a casa de un bar. Sufrió daño cerebral severo y pasó una semana conectado a un sistema de respiración artificial.

«No podía recordar nada cuando recuperé la conciencia. Todavía ahora no recuerdo nada del ataque. Ni siquiera reconocí a mis padres cuando me visitaron».

Geraint estuvo hospitalizado seis semanas en total, pero sólo recuerda la última semana de su estancia en el centro sanitario.

«Ahí es cuando verdaderamente desperté. Hasta entonces, entraba y salía de la conciencia».

Han pasado ocho años y todavía sufre de pérdidas de la llamada memoria de corto plazo. El impacto en los lóbulos frontales del cerebro afectó a su equilibrio, coordinación y habla también.

«Algunos días son malos. A veces no recuerdo lo que hice ayer y me frustro mucho».

Recuperación limitada

El profesor David Shanks, del Instituto de Neurociencia Cognitiva del University College de Londres, explica que la parte del cerebro que se conoce como hipocampo determina el funcionamiento de nuestra memoria.

Conforme envejecemos, las células del hipocampo mueren a un ritmo acelerado pero para la mayor parte de la gente esto se traduce en una pérdida moderada de memoria a una edad avanzada.

El daño permanente al hipocampo puede ser consecuencia de una lesión seria en la cabeza o un derrame, cuando el suministro de sangre y oxígeno al cerebro se interrumpe.

«Una vez dañado, incluso en una persona joven, hay una recuperación limitada en esta parte del cerebro. No hay evidencia de plasticidad», dice el profesor Shanks.

Para sobrellevar los efectos del daño cerebral y la pérdida de memoria, la gente adopta distintas herramientas y formas de gestionar la situación.

Geriant confía en su nuevo iPhone para que le ayude a recordar cosas que normalmente olvidaría. Hablándole, el teléfono entiende y graba lo que él dice, creando entradas diarias que actúan como recordatorios orales.

Shanks describe otra pieza de tecnología útil, una cámara que se lleva alrededor del cuello, que hace fotos automáticamente y ayuda a quien la porta a recordar acontecimientos de una forma más vívida al mirar las imágenes grabadas.

En «Antes de irme a dormir», la toma de conciencia de Christine de su recurrente pérdida de la memoria de largo plazo le impulsa a escribir un diario que se convierte en su historia de vida y un diario de sus recuerdos.

La verdad sobre el pasado

Luke Griggs, de la organización humanitaria Headway especializada en lesiones cerebrales, dice que los problemas con la memoria son algo común.

«La pérdida de la memoria de largo plazo puede hacer que la gente se olvide de segmentos enteros de su vida, como su infancia, mientras que la pérdida de la memoria de corto plazo puede hacer que cumplir las labores sencillas del día a día sea un verdadero desafío.

«No hay cura para la pérdida de memoria; algunas personas recuperarán algunos recuerdos con el tiempo, pero otras no serán tan afortunadas», señala Griggs.

El tortuoso proceso de recolocar los 47 años de su vida cada mañana, hace que Christine sea completamente dependiente de su marido y su médico, y de la información que le dan sobre su propio pasado.

Watson reconoció esta sensación de dependencia y aislamiento al trabajar con gente que tenía problemas de audición como parte de su trabajo en el hospital londinense de St Thomas’s – y quiso recrearlo en su personaje, Christine.

Pero no quería presentarla como una víctima en su libro.

«Lucha por encontrar su propia verdad en una situación muy complicada.

«¿A quién crees en esta situación? ¿En quién confías? Si sabes que tu ser amado se sentirá mal por algo que ocurrió en su pasado, ¿se lo cuentas? ¿O es más amable decir mentiras?».

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