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Cubanos escapan a través de Ecuador y Centroamérica

Cuando llevaban tres días caminando por la espesa selva guiados por dos colombianos armados con cuchillos y machetes, un grupo de 14 cubanos con hambre, sed y las provisiones agotadas, creyó desfallecer al avistar un obstáculo que parecía insalvable: una escarpada y tupida montaña.

«Uno pensaba que te iba a dar un infarto», dijo Mayra Reyes, una estilista de 32 años a The Associated Press. «Lo que hicieron los guías fue ponernos en una montaña, esperar que cayera la noche con las ranas estas verdes y negras que son venenosas encima (de nosotros)».

Cada vez más, cientos de cubanos cruzan a pie los más de 135 kilómetros (85 millas) de la jungla tropical que cubre la frontera entre Colombia y Panamá, entre montes, quebradas, terrenos fangosos, arañas negras, ríos infestados de cocodrilos y largas y robustas serpientes, y donde operan bandas criminales dedicadas al tráfico de drogas y la guerrilla de las Farc.

«Son las mismas trochas que usan las Farc», dijo a la AP José Raúl Mulino, Ministro de Seguridad Pública de Panamá, y quien aseguró que no sabe a ciencia cierta si son los subversivos o los narcos, o ambos quienes les sirven como guía. «Alguien tiene que ayudarlos. Y los que caminan por allí son la gente esa».

Según las estadísticas de la autoridad migratoria panameña, 400 cubanos en 2011 entraron al país por la selva. Pero el fenómeno ha «despegado». A primera semana de julio de este año iban 1.200 casos. «Hemos encontrado grupos hasta de 90 en una semana», dijo el director del Servicio Nacional de Fronteras de Panamá, comisionado Frank Abrego.

«Muchos cubanos están buscando formas para dejar la isla, especialmente los profesionales que no ven un futuro», dice Michael Shifter, director del Diálogo Interamericano. «Los cubanos son recursivos y se ingenian varias maneras de salir del país. Eso explica este fenómeno que es único».

Hace cinco años, las autoridades panameñas empezaron a notar que la selva del Darién estaba siendo utilizada por los traficantes de inmigrantes, para transportar gente de Asia y África que había viajado a la zona en barco desde Brasil, según Mulino.

La frontera colombo-panameña tiene una extensión de 266 kilómetros y va desde Cabo Tiburón, en el Caribe, hasta Punta Cocalito y Punta Ardita en el Pacífico. Se encuentra en el corazón del llamado «Tapón del Darién». Sólo hay dos poblados en la línea limítrofe: La Miel, en Panamá, y Sapzurro, en Colombia, ambos en la costa caribeña.

Allí, no hay carreteras, ni comercio legal entre ambas naciones.

A diferencia de los miles de isleños que durante décadas han abandonado su país rumbo a Estados Unidos, lanzándose al mar en rudimentarias balsas para recorrer los 150 kilómetros (90 millas) que separan a Cuba de la Florida, estos isleños decidieron apostar por una temeraria y larga travesía por tierra saliendo, principalmente, desde Ecuador.

«Creemos que las bandas criminales transnacionales están aprovechando la vulnerabilidad de los sistemas de control migratorio de la región para llevar a cabo su cometido» de traficar con cubanos, dijo a la AP Alberto Brenes, jefe de misión de la Organización Internacional para las Migraciones en Panamá. «Estas organizaciones van variando sus rutas a medida que las autoridades de ciertos países van incrementando sus controles».

La permeabilidad de las fronteras centroamericanas, donde no hay un estricto control migratorio por encontrarse en zonas selváticas, ayuda a los traficantes en su cometido, pero el fenómeno también es impulsado porque Ecuador eliminó el visado obligatorio para los cubanos cuando el izquierdista presidente Rafael Correa asumió su cargo.

Ahora, los isleños sólo necesitan una carta de invitación de un ecuatoriano, un visado de salida de su gobierno y, claro, el dinero para pagar el boleto aéreo.

«Ir a Ecuador es la manera más fácil en este momento para salir de Cuba», dijo Andy Gómez, investigador senior del Instituto de Estudios Cubanos de la Universidad de Miami. «Para la mayoría, el Ecuador es un punto de parada, pero tienen que venir con el dinero para llegar a su destino final, los Estados Unidos».

Según el coronel José Valdiviezo, jefe de la policía de migración de Ecuador, algunas cartas son vendidas por algunos ecuatorianos por una tarifa que oscila entre 300 a 500 dólares. «No tenemos ninguna evidencia (que salgan por Colombia)», dijo. «Se ha mandado agentes para que investiguen, pero no tenemos ni un indicio de esa ruta. Tampoco podemos decir si están saliendo por barco desde Manta o por dónde están saliendo. Sabemos que han salido hacia Centroamérica por los reportes que tenemos de los países, donde están detenidos».

En Ecuador, muchos cubanos exceden el tiempo autorizado en sus visas mientras trabajan y ahorran dinero para pagar a los coyotes que los llevan hasta México por tierra. Todos los países, en su tránsito, de Colombia a México, les piden visa a los isleños y por esa razón no pueden viajar por avión.

Según cifras oficiales ecuatorianas, entre 2007 y febrero de 2012, 106.371 cubanos ingresaron al país legalmente y salieron, de la misma manera, 97.923. De manera que las autoridades desconocen si 8.448 cubanos salieron, o no, del país en esa época.

Además, hay un incentivo adicional que pesa mucho a la hora de decidir lanzarse a esta odisea: la Ley de Inmigración y Ciudadanía de Estados Unidos dice que se pueden quedar en el país los cubanos que logren pisar su suelo a la espera de que les sea otorgada la residencia permanente al cabo de un año de espera.

En contraste, quienes sean atrapados en alta mar son enviados de vuelta a Cuba o a un tercer país.

Casi el 90% de todos los cubanos indocumentados que llegan a Estados Unidos ahora vienen por tierra, por lo general a través de México, en lugar de llegar a las costas de Estados Unidos por barco, de acuerdo con las autoridades migratorias de Estados Unidos.

«Nos crea un problema a nosotros y aquí en la región», dijo el Ministro Mulino. «Se lo hemos explicado a las más altas autoridades de Estados Unidos», dijo el ministro. Pero «no hay una luz al final del camino que nos diga que el problema se va a solucionar».

Los cubanos, empero, han desafiado esa barrera selvática y los peligros en una zona donde, además, las autoridades panameñas realizan operativos antidrogas.

«El drama humano es triste, de ver esa gente caminar días por esas trochas todos arañados, picados (por mosquitos), deshidratados», dijo el Ministro panameño aludiendo a nueve cubanos que encontró durante un reciente viaje a Paya, a 20 kilómetros de Colombia. «Me enseñaron diplomas y venían con sus pasaportes. Había una neuróloga y una enfermera».

El comisionado Abrego dijo a la AP que hace poco debió suspender un operativo antidrogas tras avistar a un grupo de cubanos que caminaba en medio de la selva desde un helicóptero.

«Tuvimos que sacarlos del sitio y llevarlos a la Ciudad de Panamá; perdimos la efectividad (del operativo)», aseguró.

También de Colombia salen cubanos, entre médicos y enfermeros que llegan en misiones de ayuda a ese país, y luego se «sublevan» ó desertan y salen hacia Panamá, le dijo a la AP durante una visita a Metetí el coronel Luis Fernando Castro Rojas, oficial de operaciones de la Séptima División del Ejército colombiano.

Mayra, una habanera de piel blanca, 1,55 metros de altura y ojos café, no estuvo en la mitad de un combate o un operativo antidroga. Pero si padeció las penurias de la selva.

La estilista, y el grupo de 14 cubanos que iban con ella, caminaron por días a través de trochas bajo el sofocante clima de la jungla tropical: un sol ardiente que se mezclaba fuertes lluvias pasajeras. Tuvieron que soportar las hormigas y los mosquitos, pero dice que no se encontraron víboras venenosas.

En las noches improvisaban una carpa y hacían fogatas.

Mayra dijo que el terreno de la selva era escabroso. «Muchos desniveles, piedras, fango. Yo me caía a cada rato y me levantaba», asegura. «En una de mis caídas vi una araña negra muy cerca. En las noches eran los mosquitos que se te pegaban en la piel y uno se despertaba con cualquier sonido».

Ella salió de La Habana a Ecuador a comienzos de 2010. «Mi deseo era trabajar y conseguir algo de dinero. Pero fue pasando el tiempo y seguía trabajando, aunque tenía problemas porque estaba indocumentada, hasta que dije ‘voy a los Estados Unidos»’, donde dice que tiene familia.

Mildred Morales, enfermera cubana de 34 años y que hacía parte del grupo de Mayra, cree que sus guías por la selva del Darién tenían vínculos con las Farc. «Los contactamos por información que nos dieron otros cubanos, y que tienen algo que ver con los ‘faracos’ (en alusión a la FARC)», dijo.

«No teníamos ninguna referencia de ellos (los guías); eso es una aventura, que uno no sabe si le va a ir bien o le va a ir mal», agregó. «Ellos sólo hablaban para indicar la ruta. (Iban) vestidos con camisas grises y negras de manga larga; pantalón largo y botas que parecían de caucho».

La cubana aseguró que en su caso pagó a los guías 300 dólares para cruzar el tapón del Darién pero explicó que desde que salió de Ecuador había gastado 1.000 dólares.

«Desde que sales de Ecuador tienes que dar dinero a gente, entre ellos a policías, funcionarios de migración ecuatorianos y colombianos para transitar sin problemas», dijo. «No es barato esto».

Mayra, por su parte, dejó La Habana hace dos años para irse a Ecuador. Le llamó la atención que durante la travesía vieron a algunas personas que regresaban y que, al parecer, eran guías que habrían dejado a algún grupo de inmigrantes.

El recorrido por la selva duró tres días. Pero cuando salieron de la jungla, según el grupo, empezó otra pesadilla: la montaña escarpada pues el Darién tiene muchas serranías y un cordón de picos montañosos.

«La loma esa que le pusimos del ‘tirao’ es lo último», dijo Mayra. «Soy asmática y tenía que estar con mi aparato (broncodilatador) en la mano. Los hombres que iban en el grupo ayudaron muchísimo de verdad, todo el tiempo cuidando las mujeres».

Mildred dice que bautizaron a la montaña el «tirao», porque «decíamos si no te tiras tú, tiras la mochila. Realmente uno no sabe si vas para atrás o vas para adelante, porque son tres horas para subir y tres para bajar, pero si subir es malo, bajar es más malo».

Al pico montañoso llegaron sin agua potable y debieron beber del río y recoger agua lluvia. Los alimentos enlatados se habían acabado pero antes de llegar se encontraron con algunas palmas de coco.

Tras sortear el pico, caminaron tres horas más hasta el río Tupiza, donde se encontraron a un nativo que los guió hasta un puesto migratorio panameño, dijo un cubano que se sólo quiso identificarse como Juan, camionero de 40 años. Era el más viejo del grupo.

La travesía no concluía allí porque después de una espera el grupo fue traslado en una ‘piragua’, o bote con motor de borda, hacia el poblado de Yaviza, donde llega la carretera panamericana.

«¡Ocho horas en una canoa!», dice Mildred, una morena de físico atlético, de 1,60 metros de altura y ojos oscuros llorosos. «Primero el sol, que era bastante doloroso, después varias horas bajo lluvia».

Pero, en realidad, la suerte estuvo con ellos, coinciden.

«Hay muchas cubanas que sí las han violado, muchos se han topado con mandriles, serpientes; nosotros sólo vimos un cocodrilo cuando nos desplazábamos en la canoa», agregó la enfermera. Las autoridades panameñas dijeron a la AP que no sabían de casos de abuso sexual.

Los 14 cubanos fueron llevados el sábado 30 de junio de Yaviza a los albergues de Metetí, en la noche. Se sumaron allí a dos venezolanos y decenas de africanos que entraron por las costas, sin pasaportes.

Los cubanos permanecieron varios días en Metetí hasta que las autoridades migratorias les extendieron un permiso temporal con el compromiso que se reportaran cada 15 días, pero el ministro Mulino no cree que vayan a regresar, porque «su destino es Estados Unidos».

«No sabemos qué problemas vamos a tener en los demás países, donde tenemos que tramitar el tránsito en cada uno de los puntos fronterizos», dijo Morales. Pero «hasta el momento lo que hemos escuchado de otros cubanos es que se puede llegar a la frontera de México (con Estados Unidos). Uno no puede descartar problemas».

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